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Los días de Sunghoon siempre comenzaban bien temprano en la mañana con las estrellas aún centellando en el cielo mañanero del reino de Seúl.

Esta mañana no sería distinta.

—¡Sunghoon debes de despertar, se nos hará tarde para ir a casa de los Kang!— refunfuño la pelinegra que se colocaba unos zapatos desgastados frente suyo.

— No moriremos si no vamos solo un día..— dijo ronco el pálido chico medio dormido.

— No, de hecho SÍ moriremos, moriremos de hambre.— Se quejó su hermana mientras le daba una patada para que finalmente saliera de la cama.

—¡Yah, estoy despierto, ya me voy a cambiar!— vociferó saliendo de la cama para que finalmente su hermana le dejara en paz.

Sunghoon siempre había sido un joven trabajador y noble. Pero había veces en las que el trabajo simplemente lo sobrepasaba, le cansaba todos los días levantarse, partirse la espalda y nunca tener una comida decente, una cama cómoda en la cual dormir o una casa cálida en la cual poder descansar.

A Sunghoon le frustraba haber nacido siendo un simple y pobre trébol.

Desafortunado todo aquel que nazca con la maldición de pertenecer a "la casa de los tréboles" por su marca. Los tréboles son reconocidos por vivir en la extrema pobreza y jamás salir de ahí. Se les considera menos, una mancha en la sociedad y son renegados por todos. Tratados como esclavos o como simples, sencillos e insignificantes insectos.

El muchacho se levantó rápidamente de la cama, teniendo un poco más de noción sobre el tiempo y decidiendo que ya era hora de comenzar a prepararse para partir.

— A veces me pregunto cómo habría sido nuestra vida sin la marca..— dijo viendo en un viejo, sucio y roto espejo que se encontraba frente a él, la pequeña marca en forma de trébol ubicada en su clavícula derecha.

— Sin la marca o con ella. Da igual, lo que importa ahora es que quiero que nos pongamos en marcha temprano para poder siquiera llegar antes a ver a nuestra madre.— Se quejó su hermana.

Ambos siempre salían a trabajar tan temprano en la mañanas que aún se lograban apreciar algunas estrellas en el cielo y siempre regresaban a su hogar cuando la noche caía sobre el reino de seúl.
La chica de verdad tenía una razón para estar con una mala cara desde temprano.

Sunghoon al darse la vuelta para encarar a Yeji, alcanzó a ver a su hermana frunciendo el ceño concentrada mientras tocaba aquella marca en forma de trébol que se ubicaba en la parte trasera de su cuello.

—¿No que sin marca o con ella daba igual, uh?  Te puse a pensar.

—Si no te callas de una buena vez juro que me quedaré con toda la paga y no verás ni una sola moneda.— amenazó mientras le apuntaba con su dedo anular posado sobre el pecho ajeno.

—Solo era una broma, amargada— la llamó

—No fue graciosa, inmaduro— finalizó mientras salía por la entrada en la cual se suponía debería haber una puerta, pero por obvias razones, no se encontraba ahí.

En el momento en el cual finalmente Sunghoon salió de su pequeño hogar, caminó hacia Yeji, la cual cargaba con algunos costales de tela repletos de objetos necesarios para su trabajo en la casa de los Kang.

Poniéndose en marcha para ir a la casa de la familia para la cual trabajaban, no pudo evitar  visualizar a los diversos tréboles sin hogar que se encontraban vagando por ahí. Algunos pidiendo monedas de plata a desconocidos igual de pobres que ellos o simplemente durmiendo sobre mantas desgastadas y rotas.

HOUSE OF CARDS ‖ SunsunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora