Capítulo 1.

81 8 10
                                    

*Es súper importante que leas el apartado anterior llamado "Antes de leer" No te tomará más de 5 minutos, lo prometo*

Capítulo 1. "Llanto"



O L I V I A

Estoy empapada.

Tengo el cuerpo entumecido, me duele el lado izquierdo de la cara y siento pesadez en una de mis cejas, estoy casi segura de que la tengo rota a juzgar por el ardor en la zona. La lluvia torrencial cae sobre mí aumentando más las incomodidades que siento, pero a pesar de todo el dolor, nada se compara con lo rota que me siento por dentro. El corazón se me encogió y rompió desde hace mucho, pero ahora, después de lo ocurrido hace unas horas, ya está hecho trizas del todo.

Me encuentro parada en la banqueta de una esquina de Central Park, empapada, esperando que un rayo me caiga encima, me muera ahogada en lágrimas y/o gotas de lluvia, o que alguien me atropelle. Mi mente decidió irse de vacaciones adelantadas, pues parece ser que los pensamientos coherentes se fugaron de mí ya que por lo visto es más interesante ver como la lluvia arrastra la basura calles abajo, que preocuparme por ver que diantres haré con mi vida de ahora en adelante.

Parte de mi cordura vuelve a mí. Me adentro en el parque y camino hacia una banca que se encuentra debajo de los árboles. Me siento y un vago recuerdo de mi madre diciéndome que no es correcto colocarse bajo los árboles cuando llueve, pues atraen rayos, me inunda. Mis ojos se vuelven a llenar de lágrimas al recordar a mi madre, su sonrisa cálida, su voz suave y melódica, los ojos que te transmitían ternura y amor, ella era mi todo, pero la vida decidió quitarmela dejándome sin nada y todo por el maldito cáncer.

Desde mis diecisiete años, cuando nos enteramos de su enfermedad, he hecho de todo para sacarnos adelante, y cuando digo todo, es literalmente todo. No me ando tentando el corazón al hacer algo con tal de dárselo a ella. Su sufrimiento también es mío. Independientemente de lo que se pueda creer, no se encuentra muerta físicamente, lo está por dentro. Ya no es la misma. Ya ni me habla bien, todo el tiempo mira al frente y siempre llora, hay veces que incluso me niega la entrada a su habitación en el refugio y no se anda con rodeos a la hora de gritarme que no sirvo para nada, que no la entiendo.

Pero no importa. Ya nada importa.

Mis planes se vinieron abajo, y todo por culpa de los jodidos tipos que robaron el banco hace rato.

Salí de casa ésta mañana con toda la actitud, lista para hacer mi rutina diaria. Llegué al banco bastante alegre, transmitiendo buenas vibras a la gente. Saludé a mis compañeros, me vestí y fui a acomodar los papeles de los trámites de la noche anterior, de imprevisto la cabeza me comenzó a doler y poco minutos después el sonido de disparos me alertaron. Drake, el encargado del área en la que me encontraba, entró gritando que me necesitaban. Yo era la única persona presente en ese momento que tenía la clave de la caja fuerte, era una de las encargadas de tenerla pues el señor Harris solo confiaba en mí y en otros pocos más para dárnosla. Al parecer un grupo de encapuchados había irrumpido el establecimiento y lo único que querían era el dinero que contenía la caja fuerte pero curiosamente no el de bodega y cajas.

Pensé ser la hija de puta de siempre y huir, pero por primera vez en mi vida, decidí ser buena y bondadosa, como la mayoría de la gente estúpida y débil. Salí y antes de dirigirme a la entrada principal y pública, presioné el botón de emergencia que se hallaba debajo del apagador de luz, el botón estaba enlazado a las autoridades y en el momento en el que se presiona, una alarma alerta a los oficiales. Ocupé unos segundos para respirar hondo y tranquilizarme y ahora sí, fui a la entrada. Cuando llegué un hombre, cuyos ojos color avellana fue lo único que pude ver, me obligó a poner la clave en el panel de seguridad que se encontraba en la caja, la puse a regañadientes y creí que las cosas terminarían ahí, pero para mi sorpresa, levantó el arma que sostenía y la intención de golpearme con ella se veía clara en su rostro pero a último minuto, lo hizo con su palma abierta. Gracias chuchito, sino ahora tendría una herida muy grande.

Avaricia © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora