𝙳𝚒́𝚊 12. 𝙰𝚗𝚒𝚕𝚕𝚘𝚜 𝚍𝚎 𝚙𝚛𝚘𝚖𝚎𝚜𝚊

625 77 8
                                    

Estás loco, completamento loco.
Y yo te seguiré hacia donde sea que vayas.

.

.

✫

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

.

.

Cierto día Hinata lo sorprendió con una actitud tímida y temerosa. De por sí, había sido extraño que no lo persiguiera para ganar la carrera al gimnasio y que encima aceptara la derrota tan dócilmente. De hecho, parecía que ni siquiera se había percatado de haber perdido. Era demasiado temprano como para andar con vueltas y misterios, así que Kageyama le pidió acelerar el asunto y Hinata volvió a ponerse rojo.

—Bueno... —Nervioso, se rascaba la nuca con el brazo libre, puesto que el otro lo mantenía firme detrás de su espalda. ¿Qué era lo que podía estar ocultando ahora?—. Antes que nada, sé que no es la gran cosa, pero estuve un tiempo ahorrando para poder comprarlos, así que sería feo si los menospreciaras sólo por ser sencillos. —Daba vueltas, volvía a rascarse la nuca y a mirar de un punto a otro en el suelo.

—Hinata —intentó llamarle la atención, pero el otro no parecía estar escuchando.

—No, en serio, ni se te ocurra burlarte o decirme alguna de tus frases crueles, porque eso no se le debe hacer a tu novio.

¿Y ahora eran novios?

Eso había sido un poco confuso, pero suponía que luego de ese día sí podrían contar como novios. Aunque como las cosas no se sentían tan diferentes se le había pasado el detalle de largo.

—¿Qué es lo que tienes ahí? —Está bien, podía aceptar eso de ser novios, pero ahora quería saber por qué tanto misterio.

—B-bueno... —volvió a balbucear, cerró los ojos con fuerza y finalmente se lo mostró—. ¡Acepta esto como promesa de nuestro compromiso! —Todo chillón y avergonzado que se perdía de lo demás.

En sus manos una pequeña caja. Un estuche y algo de brillo. Anillos. Dorados y brillantes. Kageyama se quedó un rato observándolos, sin entender si formaban parte de un espacio físico real o ficticio. Luego levantó la mirada hacia el rostro de aquel que se había convertido en su prometido de un día para otro. Ojos vibrantes, almendras y brillantes. Esperaba algún tipo de reacción probablemente. Hinata se veía extraño así. La mueca de nerviosismo, de súplica, mezclada con impaciencia y timidez, porque ¿desde cuándo ese chico se quedaba así de callado por más de diez segundos?

—Bueno, como te digo, son anillos de promesa —repitió. Al parecer todavía podía seguir hablando, aunque ahora miraba hacia la pared del costado—. ¡Cuando sea un jugador profesional y millonario te compraré el anillo con el diamante más grande y caro del mundo! —proclamó de repente volviendo a tener esa actitud decidida e invasiva que tanto lo caracterizaba.

—¿Qué estás diciendo, idiota? ¿Cómo se supone que voy a jugar con un anillo tan pesado? —Kageyama le dio un golpe en la frente, uno pequeño y sin mucho esfuerzo, solamente para traerle de regreso a la tierra.

—¡Auch! ¡Kageyama, no puedes ser tan debilucho! —Se ganó un apretón de cabeza—. ¡Deja de tratarme así! ¡No puedes tratar así a tu prometido, Bakayama! —Infló los mofletes con disgusto y de nuevo esos ojos vibrantes, la súplica y la impaciencia. Tal vez porque tenía similitud con un cachorro o porque lo pedía con demasiada fuerza, Kageyama terminó por acariciarle los cabellos que antes había maltratado.

Entonces también los miró de nuevo. Anillos. Dorados y brillantes y sin ninguna piedra o diseño aparte del dorado liso y pulcro. Kageyama lo tomó sin preguntar y lo contempló como si fuera lo más preciado del mundo.

—Ven, deja que te lo ponga yo. —Hinata quiso quitárselo y él volvió a golpearlo, o más bien alejarlo, poniéndole la mano en la cara y protegiendo su tesoro—. ¡Kageyama, ya deja de ser así! Intento ser romántico contigo y tú sólo eres violento... si así es ahora no quiero imaginar cómo será cuando nos casemos. —Se podía oír su desilusión al ver cómo su prometido le daba la espalda y se colocaba él solito el anillo.

—No seas exagerado y espera a que pase, idiota. —Pero suena tan dulce y suavizado. No hay insulto, no hay regaño. Kageyama no podía mirarlo a la cara en ese momento, no cuando no tenía control sobre su propio rostro y desconocía la expresión que estaba poniendo. Le habían dicho que su sonrisa daba miedo y no quería asustar a Hinata, así que era más fácil darle la espalda.

Todo sin dejar de ver con emoción el anillo en su dedo anular, como si fuera su primer balón de vóley.

—Entonces lo estaré esperando, Bakayama. —También se le escucha suavizado. Kageyama no lo estaba viendo, pero podría apostar a que estaba sonriéndole de esa forma tan única y reluciente que podría compararse con el brillo dorado de su promesa.

 Kageyama no lo estaba viendo, pero podría apostar a que estaba sonriéndole de esa forma tan única y reluciente que podría compararse con el brillo dorado de su promesa

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Bueeeeno, hemos regresado, ¿qué tal les fue en estos días? Yo aquí, tranqui, sin muchas excusas. A menos que quieran escuchar que no actualicé porque mi beta está en la cárcel, pero ni beta tengo. Bueno, a veces le pido opiniones a Carla (que no me pudo dar látigo porque empezó a trabajar) y ahí me inspiro para continuar. Tal vez ella estuvo en la cárcel por exceso de berenjenas, quién sabe.

PD: Si quieren saber cómo fue que llegaron a comprometerse no dejen de leer, porque uno de los siguientes días lo explica.

𝗣𝗲𝗿𝗺𝗮𝗻𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮 | 𝙁𝙡𝙪𝙛𝙛𝘁𝗼𝗯𝗲𝗿 2021 [𝐊𝐚𝐠𝐞𝐇𝐢𝐧𝐚]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora