CAPITULO 3

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ADAM

Johny mi amor, ven corre — estiraba sus brazos para abrazarme, sentía protección con ella, me trasmitía calor y seguridad, su cuerpo era mi hogar, cada que me sentía mal o llegaba lastimado a casa, ella estaba ahí, para abrazarme y hacerme sentir seguro — mira lo que te traje.

— ¡Un perrito! — gritaba de alegría, mamá siempre supo cuánto anhelaba con tener uno, era bellísimo, la mirada de aquella criatura reflejaba mucha inocencia — ¡Lo llamara Pou!¿Te gusta mamá? — ella sonrió mientras reía por lo bajo por aquel nombre que le había puesto al perro, sabía que ese nombre provenía del juego donde tenías que cuidar a una simple caca. ¿Quién había inventado ese juego tan adictivo?

Es hermoso cariño — contesto mientras se ponía de cuclillas para acercase a mí y a Pou.

A mamá siempre tenía una sorpresa para mi cuando llegaba de la escuela, le gustaba recompensarme por mis buenas notas, aún teniendo yo solamente 8 años, decía que era el ser más inteligente del mundo, que yo era mejor que cualquier científico, matemático o inventor y que algún día llegaría muy lejos.

Si supiera que tengo secuestrada a una chica pelirroja para que me aleje de la ciudad por haber atropellado a un anciano, estaría muy decepcionada de mí, pero lo más probable es que estaría preocupada por todo el caos ocurrido.

Mamá te extraño.

— ¿Hasta dónde piensas llegar? — soltó la pelirroja a mi lado — no sabes que, ¿donde me piensas dejar a mí? — su voz era firme, pero sabía que estaba asustada al igual que yo, pero no tenía respuesta ante sus preguntas... todo fue de imprevisto, estaba improvisando, no sabía ni a donde carajos llegaría o donde pasaría la noche, pero no podía dejar que se fuera, la necesitaba para que no me atraparan fácilmente.

— No tengo porque darte ese tipo de información — contesté un poco tosco, su mirada teñida de un color hazel me miraban desconcertada, arqueó una de sus cejas y paró el automóvil en seco. Veía con atención cada uno de sus movimientos, su cuerpo era tan diminuto y este mismo comenzaba a salir de auto — ¡Ey! ¿A dónde crees que vas?

— ¡A mi casa! — contestó exaltada y exhausta — llévate la maldita carcacha, ya no la necesito.

— No puedes dejarme aquí — replique.

— ¡Claro que puedo, tú no eres quien para decirme qué hacer!  — respondió en un fuerte grito, puse mis manos en mi cabeza tratando de pensar en como convencerla sin lastimarla, pero me volvía loco su rebeldía y cada vez se alejaba un poco más.

— ¡No me obligues a usar el arma mocosa! — se detuvo, wow no creí que eso pasaría, fue en ese momento cuando sentí terror por que al estar dándose la vuelta para mirarme con incredulidad sentí mi sangre bajar poniéndome la piel completamente pálida... no sabía quién de los dos tenía que dar miedo, pero ella parecía ser sacada de una película de terror, si no estuviera en todos los periódicos y sistemas policiales, crecerían que ella es la secuestradora, una muy atractiva.

— ¡No tienes los suficientes miembros para disparar! — contestó... ¡AUCH! Eso si que dolió, claro que si los tenía, pero no como para herirla a ella, tal vez si fuera una persona diferente, con un carácter mas grotesco y no fuera una chica, no estoy siendo machista pero jamás lastimaría a una mujer ni aunque fuera mi único recurso para poder salvar mi vida, aparte de que era mi único recurso para conducir fuera de aquí.

Si yo condujera solo, me atraparían en un santi amén, en cambio teniéndola a ella... podría esconderme en el coche, eso quiero pensar.          

Amor al volanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora