Capítulo 18

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Minutos antes de la conversación entre Mark y Nelly...

NARRA ERIK

Silvia está siendo muy injusta.

¿Por qué lo digo? Porque desde que salimos del hospital no les ha dirigido la palabra ni a su familia, ni al equipo del Raimon, y menos a mí. No lo entiendo. Sé que puede estar cabreada o sentirse impotente por no poder hacer nada, pero la cuestión de todo esto es que los médicos han dado con la enfermedad que tiene y la pueden curar. Se está comportando como una niña pequeña. Y esa no es la Silvia dulce, comprensiva, juiciosa y, en pocas ocasiones, directa al hablar que yo conozco.

Una vez más, me encamino hacia su casa, tal y como he hecho durante toda la semana, porque me preocupa que se haya cerrado a los demás. Y, al abrirme la puerta, el señor Simon me lanza una mirada triste y me deja pasar. 

Pobre hombre. Tiene que lidiar con el papeleo del hospital y con el cabreo que se gastan últimamente todos sus hijos.

Me dispongo a subir las escalera cuando me cruzo con Mark, que está bajando. Nos paramos a hablar, él también está preocupado por nuestra amiga y gerente del club. Vuelvo a decir que me parece injusto. Los chicos vienen de vacaciones a América para pasar más tiempo con ella y tienen que estar encerrados, irse solos a jugar o aventurarse por el bullicio de la ciudad. Eso sin hablar de que dentro de unos días vuelven a Japón y no se lo están pasando precisamente bien. Lo único que puedo hacer antes de que se vaya mi capitán es pedirle disculpas por verse envuelto el equipo en esta situación y, de paso, me comprometo a hacer de guía mañana para que puedan conocer un poco de lo que yo llamo «mi mundo».

Al salir Mark, sigo mi camino hacia una de las habitaciones de la tercera planta en el lado izquierdo de la casa. Una de las puertas decoradas con detalles antiguos es la de la cabezona que tengo por amiga.

Llamo a la puerta. Una. Dos. Tres veces. 

Nada. 

Realizo el mismo procedimiento llamándola por su nombre. Tampoco funciona. 

Y luego el cabezón soy yo, ¿sabéis? 

Decido cambiar de táctica.

- Como quieras, Sils, pero te llamaba porque Sol se encuentra mal y te necesita.

Como es lógico, responde con un "no cuela, Erik". 

Pensaba que esta vez funcionaría.

- Muy bien...¿sabías que hoy cenamos salmón a la plancha? Le he dicho a tu padre que me quedaría a cenar, así puedo hablar contigo...-silencio. Vaya, ya ni mi presencia en su casa le agrada. Aun así, sigo insistiendo.- Y sabías qu...

Pero en ese momento la puerta de la habitación se abre y yo, que estaba apoyado en la puerta, caigo para atrás. Una Silvia con los ojos hinchados me mira con muy mala leche mientras yo sigo tirado en el suelo.

- ¿Se puede saber qué no comprendéis de "quiero estar sola? ¿Es que mi cara de pocos amigos no lo dice sin necesidad de hablar? ¿O debo pensar que sois tan tontos que no se habéis dado cuenta de que no quiero veros?-me levanta la voz. Nunca, nunca me ha levantado la voz. No tiene un volumen muy alto, pero sí el suficiente como para molestarme.

- Perdona, pero no me vuelvas a hablar así. Entiendo que estés disgustada con lo que está pasando en tu vida, pero yo no he hecho nada -hago una pausa para respirar-. Es más, cuando ha pasado algo siempre me he mantenido al margen para no comentar algo que pudiera herir tus sentimientos. Y que sepas que vengo aquí todos los días, aunque me niegues hablar contigo, porque me importas. 

Vuelvo a callar para ver si cambia algo en ella, pero no ocurre nada, por lo que decido continuar.

- Quiero a mi amiga de siempre. La que se enfada cuando no le cuento algo, la que se ríe con mis triunfos y la que me habla con juicio cuando pierdo un partido. Entiende de una vez que me duele verte así porque te necesito en mi vida.

Después de eso nos quedamos callados. Ella mirándome, finalmente, con cara de asombro. Ya no veo en sus ojos ningún rastro de enojo. ¡Ay Dios mío! Si lo último que he dicho se podría interpretar como una mini confesión, ¿o me lo estoy imaginando? Pero antes de seguir pensando en esto, Silvia vuelve a poner su mirada más fiera y, contra todo pronóstico, me grita despertando la curiosidad de todo ser viviente en la casa:

- ¡QUE ME DEJES, ERIK EAGLE!

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Espero que os guste y votéis.

Gracias por seguir leyendo esta pequeña historia :)

Sonrisas cristalinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora