Capítulo 3

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En algún lugar de la ciudad Inazuma, una chica de cabellos y ojos azulados paseaba metida en sus pensamientos hasta que cierto chico con una capa apareció.

-Buenos días Celia, ¿en qué piensas que vas tan seria?

- Buenos días a ti también, Jude, pensaba en mis cosas.- le respondió como si nada.

- ¿Nada? ¿segura? Venga Celia, a mí no me engañas. Soy tu hermano -lo que dijo Jude no admitía un no por respuesta -. Además, vas en dirección contraria a tu casa. O no vas allí o te pasa algo.

- Vale, te lo digo. Estaba recordando todo lo que ha pasado en los años que hemos estado fuera del Raimon.

-Lo dices por los chicos, ¿verdad?

- Exacto. Por ejemplo Mark y Nelly juntos, Tori y Harley también, Camy se va dos años fuera a estudiar medicina, Sue ayudando a su madre en el trabajo, tú te vas a Italia con tu novia, Silvia ha vuelto a América por un problema, y, ¿yo? Me voy a quedar sola, porque con las parejitas no me voy a ir cuando estén juntas.- dijo triste.

- No digas eso, Celia. Las chicas aunque no estén todo el tiempo contigo no te van a dejar de lado y yo siempre voy a estar para ti por muy lejos que esté...pero dime, Silvia es tu mejor amiga y se te ve preocupada, ¿qué le ha pasado?

- No lo sé Jude, pero algo no me huele bien - le dijo Celia abrazándose a él con fuerza.

****

Suspiró. ¡Al fin había salido de ese avión! Cómo odiaba tener que subirse a esas cosas. Su madre siempre le decía que estar tan lejos de tierra no era normal.


Lo importante es que ya estaba en América, ahora la cuestión era coger un taxi que la llevara a su antigua casa. Otro suspiro. La casa en la que creció y en la que perdió lo que más quería en el mundo: su madre. La verdad era que Silvia no tenía muy buenos recuerdos de su infancia. Primero su madre y luego su mejor amigo; aunque él volvió a aparecer años más tarde, no podía ignorar ese sentimiento de angustia cada vez que lo recordaba. Y ahora que había vuelto le resultaba extraño pisar la tierra que una vez pisó.

Una vez fuera del aeropuerto, divisó a lo lejos a dos chicos que venían hacia ella. Definitivamente eran Erik y Bobby. La forma de andar los delataba.

-¡Erik, Bobby! ¡Aquí! -exclamó al mismo tiempo que se tiraba encima de ellos dándoles un fuerte abrazo-. ¡Cuánto tiempo! ¡Pero si estáis más altos que cuando nos separamos en el instituto!

- ¿Cómo está mi renacuaja favorita? -preguntó llamándola con ese apelativo cariñoso que solamente utilizaba él-. Mírate, estás guapísima. Con ese encanto que tú tienes tendrás hasta novio, ¿no crees, Erik? - acto seguido agarró a su amiga por la cintura y le dio una vuelta haciéndola reír.

- ¿Eh? - es lo único que pudo decir su amigo castaño al escuchar tan extraña forma de sacarle información a la chica.

- Pues sí, al igual que vosotros he cambiado. Aun así, puedes estar relajado que no tengo novio, así que no hay necesidad de sobreprotegerme. - respondió a su pregunta con una carantoña final, como si fuera pequeña.

- Yo solo decía, por si se le ocurría hacerte algo que supiera con quién está tratando.-Miró a Erik disimuladamente-. Bueno, vámonos que debes estar agotada. Tu padre te preparó una cena buenísima, pero dijo que primero teníais que hablar.

- Okey, y ¿dónde vamos? Porque no veo tu coche. - preguntó dudosa y cansada Silvia.

- Vamos en taxi, el coche no está disponible.

Y así, partieron rumbo a la casa. Entre risas y bromas el camino se hizo muy corto hasta que al llegar y entrar por la puerta el señor Woods los recibió a los tres con un fuerte abrazo e inmediatamente dijo...


- Silvia, acompáñame al despacho. Tenemos que hablar sobre algo muy importante. Se trata de tu hermana Sol.

Creo que he hecho el capítulo un poco largo, pero así os recompenso por haber tardado en actualizar para los que estaban deseando seguir leyendo. Espero que os guste.

Sonrisas cristalinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora