Capítulo 46

493 36 11
                                    

| Narrador |

A veces la vida nos arrebata lo que más queremos en menos de lo que tarda un gallo en cantar que el nuevo día está llegando. Tarda menos tiempo que una nube en reventar cuándo está llena de agua, o que una bolsa de palomitas hacerse en el microondas para poder comerlas mientras ves tu película favorita con tu persona favorita. Es verdad ese simple dicho de 'cuando menos te lo esperas, va la vida y te sorprende'

| Narra Tara |

Seguimos en el mismo banco, pero han pasado cómo dos horas más. El tiempo cuando estoy con él se pasa rápido. Cómo el mejor concierto de tú vida. Una noche de locura con tus amigas. Un fin de semana cuándo tienes clases. Los días de verano. El tiempo mientras duermes. El tiempo cuando estoy con él, es cómo una estrella fugaz, pasa rápido y de un momento a otros desparece. Quizás es porque estoy a gusto con él, y me hace ser yo misma en cada momento, robándome una sonrisa en el momento que más lo necesito, con una palabra bonita o un par de besos tontos.
Aquí es justo dónde quiero estar. Son las nueve y media de la noche. La gente empieza a recogerse en sus casas porque la helada empieza a apoderarse de cada rincón de Miami. Cada rincón especial. Pero yo no noto el frío, me siento arropada por su sonrisa y por sus palabras, por el mismo. Me siento protegida. Desearía parar el tiempo en este mismo instante y no tener que volver a casa, para una vez más tener que separarme de él por unas cuantas horas.
Estamos justo enfrente el uno del otro. Sus ojos miel se clavan en mis labios. Los míos se clavan en los suyos. Una sensación extraña recorre mi cuerpo de una punta a otro. Bésame ya, susurra mi mente queriendo comérselo a besos. Y parece que me lee el pensamiento. En un segundo, está besándome. Su lengua me pide paso y yo me niego. Abre sus ojos y me mira desafiante. Yo río. El aprovecha la situación para hacerse dueño de mi boca una vez más. Ríe en mi boca y yo le sigo. Estoy feliz.
Se separa de mí. Recoge la esencia de mis labios con su lengua, y después me sonríe. Y justo cuándo vamos a volver a la misma rutina suena mi móvil.

-¿Si?
-¿Tara? -dice Mike desde la otra línea.
-¿Qué?
-¿Dónde estás?
-En el parque, ¿por?
-Es la hora de cenar, y mamá me ha dicho que vengas ya. -susurra.
-Vale, en quince minutos estoy allí.
-No, Tara. -bufa- En menos.
-Mike, del parque a casa hay 15 minutos andando ¿recuerdas?
-Es verdad. -bufa de nuevo- ¿Qué le digo a mamá?
-Que estoy con Justin, simple.

Y le cuelgo. Mi hermano es experto en joderme buenos momentos. No sé cómo lo hace pero siempre lo consigue. Justin me mira con una sonrisa de oreja a oreja, y hace que me contagie.

-¿Qué pasa bebé? -dice recogiendo el mechón de pelo que me cubre ahora la cara.
-Me tengo que ir a cenar. -suspiro- Están mis otros abuelos en casa y tengo que cenar con ellos.
-¿Y eso es malo? -ríe.
-No. -digo agitando la cabeza- Pero quiero estar contigo.
-Tara. -dice agarrando mi mentón y mirándome a los ojos- Tenemos más días ¿sí? Yo también quiero estar contigo pero tienes que pasar tiempo con tus abuelos. -dice sonriendo- Te llevo a casa ¿vale?
-Vale -asiento- Nos vemos mañana, yo te invito a comer y recuperamos tiempo. -dice regalándome un casto beso.

Y asiento simplemente. El ríe ante mi comportamiento de niña pequeña, y al final termina contagiándome.
Me levanto del banco y dejándole atrás sigo caminando dirección a la moto. De aquí a mi casa caminando hay cómo veinte minutos, y si voy con él llegaré antes. Además de que vive en frente de mí y así matamos dos pájaros de un tiro. Mientras pienso en la primera vez que monté en la moto, abrocho mi sudadera hasta arriba dejando ver solo mi nariz y mis ojos. El frío se está apoderando de las noches de Miami.

Camino y sigo caminando. Repaso cada momento que he vivido con él en cada esquina de este parque. A veces pienso en que pasaría si yo ahora mismo me fuera a otro lugar... Le echaría de menos. Echaría de menos vivir cada momento con él, reviviría todos, incluso hasta nuestras bajadas, porque es lo que nos hace ser nosotros mismos, con nuestra esencia, es lo que marca ese nosotros.
Siento cómo unas manos se acoplan a mis caderas y una cabeza se posa en el hueco de mi cuello. Es él. Su respiración aumenta, parece que el corazón le vaya a salir disparado de un momento a otro. Me giro quedando cara a cara con él. Le miro. Me sonríe. Le sonrío. Sobran las palabras en este mismo momento. Recoge mi flequillo detrás de la oreja, y acaricia con la yema de su dedo pulgar mis labios. Mi cara es un continuo 'bésame, y hazlo ya'. Y el parece que lee mi mente, porque acto seguido acopla sus labios con los míos cómo si dos piezas de puzle que encajan a las perfección fuera. Un beso lento. Recogiendo el sabor del otro, y sintiéndole. Un beso de esos que no quieres que terminen nunca. Ríe contra mi boca, y eso da paso a mi lengua. Se baten en un duelo, cómo siempre. Yo soy más rápida, y antes de que él se haga dueño de la mía me separo.

-No quiero que esto termine nunca, Tara. -dice mirándome a los ojos.
-Ni yo.

Y me abraza. Un abrazo lleno de sentimientos. Ojalá no tuviera que irme y pudiera pasar toda la noche así. Entre abrazos, besos, caricias y algún que otro te quiero. Con él. Sin importar el lugar y el frío que haga. Porque todos sabemos que estando con él, me siento más protegida.

[...]

Justin sube a la moto, y yo le sigo. Se quita su chaqueta quedándose en manga corta para ofrecérmela a mí. Acepto después de unos diez minutos de discusión.
El ríe victorioso. Paso mis manos alrededor de su cuerpo aferrándome fuerte a él. No quiero perderle. Justin gira su cara antes de arrancar y me dedica una sonrisa.

-Te quiero -susurra.
-Yo más-sonrío.

Se coloca de nuevo mirando hacia delante. Y arranca la moto. Sale del aparcamiento y se coloca en la calzada. Acelera fuertemente haciendo que mi cuerpo se tambalee un poco. Me tiemblan las piernas. Justin sigue conduciendo, y siento que la velocidad que lleva es demasiado rápida.

| Narrador |

Tara está sentada en la parte trasera de la moto. Le hace un gesto a Justin para que baje su velocidad y este no se entera de lo que su novia le quiere decir. Se gira. Y justo Tara empieza a hacerle gesto para que mira hacia adelante dándole algún que otro grito. Justin vuelve su vista hacia la carretera, y acelera su moto intentado esquivar un camión de mercancías que viene justo enfrente de ellos, pero es demasiado tarde.

La moto de Justin impacta contra la parte de atrás del camión. Tara cae al suelo dándose un fuerte golpe en la cabeza, y Justin se desplaza del impacto hasta la otra parte de la acera. El conductor del camión choca contra la luna, y el airbag y el cinturón le salvan de la muerte.

[...]

Mikel, y Alisson -la madre de Tara- llevan una hora y media llamando al móvil de Tara sin obtener respuesta alguna. Los nervios se apoderan de la familia que se mueven de un lado hacia otro en el piso de abajo. En la acera de enfrente, Pattie, la madre de Justin se mueve inquieta porque su hijo aún no ha llegado a casa. La pequeña Jazzy también está nerviosa a pesar de su corta edad, ella siente que Justin no está en buenas condiciones. Pattie coge su móvil por décimo cuarta vez en esta hora y media, y marca con un poco de esperanza el número de su hijo. Después de cinco pitidos, sigue sin obtener respuesta. Son ya las once y media de la noche.

Ryan, por su parte también esta angustiado. Había quedado con Justin a las once para contarle qué tal le había ido la cena con Desirée, y estaba asustado. Mike, había escrito a sus amigos a ver si sabían algo de su hermana, y ninguno sabía nada de ninguno de los dos. El pánico se estaba apoderando de aquel pequeño pueblo de la ciudad de Miami.

Media hora más tarde en casa de los Weasly...

Las doce de la noche. Tara sigue sin aparecer por casa. Mikel ha mandado a su madre a dormir, y a sus abuelos y tíos. El sigue esperando en el salón con la esperanza de que su hermana llegue a casa de un momento a otro, para echarle la bronca del siglo, pero todo eso después de darle un abrazo y comprobar que está completamente ilesa.
Se levanta del sofá hacia la cocina. Ha hecho ese camino en estas dos horas cómo unas mil veces, pero tiene la garganta seca y necesita algo de agua. Cuándo está apunto de depositar el vaso vacío en el fregadero, el móvil de su madre que se encuentra en la mesa del salón, comienza a sonar. Mikel camina con miedo hacia él. Quizás es una buena noticia, o quizás no.
Respira hondo un par de veces cuándo ve el número. Es un número desconocido pero bastante largo. Descuelga.

-¿Si? -dice con voz temblorosa.
-¿Alisson Weasly? -dice la voz de la otra línea.
-No, soy su hijo, Mike, Michael Weasly. -dice con un nudo en la garganta.
-Le llamamos desde el hospital central de Miami...

A Mikel se le para el corazón. Las manos le empiezan a sudar, y empieza a ponerse demasiado nervioso.

-¿Sigue ahí joven? -le dice el médico.
-Sí. -dice intentando parecer calmado.
-Verás, su hermana ha sufrido un accidente de tráfico hace unas dos horas, y tenemos la obligación de avisar a los familiares de ello, está aquí desde hace una hora aproximadamente. -dice el médico- Queremos hablar con ustedes. -finaliza.
-Está bien. -dice Mike intentando parecer sereno- En diez minutos nos tiene ahí.
-Nos vemos. -dice el doctor.
-Perdone. -dice Mikel antes de colgar - ¿Mi hermana iba sola?
-No, iba con un joven rubio más o menos de su edad. ¿Lo conoce?
-Sí.
-¿Puede usted avisar a su familia?
-Si.
-Gracias.

Y cuelga. Deja el móvil dónde estaba, y sube las escaleras sigilosamente tratando de no despertar a sus tíos, a sus abuelos y a sus primos. Despacio abre la puerta de la habitación de su madre pensando en cómo le contará todo esto.

Del odio, al deseo. - Cameron Dallas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora