En un campo repleto de flores, todas parecen iguales, pero ninguna lo es.
Todas tienen pétalos, pero cada uno es distinto en cada una de ellas. Eso las hace únicas.
¿Y si se los quitamos?
¿Son iguales si se los quitamos?
Tampoco lo creo.
Alguna más torcida, una más clara, otra más baja...
Pero hay una cerrada.
¿Por qué está cerrada?
De repente se abre.
Es distinta.
Muy distinta.
Es un poco rara.
No es perfecta.
Me encanta.
Quiero esa flor.
Sus pétalos no resaltan entre los demás, pero a mi vista brillan más. No es más larga o más baja de lo normal, pero para mí destaca. Su color no es el más vibrante, pero llama mi atención.
Si me siento a su lado me siento bien.
Me devuelve respuestas aunque yo no haga preguntas, eso me hace sonreír.
Y pueden pasar horas, días o semanas, aunque a veces no sienta su respuesta, yo sigo ahí.
Un día miro a mi alrededor.
El resto de flores se están cerrando.
No, no se están cerrando, están encontrando a su flor.
Siguen viviendo.
Devuelvo mi vista a mi flor. ¿En qué momento se ha cerrado?
Está cerrada, esta sí lo está de verdad.
Espero días.
Llueve, está cerrada. Hace viento, está cerrada.
Sale el sol, me emociono porque se supone que se abrirá.
No lo hace.
Espero más días.
No se abre.
Me canso.
¿Debería sentir tristeza?
¿Debería romperme por una flor habiendo miles de millones más ahí fuera?
No lo sé, esa flor es especial para mí...
¿Qué es de sus pétalos?
No sé si esperar o seguir adelante.
Miro al resto de flores.
Ninguna me ve a mí.
Me levanto.
Mejor sigo caminando por el campo de flores, con la esperanza de encontrar otra igual que esta. Pero en el fondo, lo sé, sé que no hay dos flores iguales, ni si quiera dos flores iguales sin pétalos.
ESTÁS LEYENDO
Una pequeña mente inmena
Teen FictionCortos relatos sin pies ni cabeza. A falta de contexto, es necesario el uso de la imaginación. Ideas que se escapan de mi mente, historias que quieren ser contadas y pensamientos que exigen ser plasmados, todos ellos se reúnen aquí para intentar ent...