Miró, agradecer, respirar (verbos) alivio, calor.

14 1 0
                                    

Oscuridad. Miedo. Peligro. La niña pequeña corría todo lo que podía con sus cortas piernas. No sabía adónde iba, no había camino. Ni nada para tomar como referencia.

A su alrededor habían sombras.

Sombras que la confundían.

Sombras que la perturbaban.

Sombras que la presionaban.

Ella no quería crecer. No quería cambiar. No quería adentrarse en ese mundo hostil. Sin color. Sin alegría. Sin nada.

Pero a pesar de ello, ellos continuaban presionándola. Obligándola  a que hiciera lo que ellos quisieran.

En medio de esa mar oscura apareció algo. Era diferente. Muy diferente.

ERA COLORIDO. Y ese algo era un niño.

La niña aguantó la respiración. Nunca lo había visto.

Al principio desconfió pero pronto lo olvidó pues, como era una niña, cuando se juntaba con otros niños jugaban todos juntos.

Siguió al niño, aliviada por haber encontrado a alguien como ella.

Llegaron al borde de un claro y el niño le alargó la mano. La niña la cogió sin dudarlo y entraron.

Hacía calor y sintió alivio. No notaba presión. No notaba nada obligándola. Podía ser ella misma.

El niño le trajo juguetes, libretas y colores. Libros y peluches

— ¿Cómo te llamas? —preguntó la pequeña.

— Algunos me llaman Inocencia. Otros, Lugar Privado. Pero para ti yo puedo ser Libertad —dijo el niño.

— ¿Y por qué? —inquirió la niña.

— Porque soy difícil de alcanzar entre todo esto. Entre la presión, las obligaciones, los caminos sin salida, las caídas y más cosas... Soy algo que no todo el mundo consigue —explicó Libertad.

— En ese caso... quería agradecerte que... —el niño puso un dedo frente los labios de la niña.

— No me tienes que agradecer nada. Cuando quieras tranquilidad o verme búscame. Pero te aviso: A veces te será difícil encontrarme.

Petición hecha por: Hund.

Textos Improvisados.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora