Había una vez una muñeca de porcelana. Estaba en una estantería, sola. Pero estaba bien. Le gustaba esa tranquilidad, ese silencio, tan diferente a los bulliciosos baúles llenos de muñecas y peluches.
Pero un día le pusieron como compañeros dos peluches algo viejos.
Eran unos peluches que olían bastante mal, y ocupaban mucho espacio, aplastando a nuestra muñeca de porcelana.
También estos peluches no respetaban ningún espacio vital y se reían y burlaban de la muñeca de porcelana.
Tampoco le dejaban dormir, así que poco a poco la muñeca fue deteriorándose, resquebrajándose.
Muchas veces la tiraban de la estantería y se chocaba con un hierro. "Es por tu bien", decían.
No se sabía cómo, pero le ponían sal en su ropa y dentro. Cosa que hacía que la ropa se secara aún más y se desintegrara en las manos de quien la tocaba.
Un día, entró un pintor a repasar una capa de color morado en un baúl, dejando el cubo de pintura bajo la estantería de la muñeca de porcelana. Cuando el pintor no miraba, los peluches malos arrojaron a la muñeca de porcelana al bote.
En el camino se golpeó con la barra de hierro (que después d muchos golpes) la cara de la muñeca terminó por hacerse añicos. Cayendo directamente en el pote de pintura.
El pintor oyó el estruendo (y la mancha) y cogió a la muñeca. Recogió los restos de la cara y la miró. No con asco por estar manchada, simplemente la observó.
Al cabo de un rato el pintor dijo: "Lo que te han hecho pequeña. Te llevaré a un lugar mejor, un lugar donde te arreglaré, vestiré y te daré una zona tranquila, para que descanses y te recuperes. Te lo prometo. Quédate conmigo".
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Textos Improvisados.
RandomTextos breves surgidos de la combinación de un par, tres, cuatro o cinco palabras.