El paisaje era salvaje, agreste, sin dueño y sin límites. Algo peligroso para los que no sabían sobrevivir en él. O comprender todo lo que había allí.
Un pequeño cervatillo se despertó y salió a jugar como cada día.
Fue paseando, saltando y brincando de aquí para allá hasta llegar a la linde del bosque.
Más allá vivían los humanos. Una especie nada agradable. Pero el cervatillo no lo creía así. Conocía a un joven niño el cuál amaba el bosque y no le gustaban las guerras ni la violencia.
Unos días antes el cervatillo observó que este niño, mientras paseaba por el bosque, se topó con una hembra de lince embarazada y muy herida. El niño, lejos de aprovechar la situación y matarla, la intentó curar.
Como la herida era bastante grave, el niño sólo pudo estabilizarla y evitar que se desangrara.
Pero hoy era un día distinto. El joven notó algo. Algo inexplicable. Y lo siguió.
Se adentró por el bosque siguiendo a cervatillo hasta una cueva bastante escondida. Tuvo que apoyarse e impulsarse por las rocas dado que no poseía la gracilidad y agilidad del cervatillo.
Y vio a la lince en un estado muy lamentable. Estaba en sus últimas y, para el colmo, estaba dando luz. No le salía sangre. No se le moría la carne. Se convertía en un polvillo blanco que resultó ser sal.
El tiempo apremiaba. La cría no salía y el deterioro avanzaba con demasiada prontitud. No daría tiempo.
Con gran esfuerzo, el chaval consiguió sacar a la cría. La cuál emitió un quejido y un maullido que se le impregnó en el alma. Un grito de ayuda, de agradecimiento y de amor. La cría despertó, le miró y desapareció.
Después de una gran polvareda, el chaval descubrió una figurita felina dispuesta a ser un collar. Y con ella,esta frase: Siempre estaré contigo. Aunque me odies. Aunque me olvides.
Petición hecha por: Hund.
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Textos Improvisados.
De TodoTextos breves surgidos de la combinación de un par, tres, cuatro o cinco palabras.