El despiadado CEO Park Jinyoung, del grupo Park, parecía tener una vida perfecta. Un hombre adicto al trabajo, de temible carácter y odio infinito al contacto humano.
Todo parecía ir según su estratégica planificación de vida. Hasta que recibe la m...
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— ¡Maldito hijo de puta! Espero que tus pelotas exploten. ¡Vete a la mierda, cabrón!
Jinyoung no contuvo la irritación y dejó que arrasara, junto a una gran patada, directamente la entrepierna del alfa. Maldiciones disipándose por el ambiente. Su piel ardió por la rabia, odiando cada segundo en aquel estúpido sitio. ¿Acaso pensó que sería un idiota fácil? No, él era todo menos un idiota fácil; gruñó como si fuera un animal furioso y herido, maldijo en todos los idiomas posibles y existentes, para luego salir corriendo directo a la mansión. El primer maldito vehículo frente a él sería la clave del gran escape, no iba a sucumbir frente al mundo.
Acompañado de grandes zancadas se internó al interior del edificio lujoso, furibundo como el infierno. Si pudiera matar con la mirada, de seguro, todos a su paso estarían muertos en un abrir y cerrar de ojos.
Respiró profundo antes de ingresar, conteniendo el maldito carácter Park. —¡Necesito ayuda! Maldición... — clamó, golpeando la mesa del recibidor estrepitosamente. Focalizó su atención en el sitio, la opulencia y el poder reflejados en cada rincón de la casa, sin embargo, no plasmó una gran impresión en él, sino lo contrario, deseando quemar todo al paso.
Mientras ideaba cómo joder al idiota alfa, recorrió cada rincón. Cuando pensó volver a la estancia, un extraño susurro lo condujo a las habitaciones de la planta superior.
Tragó grueso al sentir las feromonas acumuladas alrededor, asfixiando el aire a lo largo del vasto pasillo. Jin, a duras penas, pudo contener el impulso de huir, aunque una pequeña luz le dio la clave de lo que sucedía. — ¿Tío Junho? — Abrió los ojos como platos. Los gemidos traspasaron los tímpanos del castaño.
Siendo evidente lo que estaba ocurriendo, al otro lado de la puerta, el omega se sintió algo enfermo; las náuseas lo embargaron y, como pudo, marchó hacia el baño más cercano.
— ¿Es posible que podamos hablar, tú y yo, sin violencia de por medio? — indicó el alfa, quien hizo una mueca recordando el golpe del castaño.
— ¿Mereces algo así? Imbécil... — Apretó los dientes, la rabia le hizo ver en rojo.
— Eres mi omega. ¿Escucharás lo que tengo que decir, por favor? — El pelinegro suspiró abatido. Aunque, sonrió al ver las abultadas mejillas del embarazado. ¡Dios! Aquel hombre sería su perdición.
— ¿De qué te ríes?, ¿es gracioso esto para ti? Maldito cabrón... — Oprimió los puños en un intento por calmar la ira.
— Estoy feliz de estar contigo, ahora, en este preciso instante. — La protesta de Park quedó en la garganta sin poder salir, pues fue atraído posesivamente contra el pecho del pelinegro—. Necesito hablar, yo... — Jin lo golpeó en el torso, resistiendo el impulso de sucumbir por el guapo sujeto.
