❝Soy una Salvadora. Por sobretodo, soy la hija de mi padre. Nosotros no nos doblegamos aunque nos quiebren en mil pedazos, y el único perdón que otorgamos es una bala en el corazón. Harías bien en recordarlo, porque el segundo que ponga un pie fuera...
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...𝐋𝐀 𝐂𝐀𝐔𝐒𝐀 𝐃𝐄 𝐓𝐔 𝐒𝐔𝐅𝐑𝐈𝐌𝐈𝐄𝐍𝐓𝐎.❞
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"—¿Sabes es el problema? Que te odio. Odio cada parte de ti. Cómo respiras, cómo mueves la boca al hablar, cómo caminas. Absolutamente cada una de tus células. ¿Pero sabes qué odio más que a ti? —¿A mi padre? —Sí. Pero también odio que no te pueda sacar de la cabeza. Me da náuseas."
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Catorce meses. Izzy y su hermano Alex tenían catorce meses de diferencia.
De pequeña, Izzy había deseado ser la hermana mayor durante años. Sí, ser la menor tenía sus ventajas, como la absoluta atención de sus padres y el que jamás salía regañada cuando jugaban a la lucha libre con Alex, pero aún así, su hermano era tan genuinamente genial que Izzy no podía evitar querer ser un poco más como él. Se lo atribuía a la diferencia de edad —todo ese aire de madurez que tenía y la manera en que siempre podía decir las palabras correctas en el momento correcto. Alex era la mejor persona que conocía. En los viajes largos de carretera, se acurrucaba contra la puerta del auto para permitir que Izzy estirase los pies al acostarse. Le daba la última de sus gomitas aunque no pudiesen permitírselas a menudo, y parecía ser capaz de resolver cualquier problema que le pusieran por delante, incluidos los de Izzy.
Cuando los muertos se levantaron de la Tierra y se vieron obligados a dejar su pequeño apartamento junto a su gatito en Vancouver, Izzy tenía apenas once años. Su madre falleció al poco tiempo después y su padre se transformó en alguien que ninguno de los dos conocía con tal de mantenerlos a salvo. Hizo lo necesario para establecerse en una comunidad donde pronto tomó el poder, pero fue Alex quien adoptó la tarea de cuidar personalmente a su hermanita. Mientras su padre consolidaba a los Salvadores y le aseguraba sus hijos una posición donde nadie le pondría un pelo encima, era Alex quien se aseguraba de que Izzy comiera aunque no tuviese apetito. Era Alex quien calmaba sus terrores nocturnos. Era Alex quien se hacía cargo de mantener vivo el recuerdo de mamá. Era Alex quien arriesgaba todo a cambio de que su hermana no se enfrentase a la crueldad del mundo, inclusive su propia seguridad. Era Alex quien, aún siendo la mano derecha de Negan a los tímidos quince años, no sacrificó ni un pedacito de su humanidad para demostrarle a Izzy que no era necesario hacerlo.
