❝Soy una Salvadora. Por sobretodo, soy la hija de mi padre. Nosotros no nos doblegamos aunque nos quiebren en mil pedazos, y el único perdón que otorgamos es una bala en el corazón. Harías bien en recordarlo, porque el segundo que ponga un pie fuera...
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❝Ser bondadosa dejó de ser un cumplido hace mucho tiempo, princesa. Es la clase de cosa que te acabará matando.❞ —Simon.
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OCTUBRE 2016 Puertas del Santuario
Concedido: vigilar a Carl Grimes batallar con caminantes había sido interesante durante un momento. Un pequeño momento que, para su absoluta desgracia, no duró más de quince minutos.
Simon había construido algo así como un ring de entrenamiento contra caminantes en el patio del Santuario, y dos días después de inaugurarlo tuvo —según sus propias palabras— la brillante idea de meter allí a los prisioneros de vez en cuando.
—Es malditamente genial, jefe. Mantenemos a los tipos en forma y les damos el susto de sus vidas. Tómalo como tortura productiva.
Había resultado ser una tortura tanto para Carl como Izzy.
Debía reconocerlo, el chico se manejaba entre los caminantes casi sin esfuerzo. No se acobardaba, sabía medirse bien en los espacios y hacer uso de los recursos que les rodeaban. Durante los primeros quince minutos, Izzy se había quedado pasmada viendo como se las ingeniaba para deshacerse de muerto tras muerto a un ritmo que los dejaría escasos de cadáveres pronto. La mayoría de los prisioneros acababan heridos dentro de una hora o tan cansados que se desmayaban y había que entrar apresuradamente a rescatarlos para que no los mordieran, pero las dos nuevas incorporaciones de Alexandría parecían haber nacido para ese momento. Daryl, el dichoso compañero de Carl, era tan habilidoso con las armas que Izzy se lamentaba no fuese parte del equipo de su padre. Además tenía una puntería fenomenal. En una ocasión le había visto lanzar un cuchillo a un caminante a cinco metros de distancia, y acertarle justo en medio de las cejas.
Pero luego de la impresión inicial, el aburrimiento empezó a asentarse. Pronto se volvió tedioso y algo así como repetir una y otra vez la misma serie de televisión. A pesar de estar en pleno Octubre, el sol del mediodía le había dejado los brazos bronceados y bordeando el rojo. No podía descuidar a Carl, porque corría el riesgo de que intentase algo estúpido (altamente probable) o que hablase con Daryl tras sus espaldas. Para minimizar el riesgo intentó convencer a Dwight de que alternaran los horarios de sus prisioneros en el ring, pero el rubio parecía muy entusiasmado en mantener al arquero allí todo el día. Tampoco podía encargarle su seguridad a otra persona, porque no confiaba en que nadie más comprendiera la importancia de dejarlo vivo tanto como ella y su padre.
Así que allí estaba, viendo al chico apalear caminantes mientras atardecía cuan película western.