8. Aceptación

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Como había vuelto a tener bajo su lupa a Light, L tenía que estar más atento.

Como Misa ya casi no se despegaba de su lado a menos que tuviera que irse a una filmación junto con Matsuda o quisiera pasar tiempo en su cuarto como le era usual antes, causaba que su vigilancia fuera más fácil. Aunque quizá aquello le resultaba peor en vez de mejor.

Porque, últimamente, el caso Kira era aburrido. Ya todos los miembros del equipo de investigación estaban sugiriendo que lo dieran por cerrado y liberaran a Light y a Misa. Ya que se pensaba que el asunto de la regla falsa podría olvidarse puesto que Kira no había vuelto a atacar en semanas.

No obstante, L insistía en continuar un tiempo más, a pesar de que todos realizaban actividades que en nada se relacionaban al caso. Algunos jugaban juegos de mesa y muy de vez en cuando tocaban la computadora. Otros como Misa y L se ponían a charlar sobre cualquier tema, aunque aquello no impedía que L mirara de reojo a la computadora cada ciertos minutos. Él era el único que todavía parecía a punto de saltar ante cualquier nueva pista, de la misma manera que antes lo hacían todos, deseando que fuera la que marcara el final.

«Me estoy volviendo loco acá: espero que Ryuk haya encontrado al Kira indicado.» Pensaba Light, a punto de querer arrancarse los pelos por perder en Parking Mania por milésima vez.

Al final, el detective había estado actuando de la manera correcta al no bajar la guardia: un nuevo Kira había aparecido.

No hacía falta decir que el resto se había tragado sus palabras, no por primera vez, acerca de que L había tenido razón. El no poder olvidar los metodos extremos y poco ortodoxos que el detective había utilizado, los había frenado de confesarlo.

Sintiendo la falta de grandes ojos sin vida que los observaran con detenimiento, Misa se levantó de su silla y dejó que los hombres discutieran acerca de este nuevo hecho. Fue a sentarse en el sofá, a los pies de L, cuyo cuerpo había colapsado una vez una nueva pista le había dado esperanzas de que el caso terminaría correctamente y no con dos sospechosos siendo custodiados por siempre o estando libres, sin que ninguno supiera realmente si eran o no culpables.

Misa lo miró con atención. Reparó en su rostro relajado, sus grises párpados cerrados por fin, su posición de dormir tan normal pero tan rara en él que lo hacía verse más pacífico, más tranquilo...

Se preguntó por primera vez cuánto tiempo había trabajado él en este caso, cuánto estrés requería que, al hallar la pista tan ansiada, finalmente dejara que su cuerpo se relajase, y colapsara sin más, cayendo sobre el sofá y empezando a respirar fuerte.

Mirarla, curioso y contemplativo: eso siempre hacía él. Pero Misa se preguntaba si su relación con L se habría dado si se hubieran conocido en circunstancias menos complicadas, si ella se habría sentido satisfecha con continuar experimentando la vida adulta y sobrellevando su soledad trabajando de lo que más amaba... o la muerte de sus padres habría dejado un hueco más difícil de llenar y entonces le sería difícil hallar la felicidad.

De algún modo, Misa se dio cuenta, terminaba dependiendo de las personas al mismo tiempo que no. Porque no sabía como habría sido si nunca hubiera conocido a L, pero ahora que lo hacía sentía que una vida sin él sería una vida sin algo muy importante.

Vivir sola, imaginaba, no la llenaría de felicidad como recibir aunque fuera unos diarios y genuinos buenos días. Bailar sola no la haría sentir dichosa como unos brazos envolviéndole la cintura y guíandola literal y metafóricamente. Y el tener fanáticos solo la instaba a aparentar, a ocultarse y no mostrarse como verdaderamente era si hablara con personas que se preocuparan por ella al conocerla por quien era y le respondieran con cariño.

Necesitaba tener la certeza de que alguien la estaría oyendo tocar el piano, de que alguien a los dos segundos le diría sin dudar lo orgulloso que estaba, no por su peso ni por su sonrisa ni por su trabajo, sino por lo lejos que había podido llegar.

Misa quería a L de la misma manera que había querido a sus padres, se imaginaba los momentos que pasarían juntos y su corazón latía a un ritmo veloz, anhelante de compañía y anticipadamente feliz a pesar de no saber cómo iría a terminar el caso Kira, aquel que parecía ser el único problema entre ella y L.

¿Era ella una asesina? Y, sabiéndolo, ¿era L capaz de ir en contra de sus principios y liberar a Misa?

Las dudas la invadían cada tanto, no obstante, pero aunque no supiera lo que le depararía el futuro, cómo avanzaría su relación con L y cómo el infame caso repercutiría aún más en su vida, Misa consideraba que verlo cada día era más que suficiente.

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Nota final:

Espero que les haya gustado y que de algún modo se entienda que no estoy dando a entender que la felicidad se consigue en compañía, sino que Misa la consiguió así. Esa fue mi manera de evitar que el personaje terminara actuando muy Out of Character (no como sí mismo).

Siento que ya conté todo lo que pude contar: el objetivo de "encontrar la manera de ser feliz" (a lo Misa, obvio) ya se cumplió. No descarto la posibilidad de que en un futuro me agarre la inspiración y desee continuarlo.

El significado de una sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora