Capitulo 2: Los últimos Jedi Sombra.

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John tomó asiento en su nave, y se colocó frente a la mesa de hologramas. Había enviado el reporte de la misión a la Maestra Lira, sin poder evitar preguntarse qué sería de los nativos restantes en la aldea, tanto los civiles como los soldados que se rindieron.
Poco después llegó a la conclusión de que no podía importarle menos.
—Qué puta pérdida de tiempo... —se dijo mientras se estiraba, haciendo tronar su espalda, y se conectó a la reunión con el Concejo Jedi.
Todos los Jedi que conocía, excepto Obi-Wan Kenobi y Anakin Skywalker, estaban sentados en sus sillas en Coruscant. Desde la perspectiva de John, se veían como juguetes en una mesa. Pequeños desde su perspectiva, y para ellos el holograma de John era del tamaño que éste tenía: unos intimidantes metro ochenta y tres.
—Llega tarde, General Strider —dijo el Maestro Mace Windu, apoyando sus codos en sus rodillas y con los dedos cruzados.
Si había un Jedi que John admirara casi tanto como a su maestro Rahm Kota, o al Maestro Yoda, ése era Mace Windu. El Sombra era alguien muy selectivo a la hora de ver a quién daba su respeto, pues para tener el respeto de John, había que ser no sólo un Jedi habilidoso tanto con el sable como con la Fuerza, sino también un soldado de pies a cabeza.
—Mil disculpas, Maestro. Hubo más resistencia local de la esperada, pero la amenaza Sith ha sido eliminada. Los nativos hostiles tuvieron que ser neutralizados, pero nos rehusamos a ejecutar a los que se rindieron o de plano no tomaron parte en la batalla —contestó John, esperando que fuera cierto. Lo último que ocupaba, era ser acusado de crímenes de guerra—. Y parece que cesó de delinquir hace algún tiempo, no encontramos esclavos en ninguna parte de la aldea.
—¿No la interrogaron? —inquirió el Maestro Plo Koon.
—Lamentablemente —sí, claro—, me vi forzado a ejecutarla en el combate.
—Eso impulsivo fue. Consultarlo con nosotros antes debiste —dijo el Maestro Yoda.
—Lo siento, Maestro Yoda, pero la Maestra Lira no lo vio necesario. Se lo comentaré cuando la vea —dijo John—. Con todo respeto; ¿No deberían estar el Maestro Kenobi y el joven Skywalker aquí?
—El Maestro Kenobi y el joven Skywalker se hayan en una misión de rescate —respondió el Maestro Windu.
John sabía que no ayudaría a su imagen el no estar al tanto de todo, pero parte de los mecanismos que había adquirido con los años para lidiar con sus demonios (probablemente el único que no fiera un vicio, y por tanto, el único sano), era seguir la filosofía estoica.
—¿Rescate?
Evidentemente, se había perdido de muchas cosas desde la última vez que tomó parte en una reunión del Concejo. Era el representante de los Sombra, por lo que sólo debía de unirse a la hora de rendir cuentas con los demás Jedi sobre la cuota de Sith eliminados recientemente.
—Sí. El hijo de Java el Huth fue secuestrado por el Conde Dooku —replicó el Jedi del sable amatista.
—¿No se supone que el hijo de un poderoso criminal de Tatooine debe de estar protegido? —criticó Shaak Ti, haciendo que John se preguntase en qué había estado pensando la Maestra Jedi mientras comenzaba a discutirse el asunto.
—Los Sith obran de varias maneras. No sabemos cómo tuvieron acceso a él, mucho menos el porqué —dijo el Maestro Ki-Adi-Mundi.
La mente de John, por alguna razón que él mismo desconocía, se dirigió de nuevo al Canciller Palpatine, a quien recientemente Jar Jar Binks, ese irritante gungan que por alguna extraña y mística razón había sido nombrado senador, le había otorgado poderes de emergencia al ya mencionado canciller.
"Un día oscuro para la República." Había comentado John mentalmente al enterarse.
—¿Creen que el Canciller Palpatine tenga algo que ver con esto? —se limitó a preguntar John, haciemdo que todos esos pares de ojos fueran a clavarse en él—. Explicaría cómo los Sith han decidido arriesgarse a meterse con el mundo criminal de Tatooine. Con ese respaldo, incluso yo me volvería más osado.
—General Strider. Ese hombre defiende a la República y la democracia —dijo la Maestra Shaak Ti—. Los poderes de emergencia le fueron otorgados porque es el mejor candidato a tenerlos en estos tiempos de crisis.
—Si usted lo dice, Maestra... Mas sin embargo reitero en la cuestión que ya he sacado a flote varias veces en sesiones pasadas: Los Sombra podríamos dejar de sospechar tanto del Canciller Palpatine y el Senado si nos dieran acceso a éste último.
Yoda se frotó la barbilla.
—Acceso al Senado no podemos darles. Sus pensamientos muy violentos son. Perturbarían la confianza entre el Senado y el Concejo, y permitirnos eso no podemos.
John se contuvo de recordarles que, para hacer la clase de trabajos que él y sus compañeros llevaban a cabo, su mente tenía que funcionar de esa manera.
—Lo entiendo, Maestro Yoda. Pero la Maestra Lira no lo creerá viniendo de mí.
—Ella informada ya fue. De acuerdo está con que los Jedi Sombra permanezcan fuera de la política.
—Sí, por supuesto... —pensó John—. Me lo estará echando en cara pronto.
—El Concejo hizo una excepción contigo, Strider, porque necesitamos que nos rindan cuentas —señaló el Maestro Windu con frialdad—. No nos hagas arrepentirnos.
—No lo haré, Maestro —prometió el Sombra.
—Y es toda una excepción, pues aunque seas muy independiente, sigues siendo sólo un padawan —dijo el Maestro Ki-Adi-Mundi.
—Volviendo al tema del hijo de Java —intervino nuevamente el Maestro Plo Koon—, ¿dijeron que estaban en los territorios de Grievous y Dooku?
—Sí —confirmó Windu.
—Son dos Sith poderosos —señaló John—. Si los atacan a la vez es probable que perdamos a dos Jedi y el hijo de Java siga sin ser rescatado.
—Aumentar la fe en nuestros compañeros Jedi debemos, joven Strider. Mucha desconfianza entre nosotros detecto —Yoda volvió a mirar al Concejo Jedi—. Y qué hacer con Grievous y Dooku pensar debemos.
—Si me preguntan...
—Primero veamos qué sucede —interrumpió Shaak Ti.
—Déjennos a Grievous y Dooku a nosotros —intervino John con cautela... Y paciencia—. Son Sith después de todo, y los Sith son nuestra especialidad.
—Nosotros también combatimos a los Sith, joven Strider —replicó Shaak Ti, como si estuviera ofendida.
—Discutir eso cuando el Maestro Kenobi y el joven Skywalker estén aquí debemos. La reunión finalizada está. Volver a sus asuntos deben —dijo Yoda, e inmediatamente John se desconectó.
John exhaló, cansado, y se agachó apoyando los codos en las rodillas, pasándose con fuerza las manos sobre su oscuro cabello negro como la hoja de su espada.

Star Wars: La cacería de los Sith.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora