Tres meses...
Ayanga había ido con Yibo a Alaska, su curiosidad había sido mucha. Es decir, después de analizar la sangre, de hacer todas las pruebas posibles, había encontrado algo que podría convertirse en un hito científico. Así que, necesitaba más datos, y que mejor que ir directo a la fuente: la manada de Yibo.
Ésta contaba con cerca de treinta miembros, lo cual era mucho. Significaba una mayor responsabilidad para el alfa, así que podía entender porque el mayor estaba tan estresado respecto a ellos. Pero no todo en su investigación consistió en sacar sangre y analizar la anatomía. También hizo algunas observaciones de comportamiento.
Descubrió que Yibo nada tenía que ver con la primera impresión que tuvo de él. Pensándolo bien, en aquella ocasión, el lobo solamente había actuado conforme a su ser, era territorial y Zhan era su pareja, obviamente había extendido a su alrededor un aura hostil. Pero, con el resto de la manda, no se mostraba tan protector y Ayanga tuvo libertad de acción. Era un alfa amable, comprensivo y atento. Su manada le quería y no le reprocharon su ausencia anterior, en su lugar, estaban contentos de volver a verle y le obedecían sin rechistar.
Ayanga anotó que, en esa manda en particular, había una especie de consejo. Yibo era algo así como el presidente, tenía la última palabra; pero escuchaba a otros y los consideraba.
Estaba el macho líder, quién en teoría debía ser su pareja, pero que tampoco parecía molesto por no serlo: Zhuo Cheng.
Él es pelirrojo y un hermoso alfa, muy inteligente y excelente en los deportes. Se comportaba como un hermano con Yibo, y éste lo trataba como un igual, con mucho respeto. Probablemente era él, quien más influencia tenía en sus decisiones.
Luego, estaba Hai Kuan, otro alfa. Si Zhuo Cheng era la mano derecha de Yibo, éste era la izquierda. Por lo que sabía, era medio hermano del alfa. Un lobo castaño de ojos penetrantes como los de su hermano. Yibo confiaba en él como en nadie, lo apreciaba y cuidaba sus espaldas, tanto como éste las de él. Hai Kuan era tan inteligente como los otros dos, lo evidenciaba su ácido sentido del humor y perspicacia. Entre él y Zhuo Cheng, notó una atracción inequívoca y ambos estaban contentos con el cambio de su naturaleza; ahora podían estar juntos.
El tercero en el consejo era un beta llamado Xue Yang, quien abrazaba las palabras de Yibo con admiración, era un guerrero y le contó a Ayanga sobre las veces que él y Yibo habían peleado juntos en defensa de la manda.
El mayor estaba de acuerdo con la investigación de Ayanga, quería saber más de su nueva condición y estaba seguro de que sería de utilidad para todos. Así se lo hizo saber a su manda, y junto con ese grupo de apoyo, consiguió organizar a todos y comenzar con la verdadera decisión, una que cada uno de los lobos tenía que tomar: ¿Qué deseaban hacer?
Una manada tan grande es difícil de mantener, implica conseguir más alimento y proveer más protección.
En el mundo natural, en la dinámica de los lobos, algunos morirían, tanto jóvenes como viejos, otros, al alcanzar la edad adulta se marcharían y buscarían sus propios territorios. Pero ahora las cosas no eran tan sencillas. Por supuesto, los miembros más ancianos expresaron su deseo de quedarse en sus tierras, de conservar un poco de su antiguo ser. Yibo le proveería de hogar y recursos hasta el último de sus días, claro, ese era, más bien, un regalo de Zhan para él. Es decir, darle la posibilidad de cuidar de éstos.
Entre los jóvenes que desearon quedarse, hubo algunos que decidieron incorporarse a la vida del pueblo, aprender oficios y vivir con el resto de la gente. Otros desearon ir con Yibo a China, entre ellos, por supuesto, sus tres amigos. Sin importar la decisión que tomaran, contarían con Yibo siempre y él los ayudaría dentro de sus posibilidades. Ahora, eran humanos, además de lobos. Eran libres y podían vivir independientemente, pero también eran parte de una manada, una familia.
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El origen
RandomEn una noche de luna llena, el lobo alfa de la manada pide un deseo. Bajo el amparo de la Diosa de plata surge una nueva raza. ADAPTACIÓN Esta historia no me pertenece