Capítulo ocho: problemas.

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Era sábado por la mañana y Sanemi se preparaba para salir, tomó su maleta y después de salir de su casa y cerrar la puerta, llegó a su auto, entro en él y lo arrancó para empezar a andar. No estaba seguro de que los gemelos se encontraran en su casa, pero debía devolver la ropa que le habían prestado. Antes de llegar la casa de los chicos, decidió hacer un desvió para pasar a comprar unos pastelillos como agradecimiento, tal vez sus padres lo recibirían, así que dar las explicaciones con algo de comida le facilitaría las cosas.

Porque claro, llegar de repente a entregar ropa del hombre de la casa que sus hijos le habían prestado luego de dejarlo pasar la noche en su sala, cuando estaban solos, sin duda provocaría dudas en los padres.

Llegó a la pastelearía y se bajó de su auto, entró al local y luego de observar los pastelillos, todos diferentes y muy coloridos, al no saber escoger alguno, decidió preguntarle a la encargada.

—Disculpe, ¿Cuál es el mejor pastelillo que tiene?— Sanemi preguntó un poco apenado, que él, un hombre adulto con las pintas que tenía preguntara ese tipo de cosas, era muy vergonzoso.

—Oh por supuesto, le puedo recomendar algunos muy buenos, pero para ser más específico ¿es algún tipo regalo?— la mujer muy amable le dijo, provocando en el Alfa dudas, ¿era un regalo? ¿una disculpa? No estaba seguro.

—No, creo que más bien sería un agradecimiento— más que como dicho, sonó como pregunta, sin embargo, la mujer entendió y comenzó a enseñarle distintos pastelillos.

Luego de terminar su compra y pasar un momento vergonzoso, Sanemi se dirigió a la casa de los gemelos. Pese a que la vez pasada se había dado cuenta de que no vivían demasiado lejos de entre ellos, conducir desde la pastelería a casa de los chicos quedaba un poco lejos. Tenía pensado llegar antes de la comida, para así no interrumpir, pero el tráfico no ayudaba. Después de casi una hora de tráfico, llegó por fin a la su destino, estacionó su auto y tomó la caja de pasteles junto con la maleta donde había colocado la ropa prestada, para después bajarse y caminar hacia la puerta de la casa.

Tocó el timbre esperando paciente a que le abrieran, en su mente se preparaba para cualquier situación que pudiera suceder. Como esperaba que un adulto le abriera, se sorprendió un poco al ver que en la puerta era recibido por unos de los gemelos.

—Oh, hola Shinazugawa-sensei— mencionó Muichiro serio —¿Qué le trae por aquí?—.

—Hola, vine a entregar la ropa que me prestaron aquel día— le indicó la maleta que tenía en mano —Y le traje a tus padres unos pasteles, por si sucedía algo— mencionó de igual forma, mostrando la caja donde se encontraban los dulces.

—No están, pero llega en buen momento, pase— el chico se quitó para dejar entrar al adulto, quien dudoso y confundido entró. Muichiro lo dirigió a la cocina y le pidió que dejara los pastelillos en la mesa, llamó a su hermano y le índico a Sanemi que se sentara en la silla del comedor.

—Es hora de la comida y estábamos a punto de comer— mencionó sacando del refrigerador un tupper con comida dentro, más precisamente carne con papas.

Yuichiro bajo las escaleras y al llegar a la cocina se sorprendió de encontrar al adulto en casa, pero le restó importancia y comenzó a sacar los platos y cubiertos para poder comer. Sanemi seguía confundido, el gemelo mayor sacaba platos para tres personas, lo que significaba que los chicos tenían pensado invitarlo a comer. Luego de acomodar todo el gemelo mayor se acercó a servir un poco de arroz en cada bol que había sacado, mientras Muichiro calentaba la comida en el microondas.

—Esperen, ¿piensan invitarme a comer?— al fin, saliendo de su confusión, Sanemi preguntó.

—Si— ambos chicos dijeron al mismo tiempo mirando al adulto.

En busca de la felicidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora