Capítulo cuatro: El lobo tras su presa.

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Antes de leer, quiero decirles que en el capitulo aparecerán varias palabras japonesas y su significado estará al final del capitulo.


....

En la mañana del viernes Zenitsu se encontraba en su habitación, debido a que era el segundo día de su celo. A estas alturas, y luego de pensarlo, no le molestó ser Omega. Aún podía casarse con Nezuko si ésta resultaba ser una Beta o una Alfa.

Se levantó del futón para tomar sus supresores, la enfermera de la escuela le prescribió uno ligero para empezar y, dependiendo de cómo se sintiera, le podía recomendar otro más fuerte. Se lo tomó y se volvió a recostar en su futón, su abuelo había ido a recogerlo a la escuela después de que Tanjiro lo llevó a la enfermería.

Ya llevaba un rato preguntándose algo: ¿acaso Uzui-sensei lo estaba custodiando porque sabía que eso le iba a pasar? Además, lo que le dijo al oído lo hizo sentir raro. Cuando Zenitsu recordó eso se sonrojó, sacudió la cabeza tratando de olvidar ese pensamiento.

Su abuelo le decía que se quedara en cama y que no se preocupara en salir hasta que él llegara, porque su hermanastro Kaigaku se quedaría con ellos el fin de semana. No se llevaban mal pese al mal trato que tenía el pelinegro con Zenitsu, pero el chico era un Alfa y sería peligroso tenerlos juntos. Su abuelo había salido a comprar el mandado y a comprarle más supresores. Se sentía solo y aburrido, no quería responderle el mensaje de apoyo a Tanjiro ya que estaría ocupado con la escuela. Mientras se encontraba en casa, trató de leer unos cuantos artículos y cualquier cosa que hablara de ser un Omega, sobre el celo y los embarazos. También acerca de los trabajos que tenían en la sociedad, básicamente la mayoría de los artículos decían que los Omegas preferían casarse y tener hijos.

Por un momento Zenitsu se imaginó teniendo a los hijos de Nezuko y sonrió por eso, la chica le gustaba mucho y quería estar con ella. Sabía que, a pesar de que Tanjiro era muy sobreprotector con ella, lo aceptaría al final. Tenía hambre pues ya era mediodía, su abuelo le había dicho que no saliera de su cuarto, pero tenía que hacerlo. Se colocó su yukata y corrió el fusuma de su cuarto, caminó a la cocina y buscó en el refrigerador algo que comer. Lo único que encontró fue una rebanada de pizza congelada, cortesía de una vecina de su abuelo. La tomó y la calentó en el microondas. Cuando estuvo lista la sacó y se fue a sentar en el zabuton de la sala, encendió el televisor y comenzó a comer. Realmente no veía nada en el televisor, solo lo encendió para sentirse acompañado.

Terminando de comer fue a colocar el plato en el fregadero y, cuando estaba a punto de regresar a su cuarto, alguien tocó la puerta. Zenitsu estaba confundido, ¿a esta hora quién podía venir a verlo? Todos estaban en clases y Kaigaku no llegaría hasta la tarde. Con cautela fue abrir la puerta, era raro que no tocaran el timbre, como vivían en una casa tradicional significaba que la persona que tocó había pasado el rejado. Ya en el genkan, se colocó las sandalias de madera para abrir la puerta.

Se sorprendió al mirar a su profesor de arte frente a la entrada, corrió la puerta para cerrarla, pero la gran mano del hombre la detuvo.

—¿Así es cómo tratas a todos tus invitados?— el hombre dijo altanero abriendo la puerta.

—¿Qué hace aquí? ¿Cómo sabe dónde vivo?— el rubio se echó para atrás y dejó de intentar cerrarle la puerta. Empezaba a tener miedo.

—Es normal que, siendo profesor, sepa dónde vives. Además, una profesora me debía un favor— entró al genkan, se quitó los zapatos y caminó hacia el interior de la casa —No sabía que vivías en una casa tan tradicional— empezó a observar alrededor hasta que su cabeza chocó con algo y se sentó en un zabuton de la sala —Pero es muy pequeña para mí— se recargó en la mesita que estaba en medio de la habitación.

En busca de la felicidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora