DREIZEHN

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SeokJin observó a la bebé, durante el poco tiempo que llevaba con ella y Olivé, se había enterado de muchas cosas, sentía que ella era una clase de Marie, pero pelirroja y muy enojona.

Tal parecía que el bar de Olivé, era un bar para judíos, por eso varios le miraban extrañados cuando entró. Ella no era de aquella religión, pero, ganaba bien resguardando a la gente y el dinero era necesario para poder sobrevivir con su hija, ambas habían sido juzgadas fuertemente por ser una viuda y una huérfana de padre.

Su hija Astrid había sido concebida después de morir su prometido y ella no había encontrado a nadie desde entonces.

¿Qué haría ella si descubría quien era SeokJin en realidad?

Y una pregunta más importante, ¿Quién era el verdadero SeokJin?

El niño risueño e inocente que jugaba con su hermano todo el día.

El adolescente que se peleaba con los que molestaban a su hermano y luego le pegaba él mismo.

El joven serio y frío que fue obligado a entrar al ejército, el que no quería amigos y se obligaba a ignorar a los demás.

El adulto que se encargaba de los negocios importantes de varias editoriales, bancos de armas y documentos...el que se había enamorado de una mujer hermosa y terminó perdiendo todo en una tarde.

O el chico que ahora lloraba en secreto porque asesinó al amor de su vida con sus propias manos, el que comenzaba a delirar con NamJoon y se preguntaba a diario como habría sido todo si no hubiera apretado el gatillo.

Antes adoraba soñar con él, hoy no le gustaba, odiaba soñarlo porque aborrecía el sentimiento de soledad y nostalgia cuando despertaba y se daba cuenta de que no estaba allí, acariciando su cabello mientras la luz que entraba por la cortina le daba en la cara logrando que sus ojos brillaran.

Extrañaba tanto aquellos ojos esmeraldas, así como extrañaba cada centímetro de su piel y cada palabra que le dedico, así fueran aquellos insultos en un alemán mal pronunciado.

—¿Y sabes francés, gitano? — preguntó el mayor mientras se fumaba un cigarrillo.

—Es mi primera lengua, el alemán tuve que aprenderlo porque papá decidió mudarnos aquí— suspiró mientras miraba hacia el lado contrario a Jung.

—¿Y que sabes decir en francés? — levantó la ceja derecha mientras observaba su espalda.

El gitano se giró hacia él chocando con su mirada y habló.

—Je t'aime...Je t'aime beaucoup...— parecía no estar realmente seguro de que quería decir aquello, como si él mismo se lo cuestionara.

—¿Y eso que significa? — frunció el ceño dejando el cigarro sobre la mesita de noche.

—Que te odio mucho, más de lo que te imaginas— suspiró entrecortadamente cuando lo vio acercarse.

—Eres malo mintiendo, pero te creeré— habló serio golpeando su rostro con el aliento con aroma a tabaco que poseía.

El alemán suspiró tratando de no sollozar frente a la bebé que le miraba con los ojos bien abiertos. Era inevitable, llorar se había vuelto costumbre, un tatuaje en su alma, casi tan indeleble como el recuerdo de NamJoon. Tanto como el sonido de aquel disparo.

Astrid comenzó a llorar de hambre y entonces él reaccionó poniéndose de pie, gruñó al recordar que Olivé estaba en la tienda y no volvería en unos minutos, se acercó temeroso hasta la cuna y su corazón se apretujó al ver aquellos bracitos estirarse hacia él.

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⏰ Última actualización: Dec 13, 2022 ⏰

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