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SeokJin respiró con dificultades, la lluvia no le estaba ayudando, llevaba horas caminando, había cruzado palabras con dos personas que le habían preguntado si estaba ebrio, todos se ofrecían a llevarlo a casa.

¿Por qué?

¿Por qué alguien como yo merece que lo lleven a su casa? ¿Por qué alguien como yo es tan temido? Debería darles asco. Soy una mierda, la peor de todas.

Se dejó caer de sentón junto a un árbol del bosque cercano a la plaza, se recargó en él y entonces las gotas de lluvia ácida se combinaron con las gotas saladas de su llanto, uno que se componía del desborde de su ira, su dolor, su pecado.

Sintió que el alma se les escapaba a pedazos, que su corazón roto se encajaba una y otra vez contra su pecho, pero, no era capaz de procesarlo, no era capaz de creer que había hecho algo como asesinar a NamJoon.

No había falsedad en tal acción, él mismo lo tomó en sus brazos y supo que estaba muerto, por su culpa. Enterró sus dedos entre sus cabellos oscuros y siguió lamentándose en su sitio.

Unas manos cálidas le tomaron el rostro. Abrió los ojos de inmediato y miró hacia arriba, era él, sus ojos, su boca, su nariz, era él, el gitano al que tanto amaba de manera nesciente. Aquel chico de mirada triste que anhelaba su aprobación y buen trato.

—N-NamJoon...— fue lo único que pudo decir mientras mordía su labio para evitar caer.

SeokJin hipó con esfuerzo por poder hablar, sus pulgares habían comenzado a acariciar sus mejillas con dulzura. Él seguía mirándolo así, atentamente, sin decir ni una sola palabra, eso comenzó a matarlo.

—NamJoon dime algo, lo que sea... perdón, perdón, perdón, yo no, no estaba pensando, la ira...mi propia negación me hizo un monstruo— habló tartamudeando de vez en cuando, desesperado por oír de sus labios que todo había sido un mal sueño y que él estaba allí.

Sin embargo, Nam solo sonrió de una manera melancólica sin decir nada más, dejó de acariciarlo y pestañeó lentamente.

—¡NamJoon, no me dejes! — gritó al ver que se levantaba y él no podía atraparlo.

El oxígeno comenzaba a faltar, su corazón dejó de latir con fuerza, de nuevo se sentía solo, estaba siendo abandonado de nuevo, estaba recibiendo lo que merecía, pero ¿A qué costo? De igual manera, el silencio del pelinegro dolía más que su adiós.

—¡Dime algo! ¡¡Háblame por lo que más quieras!! ¡¿Por qué no me dices nada?!— gritó exasperado por la situación, apretó sus manos contra el lodo que se había formado por la lluvia.

—Porque quiero que te acostumbres a mi silencio...— le contestó por fin, desapareciendo de su vista.

—¡¡NamJoon!! ¡Regresa! ¡NamJoon! — gritó golpeando el suelo con rabia— no me dejen sólo, no quiero estar solo...lo siento, mucho, lo siento Nam, lo siento Marie, lo siento Smaragd— murmuró llorando en voz baja.

Lloró por horas hasta que la lluvias cesó y él quedó rendido en el suelo, perdiéndose a sí mismo en ese momento.

Lloró por horas hasta que la lluvias cesó y él quedó rendido en el suelo, perdiéndose a sí mismo en ese momento

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SMARAGD [JINNAM]✓✓ EN PROCESODonde viven las historias. Descúbrelo ahora