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¿Sexo? ¿Qué es eso? ¿Acaso se come? El sexo para mí es como Dios: A veces creo en él, aunque no lo vea pero, otras veces, comienzo a dudar de su existencia. La rutina es la asesina de la pasión, dicen. En mi caso a veces llego a pensar que, más que asesinarla, la aniquiló por completo. 

No es que antes del matrimonio el sexo hubiese sido la gran cosa. En los siete años de noviazgo si teníamos relaciones una vez a la semana, era un milagro. Ahora, tras cinco años de casados, necesito elevar una plegaria para ver si tengo suerte una vez al mes. 

"Y entonces, ¿por qué te casaste?" Preguntó una vez mi amiga Charlotte.

¿Pir quí ti quisisti? ¿En serio? Si tuviera un padre como el mío, también se hubiera casado. "Ya estás grande, deberías casarte" "Llevas siete años de relación, es hora de que te cases" "Si no te casas ahora te vas a quedar soltera para siempre" "Cásate o te desheredo". La última es la razón por la que me casé. Mi padre, el señor importante, amenazó con dejarme de patitas en la calle y yo, con apenas veinticuatro años, caí en la trampa. En algo tenía razón: estaba en esta relación desde los diecisiete años. No había muchos caminos para tomar. 

Si si, que Seokjin no está nada mal. Es un hombre divino. Alto, de ojos grandes, labios gruesos y unas facciones que cualquiera con dos ojos funcionales, consideraría sobrenaturales pero... Pero el sexo. UN FIASCO. En algún momento llegué a dudar de que yo le gustara realmente, en otro momento dudé de que le gustaran  las mujeres (llegué a pensar que me usaba de pantalla y todo). ¡Ni siquiera le había encontrado pornografía en ninguna parte! Esa fue la razón por la que terminé pensando —y aceptando— que era, simplemente, un pacato puritano. Misionero, mete y ponga, chau adiós. 

"Le hubieras metido los cuernos", me dijo Charlotte, "pretendientes no te faltan". No, no me faltaban, pero yo tenía que ser la reina de la moral. En mi conservadora familia no había lugar para guampas, al menos que yo lo supiera. Jamás se me ocurriría hacer semejante cosa ¿Cómo lo miro a la cara después?. Así que decidí seguir igual. Frustrada, enojada con la naturaleza por haber creado el sexo por placer e insultando a medio planeta cada vez que aparecía una escena erótica en una película. ¿Por qué ellos si y yo no, eh? Ni siquiera para practicar, por si algún día queríamos procrear. No iba a pasar pronto, pero deberíamos ensayar. 

Viéndole el lado amable, la frustración me llevó a dedicarme a mí carrera. "Asistente senior del CEO", reza la placa en mi escritorio. Tuve que volcar mis energías en algo y elegí el trabajo. Por lo menos, de esa manera, paso la menor cantidad de tiempo posible en casa. Cómo será que prefiero estar rellenando, firmando y sellando formularios, antes que encerrarme con Seokjin a vernos las caras.  No es que nos llevemos mal, pero lo amargada que estoy hace que quiera tirarle un vaso por la cabeza cada vez que abre la boca y, así, no hay matrimonio que aguante. 

Cada día que empieza, apenas abrir los ojos los quiero volver a cerrar porque ya conozco todo el guion. 

"Buenos días Jennie"

"Buenos días Jinie"

"¿Café?"

"Por favor..." 

Diario en mano  (porque es viejo de alma a pesar de tener veintinueve años y parece que desconoce que vivimos en la era digital),  silencio  absoluto. Tragar mi café, vestirme apurada, darle un mísero piquito en los labios y un "Chau, nos vemos después"; para luego correr al mejor estilo Usaín Bolt, meterme al auto y suspirar como una Magdalena. Todos los días igual.

Llego al edificio de oficinas en el que trabajo, presiono el 23 en el ascensor, me instalo en la oficina y ahí me quedo; automatizada por el resto del día sin pensar en nada más que mis obligaciones como asistente. Agenda, citas, horarios, teléfonos, pilas de formularios... Tengo la cabeza tan llena de cosas que el sexo ni siquiera se me cruza. Al menos así era hasta ese día. 

Ya era el mediodía, por lo que tenía que bajar al comedor ubicado en el primer piso para almorzar. Presioné el botón de bajada y esperé unos instantes. Cuando la puerta se abrió, pude escuchar el "aleluya" en mi cabeza. Fueron sólo cinco segundos. Lo juro, sólo cinco. Cinco segundos que me alcanzaron para ver al hombre que estaba parado al fondo del ascensor. Alto, ojos pequeños, cabello castaño peinado hacia atrás y labios gruesos, más gruesos que los de Seokjin. El traje se pegaba como un guante a su cuerpo delgado y esbelto... Un sueño lúcido.  «¿Cómo es que nunca lo había visto?  Hace tres años que tomo el mismo ascensor, a la misma hora , para ir al mismo lugar», pensé embobada. 

Debió de haber notado mi mirada fugaz, porque me dedicó una sensual sonrisa que me dejó las piernas temblando. Inmediatamente después de entrar al ascensor, me di vuelta, roja como un tomate y con las rodillas flojas como flanes. Así y todo, hubiera jurado que tenía su mirada clavada en la nuca. Me lo anunciaban los vellos erizados de mi piel. 

Fueron los cinco minutos más largos de mi existencia, rezando para que el maldito aparato llegara a destino de una vez. Finalmente llegué al primer piso y salí disparada del monstruo metálico, sin mirar atrás; esperando que hubiera seguido hasta planta baja, para no tener que huir del comedor. Afortunadamente así fue. 

Una hora después, volvía a montarme en el ascensor. Estaba esperando adelante de la puerta con el teléfono en la mano, respondiendo un mensaje y así, con la nariz enterrada en el aparato, entré. Una vez dada vuelta dentro del ascensor noté la cantidad de gente que se estaba subiendo por lo que empecé a caminar hacia atrás, esperando chocarme con el caño metálico amurado a la pared. Pero no. Lo que me choqué fue un cuerpo humano, cuyas manos se agarraron de mi cintura mientras la gente seguía aprisionándome contra él. 

Inmediatamente quise girar la cara para decirle que me soltara, tratarlo de degenerado o algo así. Pero apenas darme vuelta, lo vi... 

— Buenas tardes... —ronroneó contra mi oído , dejándome sentir su aliento mentolado al tiempo que un escalofrío me recorría entera.

No salió un solo sonido de mi boca. Sólo atiné a girar la cabeza hacia el frente y paralizarme como si me hubieran dado con una pistola teaser. Era él. Otra vez. Y mi cuerpo parecía negarse a obedecerme. En el piso siguiente, algunas personas más entraron. El hombre enredó sus manos en mi vientre pegándome mas contra su cuerpo, mientras que el mío se negaba a reaccionar a lo que mis pensamientos ordenaban. No se volvió a mover, se quedó sosteniéndome hasta que la gente comenzó a bajar y logré reaccionar, soltándome de él. Soltándome de su cuerpo caliente, de su aliento mentolado, con ganas de tirarme del ascensor por no haberme movido de ahí. Llegar al piso 23 sin mirar atrás fue toda una odisea, pero lo logré. Salí por patas del aparato infernal hasta llegar a mi oficina, intentando evitar el impulso de esconderme debajo del escritorio, e intenté continuar mi día con normalidad. 

Intenté, porque cada vez que me distraía un segundo, sus manos volvían a mi vientre y su sonrisa sensual a mi memoria. 


Hasta acá el primer capítulo de intro. Nos volvemos a encontrar, después del romance meloso y me parecía hora de cambiar el rumbo y probar otro género. Así que agarrense la peluca porque este viaje va a estar lleno de turbulencias!

Que les pareció el cap? Pueden opinar por aquí, si quieren. O pueden intentar adivinar quién es el señor del ascensor... Los reto.  

PD: Si no leyeron mi otra novela, que ya está completa, les dejo mas abajo adonde dice vínculo externo, por si les interesa chusmear. 


Noona ♥

El hombre del ascensor / PJM ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora