3.

22 7 0
                                    

Finalmente yo tenía razón. El regaño del señor Cheong no fue más que una advertencia, para luego decirme que me quedara hasta más tarde a recuperar el tiempo perdido. Las ventajas de ser una buena empleada, supongo. 

No sé como llegué a mi oficina luego de aquella escena, porque después de aquella frase no me quedó ni una sola neurona funcional. ¿Qué quería ese tipo conmigo? Los últimos dos días, desde la primera vez que cruzamos nuestras miradas, no hace más que incomodarme con sus comentarios y sus toqueteos repentinos. Más que todo eso, lo que me molesta es lo inapropiado de la situación. ¿Acaso no vio el anillo en mi dedo anular?

En realidad, ahora que lo pienso, a él no tiene por qué interesarle. Es a mí a la que debe importarle el anillo, Seokjin y esta situación que no hace más que ponerme en peligro. Ese hombre es la tentación andante. De sólo verlo me hierve la sangre. Supongo que lo habrá notado y esa es la razón por la que disfruta torturándome. 

Me decidí por no moverme de la oficina en todo el día, maldiciendo mi neurosis de tener que realizar las acciones de manera monótona todos los días. Siempre el mismo saludo, siempre el mismo café, siempre el mismo ascensor a la misma hora. Mi terapeuta dice que esos comportamientos neuróticos se deben a que la rutina se adueñó demasiado de mí. Tanto que salirme del carril puede derivar en una crisis. Aún así, está convencida de que necesito torcer algunas cosas. 

Bueno, Dra. Yi, acaba de ganar. No pienso volver a subirme a ese ascensor en lo que me queda de vida. Por el día de hoy simplemente voy a evitarlo, así que me acerco a la máquina de café de la oficina, determinada a sobrevivir solo a cafeína por el resto de la jornada. 

Un par de horas más tarde, mientras estoy en el proceso de organizar la agenda de mi jefe, suena el teléfono en mi escritorio: 

— Señorita Kim. Necesito que venga un minuto a mi oficina, por favor.

— Enseguida, señor Cheong. 

Levanté mi trasero de la silla con dificultad. Honestamente no tenía ni la más mínima gana de moverme. Ya de por sí me estaba costando lo suficiente concentrarme en mis tareas, con todos los pensamientos que tenía en la cabeza, como para que el jefe me agregara algo más. ¿Por qué seguía trabajando allí, después de todo? Hace mas de un año que había recibido mi título de "Licenciada en marketing" y , aún así, seguía bajo las órdenes de aquel regordete señor. Aparentemente todo aquello que se saliera de mi rutina, estaba fuera de mi zona de comfort. Incluyendo mi trabajo. 

Golpeé la puerta de la oficina con mis nudillos, apenas un par de veces y entré directamente; deseando que no tuviera nada demasiado complicado que pedirme.

— Señorita Kim. Necesito que vaya a entregar esta carpeta a la oficina del piso 30. A partir de ahora vamos a trabajar en conjunto con ellos, así que requieren de esta información. Pregunte por el señor Park. La estará esperando. 

— Enseguida, Señor Cheong. 

Tomé la carpeta que descansaba sobre el escritorio de mi jefe y, con una leve reverencia salí de allí, esperando que no agregara nada más. «¿Que carajos hay en el piso 30? Es la primera vez que me mandan allí » pensé, curiosa. 

Al salir de la oficina me planté delante del ascensor, pero de repente recordé que me había prometido no volver a usar el mismo. Así que me moví hacia el ascensor de la derecha, rezándole a todos los santos que el castaño no estuviera dentro. Al abrirse las puertas, suspiré, no había ningún castaño a la vista. Al menos no ese. Pulsé el botón del piso 30 ya mucho más aliviada, festejando que el cambio de rumbo hubiese funcionado. 

En pocos minutos me encontraba delante de una oficina enorme, amueblada de manera muy moderna. "Min & Park. Abogados" rezaba el cartel en la entrada. «Abogados, claro... » Trabajo en una empresa de finanzas por lo que, los abogados están a la orden del día. Lo extraño es que tenemos los nuestros, no entiendo la razón de trabajar con los del piso 30. 

Terminé por acercarme al escritorio que se encontraba más adelante, donde una señorita bastante guapa tecleaba sin cesar. 

— Hola, buenas tardes. 

— ¿Si? —respondió, casi sin levantar la mirada. 

— Estoy buscando al señor Park. Me envía el señor Cheong, del piso 23.

Levantó su rostro para mirarme, como si me estuviera analizando. Tomó el teléfono, marcó un número que supongo que sería el interno y al instante le respondieron. 

— Señor Park, vienen a verlo.... Si, si... Enseguida —una vez colgado el tubo del teléfono, se dirigió a mí nuevamente —Pase por la puerta de la izquierda por favor. El señor Park la espera. 

Agradecí con una leve inclinación de cabeza y me puse en marcha. La puerta de la oficina estaba cerrada, por lo que no supe si llamar antes o entrar directamente. Supuse que al haber sido avisado podía entrar sin más, así que empuje la pesada puerta y asomé mi cabeza primero, para comprobar que estaba en lo correcto. 

— ¿Señor Park? —llamé. 

No se lo veía por ninguna parte. Lo único que me resultó extraño fue la silla de respaldo alto frente a su escritorio, que se encontraba dada vuelta en dirección al ventanal. Pasaron unos segundos hasta que la silla comenzó lentamente a girar en mi dirección, dejándome ver a cuentagotas el perfil del hombre que se sentaba en ella. 

Cuando sus ojos se posaron sobre los míos, me paralicé por completo. «MIERDA...»


Bueno... Hasta aquí llegó mi amor por hoy. Honestamente, me resulta un poco frustrante el hecho de que mi pobre librito recién empezado no esté teniendo nada de amor. Pero no me desanimo, si bien escribo para que lo lean, mi razón principal es la de saciar mi imaginación. 

Si alguien, en algún momento, termina leyendo esto: Muchas gracias por darle la oportunidad a esta historia.

Un abrazo enorme.

Noona ♥

PD: Se viene el POV del muchacho en cuestión. 

PD2: NO hay multimedia porque no sabía que poner. Cuando se me ocurra lo arreglo jaja 

El hombre del ascensor / PJM ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora