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MIERDA!MIERDA! MIERDA!! Mi cerebro se había tildado en un interminable loop de MIERDAS. 

Salí de esa oficina como si me llevara el diablo, dejando a mi paso un ruido infernal por donde pisaban mis tacones. Nunca había pisado de manera que pareciese que quería llegar al piso de abajo agujereando aquel en el que caminaba, pero eso hacía. Me importaba tres pitos si el tal Park estaba mirándome, si su secretaria no podía salir de su estupor o si medio planeta terminaba por pensar que estaba loca. 

Me acerqué hacia el ascensor, sintiendo como la furia crecía dentro de mi. 

«Aparato hijo de puta. No quiero volver a subirme a uno, nunca jamás» pensé, al tiempo que giraba sobre mis talones para dirigirme a la escalera; no sin antes darle una sonora patada a la puerta.. Prefería bajar esos siete pisos con los zapatos haciéndome llagas,  antes que volver a encaramarme en ese monstruo metálico infernal. Voy a tener que convertirme en Spiderman, si quiero subir al piso 23 cada día.

Estaba enojada sí. Furiosa a más no poder. Pero no estaba furiosa con el bendito señor Park por haberme besado. No. Estaba furiosa por haberlo dejado y... porque me gustó. Porque hizo vibrar hasta la última molécula de mi cuerpo, con sólo acercar esos labios pomposos a los míos. Porque mi ropa interior estaba húmeda y mi vagina impaciente. Porque pienso en Seokjin y todo aquello que no se merece que haga. 

A medida que descendía por las escaleras, comencé a sentirme descompuesta. Podría haber vomitado ahí nomás, en el primer descanso que encontrara; pero logré contener la sensación de nausea hasta llegar a mi escritorio. 

Mi culo cayó pesadamente sobre la silla, mientras el mundo daba vueltas alrededor de mí. ¿Cómo iba a mirar a Jin a la cara, sabiendo que existe en este mundo un hombre capaz de sacarme de mi centro de esa manera? ¿Cómo iba yo a seguir mi vida normalmente, cuando lo único que deseaba es volver a la oficina del tal señor Park y regalarle la mamada de su vida? De verdad... Voy a vomitar. 

De repente un rostro familiar se plantó frente a mí, 

— Jennie ¿te encuentras bien? Estás más pálida que un muerto... 

Charlotte. No sólo es mi amiga, es mi compañera de trabajo. Nuestros escritorios están enfrentados ya que la oficina de su jefe, el vice director, se encuentra allí. Somos las únicas dos extranjeras en todo el edificio. Vaya que tuve suerte. 

— JENNIE —repitió. 

— ¿Eh? 

— Jennie te ves como la mierda. ¿Comiste? Parece que te vas a desmayar. 

— No... No comí nada —pensar en comida, estaba haciendo que mi estómago se revolviera todavía mas. 

— ¿Quieres comer algo? Podemos ir al primer piso unos minutos. Los jefes están en una junta. 

«Al primer piso no voy ni muerta. A partir de ahora le tengo fobia a los ascensores». Pero claro, si quería salir del edificio, no iba a ser tan masoquista como para bajar 23 pisos por escalera.

— No quiero comer, Char... Sólo quiero salir de aquí. Necesito ir a mi casa —respondí, con un hilo de voz. 

— Déjame ver que puedo hacer. 

Inmediatamente se dirigió hasta su escritorio. Marcó un número que, supongo, era el de su jefe para acto seguido volver a donde me encontraba. 

— Sólo espera cinco minutos ¿Si? No te atrevas a desmayarte ahora. 

Le dediqué una sonrisa, haciendo un esfuerzo monumental y me quedé tirada en la silla toda despatarrada. Nada propio de mí. En pocos minutos el señor Cheong se acercaba, mirándome con preocupación. 

El hombre del ascensor / PJM ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora