6.

23 8 0
                                    


— Buenos días Jennie.

— Buenos días... 

— ¿Café?

— Nope. —respondí, acercándome al refrigerador en búsqueda del cartón de jugo de naranja. 

Nada de café para Jennie hoy. Al menos no en casa. Jin, el café y el buenos días se pueden ir un poquito a la mierda. Como si después de lo de anoche se me fuera a dar por  seguir con la vida como si nada. «Imbécil»

Me serví el jugo en total silencio, bebiéndolo mientras le traspasaba la nuca a Seokjin con mi mirada. Dos tragos después ya lo había terminado. Jin no se dignaba a sacar su perfecta cara del periódico, no sé si por vergüenza o por que le da lo exactamente lo mismo el cómo me haya sentido después de lo de anoche. Pero me importa cuarenta velines la razón. Por mi parte, ese fue el último intento. 

Comencé a caminar hacia la salida de casa, sin dirigirle la palabra al señorito que bebía su café totalmente impasible. Tenía planes para hoy. Entre ellos, esquivar al castaño antes de que se me vuele la térmica y termine haciendo cualquier cosa. 

— Jennie... —llamó Seokjin a mis espaldas. 

— ¿Qué? —respondí sin siquiera girarme a verlo, mientras me ponía los zapatos. 

— Tenemos que hablar, creo. 

— Crees mal. No es momento para esta conversación, tengo que ir a trabajar —Un poco de su propia medicina, para que vea lo que se siente. 

—Todavía es temprano, Jennie. Estás saliendo con media hora de anticipación. 

— Sip. Tengo cosas que hacer antes de ir a la oficina. Si me disculpas, me retiro. Que tengas una bellísima jornada laboral —si Jin hubiese podido ver mi rostro, hubiera notado mi mueca sarcástica, pero creo que captó el concepto de todos modos. 

— Tú también... Recuerda que hoy es viernes, así que llego tarde. 

— Lo recuerdo, no te preocupes. Probablemente aproveche a llegar tarde yo también. Adiós. 

Sin decir más salí a buscar mi auto que, como Charlotte había prometido, estaba estacionado al frente de la casa con las llaves escondidas en la guantera. Antes que ir a ninguna oficina tenía que pasar por una tienda de conveniencia. Primero: necesitaba mi café y segundo: necesitaba comida para pasar el día, porque no pensaba moverme de mi escritorio ni aunque me apuñalasen. Bajo ningún punto de vista iba a agarrar el café que mi esposo me ofrecía. Bajo ningún punto de vista pensaba asomar la nariz de la oficina en todo el día. Y bajo ningún punto de vista, iba a permitir que nadie arruinase mi precioso viernes. 

Una vez aprovisionada tomé la autopista rumbo al edificio de oficinas, mientras sorbía con mucho placer mi café, sonriendo por mi pequeño plan. No va a haber Park ni Kim que me caguen el día. No señor. 

— ¡¡¡Jennie!!!

Apenas puse un pie dentro de mi espacio de trabajo, Charlotte salió a recibirme con una gran sonrisa de oreja a oreja. 

— Se te ve mucho mejor —dijo, pellizcando uno de mis mofletes. 

— ¿Qué haces Charlotte? No tengo cinco años... deja eso por favor. Y si. Me siento muchísimo mejor... Gracias por haberme ayudado ayer —le dediqué una sonrisita, porque eso es todo lo que iba a conseguir de mí, para luego enfilar hacia mi escritorio. 

— Oye. ¿Qué opinas de salir a tomar algo después del trabajo? Di que siiiiiii...

Al ponerme frente a ella y ver sus ojitos suplicantes, a lo gato de Shrek, tuve que suprimir una carcajada. Mis ojos rodaron hacia el infinito en respuesta a su actitud pero, para ser honesta, la idea de ponerme hasta las pestañas de soju me estaba resultando más que atractiva. 

El hombre del ascensor / PJM ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora