CAPÍTULO SEIS 📌

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«Nunca bajes la cabeza; mantenla bien alta y mira al mundo a los ojos».

Helen Keller

                                                                                                                            Helen Keller

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- ¿Me estabas buscando, jovencito? – me pregunta el viejo Terry al escuchar mi voz.

- Quería hablar con usted. – digo sincero mientras me acerco.

Puedo observar que se encuentra limpiando el pasillo del ala oeste. Es increíble su nivel de concentración. ¡No hay nada que iguale la limpieza de Terrence Barnes! Incluso, el mismísimo director Morris ha dicho que no reemplazaría al viejo Terry ni en un millón de años.

- De acuerdo, sabes dónde esperarme. No tardaré. – me informa y asiento con la cabeza.

Debo confesar que, durante mis últimos años de instituto, el armario del conserje se ha convertido en una especie de confesionario secreto para mí. Allí, puedo expresarme libremente y hablar sin temor de ser juzgado por los «chicos populares».

- Bien, Thomas Stevenson, ¿qué te trae a mi humilde consultorio el día de hoy? – Terry imita la voz de un terapeuta británico y ambos nos reímos.

- Problemas para integrarme a la sociedad estudiantil. – le confieso tratando de sonar lo más técnico posible. 

Parte de nuestra sesión terapéutica consiste en emplear un lenguaje sofisticado y simular los roles de «terapeuta-paciente» a la perfección, de manera que, esto se sienta lo más real posible a un consultorio moderno.

- Por lo que veo, no has seguido las recomendaciones que te di en la sesión anterior.

- ¡Lo he intentado, doctor! – exclamo de modo dramático. Soy un buen actor cuando quiero – Se lo juro, he intentado ser sociable. No obstante, siento que hay algo malo conmigo. Cada vez que alguien se acerca a mí, trato de espantarlo. ¡Ni siquiera me percato de sus intenciones! La verdad es que me he acostumbrado a ser el lobo solitario de Burlingham.

- ¡Cielos, joven! ¡Es más grave de lo que creí! – señala fingiendo preocupación. Al cabo de unos minutos, los dos nos carcajeamos, aunque Terry es el primero en dejar de reírse – Thomas, me preocupas. Dejemos de bromear por un momento.

- ¡Pero, señor Barnes, dijo que el juego de la terapia es la mejor manera de sanar!

- Pues... - se rasca la cabeza nervioso – Depende del caso. Sólo quiero que me escuches y después seas lo más sincero contigo mismo, Thomas.

- De acuerdo, adelante. – suelto de mala gana.

- Por experiencia, sé lo difícil que es transitar el instituto. ¡Créeme, odiaba cuando el reloj marcaba las seis en punto y tenía que salir de la cama y alistarme para soportar otro intenso día en Burlingham! ¿Recuerdas que te dije que somos muy similares? – asiento con la cabeza – Bueno, eso no te lo dije porque me cayeras bien, sino porque me recuerdas a mi joven yo, al lobo solitario que no tenía amigos y se escondía en el baño... Porque, a diferencia de ti, muchacho, el conserje ni siquiera era mi amigo. – hace una pausa – El punto es, mi querido Thomas, que debes dejar de lado tus inseguridades e intentar hacer amigos.

Al borde del abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora