CAPÍTULO SIETE 📌

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«La vida es demasiado corta como para no perdonar».

Tom Hanks

Después de buscar en todos los rincones posibles del instituto, finalmente doy con Conner

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Después de buscar en todos los rincones posibles del instituto, finalmente doy con Conner. Se encuentra sentado frente a un roble escarlata que hay cerca de la entrada. Sí, sé mucho sobre árboles, suelo investigar sobre ellos en mi tiempo libre. Regresando al tema principal, sé que debo disculparme con él, aunque temo que me rechace. ¡Cielos! Jamás creí que algún día consideraría tan rápido dejar de ser el lobo solitario, permitiéndome tener por lo menos un amigo. Sin embargo, aquí estoy, contando mis pasos y procurando que el sujeto no me vea todavía. Pretendo llegar de sorpresa.

- Sé que eres tú. – me frena en seco. ¿Cómo es posible? ¡Ni siquiera me ha mirado! ¡Lo juro!

- ¿Cómo sabes que soy yo? – pregunto desconcertado. ¿Acaso Conner tiene ojos en la espalda o algo así?

- ¡Lo sabía! – suelta una carcajada – Sabía que esa frase me funcionaría algún día.

- ¿Disculpa?

- En realidad, no sabía que eras tú, Thomas. – comenta para agregar – Pensé que, a lo mejor, mis peculiares rasgos de dios griego finalmente sirvieron de algo y llamaron la atención de una linda chica. Sin embargo, aquí estás tú. ¿Qué quieres ahora? – hace una pequeña pausa – No te ofendas, pero esperaba a Elizabeth Reece.

Quedo en silencio por unos minutos. ¿En serio quiero ser amigo de este sujeto? ¿O acaso las palabras del viejo Terry hicieron efecto en mí y pensé que esto sería lo mejor para romper con la rutina del lobo solitario que se esconde de todos y ama ser invisible? Pensándolo bien, ¡soy feliz siendo un «don nadie»! No necesito la compañía de alguien más...

- ¡Espera, Thomas! – me llama al ver que comienzo a alejarme rápidamente – No quise sonar grosero, es sólo que...

- No esperabas que viniera a disculparme contigo, entiendo. – digo completando su oración y me observa confundido – Lo siento, Conner. Me comporté como un auténtico idiota hoy en la cafetería. Si tu oferta aún sigue en pie, me encantaría ser tu amigo.

Conner ladea la cabeza y comienza a reírse con fuerza. ¿Qué le sucede ahora? Estoy por decirle algo más, pero me detiene.

- Nunca me ofendí contigo, viejo. – declara con su muletilla informal – Y mi oferta sigue en pie, ¡seamos amigos!

Al oír esto último, sonrío ampliamente y extiendo mi mano para chocar puños con él, pero otra vez se me queda viendo como si fuera un espécimen raro, proveniente de otro planeta.

- Pensé que los amigos chocaban los puños... ¡Agh! ¡Lo siento! Jamás he tenido un amigo en el instituto y cuando digo «jamás», lo digo en serio. – confieso agachando la cabeza. Esto es humillante.

Al borde del abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora