CAPÍTULO CATORCE 📌

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«El amor es como el viento, no puedes verlo, pero puedes sentirlo».

Nicholas Sparks

Nicholas Sparks

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Narra Thomas:

Soy un monstruo. Ahora creo entender mejor mi situación. Por ser como soy, las personas se alejan de mí. No me extraña haber conseguido ser un don nadie en la vida gracias a mi patética actitud. Soy alguien que se refugia en las ventajas de ser invisible pero, cuando se me presenta la oportunidad de caer bien, la desaprovecho obteniendo el efecto contrario.

¿Por qué soy así? En todo lo que puedo pensar en este momento es que hice llorar a una persona, o mejor dicho, a Elizabeth Reece. Al ver sus lágrimas, me siento culpable por ser directo y no medir mis palabras. ¡Agh! ¡Soy un idiota! ¿Por qué tuve que decirle que sólo busca llamar la atención y se desespera constantemente por recibir la aprobación de los demás? Lo peor de todo, es que concluí señalándola como «la persona más presumida e irritante que he conocido». Si bien, ella intenta aparentar que mi comentario no le ha dolido, reparo que su mirada me dice lo contrario. Tengo que hacer algo para arreglarlo... ¡Ya sé! Debo acompañarla a la fiesta que tanto quería ir y hacer de cuenta que cambie de opinión rápidamente... De esta manera, me sentiré mejor conmigo mismo y olvidaré el desastre de ser humano que puedo llegar a ser.

- Te seré sincero: prefiero ir a un salón de videojuegos. – digo al cabo de un rato, ya estamos hablando de otra cosa, pero la culpa sigue presente en mi interior. Sé que me arrepentiré de volver a esa fiesta, no obstante, quiero hacer las paces sin que lo sepa, pues mi disculpa previa fue falsa, ya que, sí pienso todo eso de ella...

Un silencio incómodo se instala en el ambiente: Elizabeth acaba de abrazarme al escuchar mi justificación improvisada y ahora luce avergonzada. No la culpo: soy un excelente actor y traté de suavizar la situación mintiéndole que sólo estaba celoso de ella, ya que, es la chica más popular del instituto y todos la aman, mientras que yo sólo soy un don nadie, cuya existencia es totalmente ignorada. A pesar de que crean que eso fue suficiente para reparar mi error, aún no me encuentro orgulloso de mi elección de palabras. Sueno como un hipócrita. Sin embargo, sí estoy arrepentido y, si algún día llegamos a hablar nuevamente, le diré la verdad, admitiendo mi remordimiento.

- Realmente no quiero volver a esa fiesta pero, si todavía quieres ir, puedo acompañarte. – suelto rompiendo la tensión entre ambos y ella abre los ojos con sorpresa. Al parecer, luce contenta con mi declaración.

- ¡Cielos! – exclama con su tono irritante de diva que tanto la caracteriza – ¿Tan rápido cambiaste de opinión? – si supiera que, en realidad, sólo estoy arrepentido por actuar como un idiota y ahora intento arreglarlo – Creí que saldrías con algo tonto como «ahora que terminamos de hablar, te llevaré a tu casa y no permitiré que me engañes de nuevo».

Al borde del abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora