CAPÍTULO TRES 📌

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«El afán de perfección hace a algunas personas totalmente insoportables».

Pearl S. Buck

Narra Elizabeth:

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Narra Elizabeth:

¡Se supone que debería haber entrado con aires de triunfo al instituto! Sin embargo, lejos de eso, he llegado tarde y nadie me ha prestado atención.

¡Agh! ¡Todo es culpa de Martin! Si no hubiera hecho caso a mi capricho de pasar por Starbucks para comprar mi frapuccino favorito, el «Sexagintuple Vanilla Bean», no me sentiría tan desvalorizada en este momento.

De repente, la voz de Amy me trae a la realidad. ¡Genial! Mi mejor amiga me recuerda que estamos en la aburrida clase de Arte, dirigida por la señorita Kaltenmeier.

- Sabes que odio interrumpirte, pero... - siempre que Amy dice «pero» significa que me pedirá un favor, cosa que detesto demasiado – Necesito el pincel que tienes y no estás usando, por favor.

- ¿En serio estás prestando atención a esta clase? – me mofo de ella – Aquí tienes, no lo ocuparé ahora.

- ¡Gracias, Lizzie! – dice soplándome un beso – Y te daré un pequeño consejo: debes prestar más atención a la señorita Kaltenmeier, quizás ella te ayude con el tema de las elecciones. Escuché que fue reina del baile...

- En la edad de piedra. No me molestes, Amy... O te quitaré el pincel. – le advierto irritada y rueda los ojos. Odio que me digan lo que tengo que hacer.

Como si la llamáramos mentalmente, la profesora llega hacia nosotras y, acto seguido, comienza a examinar nuestras pinturas. Sólo espero que le guste mi concepto de arte abstracto, acompañado de algunos símbolos de dólares y euros, ya que amo el dinero.

- ¿Y esto es...? – inquiere la aludida con cierto rechazo. ¡Esta mujer no entiende el arte!

- Una obra maestra. Todos pagarían por verla en una galería. – le respondo segura de mi talento.

- Quizás si estuviéramos en el mundo del revés, estaría de acuerdo con tus palabras, Reece. – dice arrogantemente – Tu arte refleja el vacío de tu alma. ¿No tienes otras pasiones? Quiero decir, ¿realmente consideras al dinero como el centro de tu vida?

- Ajá. – me limito a responder – Amo el dinero y no cambiaré mi concepto de arte.

- Elizabeth... - musita Amy codeándome con disimulo – No le contestes a la profesora, puedes meterte en problemas...

- No hace falta que la sermonees, Tate. – le advierte ésta para volver a dirigirse a mí – Mejor cambia ese concepto o reprobarás mi materia, Reece.

- ¡¿Cambiar mi concepto?! – exclamo levantándome de mi lugar, atrayendo la vista de todos los presentes. ¡Por lo menos, finalmente tengo la atención que me corresponde!

Al borde del abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora