CAPÍTULO TRECE 📌

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«A veces las personas que aparecen en tu vida por casualidad son las mejores que podrías encontrar».

Anónimo

- Dime la verdad

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- Dime la verdad. – me pide Thomas al cabo de un rato, pero yo lo ignoro para seguir con lo mío. Mi plan está funcionando a la perfección: todavía no se ha dado cuenta de que estamos volviendo a la fiesta. No planeo decirle nada hasta que lleguemos, de este modo, él no tendrá más remedio que acceder a mi propuesta inicial y yo habré conseguido un triunfo importante: ser reconocida por la comunidad universitaria – Elizabeth, te estoy hablando.

- Lo sé, y yo te estoy ignorando. – repongo con una sonrisa de lado mientras lo escucho suspirar.

- Pues, ¡acabas de responderme! – ironiza para agregar – ¿No estamos yendo en la dirección correcta, cierto?

- ¿Por qué crees eso? – suelto a la defensiva y él se calla por unos minutos, dándome a entender que está pensando en su respuesta.

- Es que siento que ya hemos pasado por aquí... Algunas casas me resultan familiares. No quiero sonar desconfiado, pero... ¿Acaso nos estás guiando hacia la fiesta otra vez?

- ¡Oh! ¡Brillante observación, chico genio! – replico burlándome – ¡Sólo hemos dado la vuelta y ahora debes llevarme a la fiesta!

- Espera... ¿Qué? – su rostro comienza a tornarse pálido ante mi comentario. No obstante, sigue de pie, intentando mantener la poca cordura que le ha quedado – ¡¿Por qué no me avisaste que estábamos dando la vuelta?! ¿Qué rayos sucede contigo? – me regaña mostrándose alterado y ladeo la cabeza como si no comprendiera su repentina reacción – ¡Por Dios! Quise ser amable contigo y acompañarte a tu casa para que llegaras sana y salva... Sin embargo, por lo que veo, tú sólo aprovechaste para burlarte de mí.

- ¡No seas ridículo! – exclamo carcajeándome y me mira desconcertado. En realidad, sólo quiero hacer una entrada triunfal en la fiesta que me ha mencionado antes. ¡Ni siquiera pensé en burlarme de él, ya tiene bastante con su baja popularidad en el instituto! – En primer lugar, jamás te pedí que me acompañes a casa. ¡Te aseguré perfectamente que quería ir a la fiesta a la que fuiste invitado, pero tú no me escuchaste con claridad y decidiste seguir tu camino!

- ¿Estás insinuando que esto es mi culpa? ¡Tú eres la que me ignoró cuando te pregunté si era la dirección correcta!

- ¡Ya, supéralo! – le pido en voz alta y noto cómo desvía la mirada. ¡No puedo creer que se atreva a culparme por regresar a la fiesta! Nadie debe responsabilizarme por nada, es decir, soy la chica más perfecta que existe. Además, nunca me equivoco cuando tomo mis propias decisiones. ¡Agh! ¿Cómo se atreve a iniciar una discusión conmigo? – Tienes que aceptar la culpa.

Al borde del abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora