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Naida.

¿Y tu quien eres?

A la mañana siguiente, me levanto, me baño y me arreglo para ir al instituto, la misma rutina de siempre.

El raspón en la rodilla ya no me duele mucho y la inflamación a bajado considerablemente.

La conversación que tuve la noche de ayer con mi abuelo sigue presente en mi mente.

Su amor por mi abuela me hace creer que algún día yo podría tener lo mismo que ellos tienen.

Y recordar sus hermosas palabras al explicarme que significa El ella es mi música, hace que mi corazón se conmueva aunque sea un poco y me imagine como seria tener una persona que me haga sentir así de bonito.

No entiendo le digo confundida.

Es algo sencillo Señorita Naida se acomoda en su asiento. Todos tienen o encuentran a una persona que nos hace sentir maravillosos por el simple hecho de que este a nuestro lado suspira y continua―. Algunos dicen que son su media naranja.

Entiendo sonrío.

Mi abuelo hace lo mismo y sus ojos se arrugan un poco mas de lo que están.

Pero nosotros le decimos que son nuestra música, la música que amamos desde el primer momento en el que la escuchamos se recuesta en el sofá, absorto en sus pensamientos. Y de la que nunca nos cansaremos de escuchar, ya que, es perfecta para nosotros y para ella también lo somos. Aquella que escuchamos en momentos malos como también en los buenos y la que siempre nos reconfortan. Y la que nos harán sentir que no estamos solos porque el o ella están aquí para nosotros y que nunca nos dejara.

―Eso... Eso es muy bonito ―Digo conmovida.

Claro que lo esse levanta nuevamente. Y recuerda mi linda señorita, no cualquiera puede ser tu música y que no cualquiera merece ocupar ese lugar.

Salgo de casa despidiéndome de ellos. Mi abuela no paro de decirme que me cuide y que no me haga mas heridas, ya que según ella la próxima vez no quiere verme con una pierna rota.

Celeste me espera en una esquina cerca de la parada, lleva puesto un suéter color azul muy oscuro y en su cabello un pequeño clips del mismo color y su mochila color gris, colgando de su brazo izquierdo.

―Hola Celestita ―me acerco sonriente.

Ella se da cuenta de mi presencia y se pone seria al escuchar el apodo con el que la salude.

―Hola ida ―molesta también.

Uh... sabe que odio que me llamen así, esta jugando sucio.

―Eso es jugar sucio ―la miro con los ojos entrecerrados.

―Tu también lo hiciste ―imita mi acción.

―Bueno bueno, ya no peleemos ―alzo las manos en señal de rendición― ¿Y tus padres ya llegaron de su viaje?

Cambiar el tema seria lo mejor. Y saber si sus padres están en casa es lo mas razonable, ya que, los padres de Celeste siempre tardan en llegar cuando de viajes se tratan, y gracias a ello prácticamente pasaba en mi casa durmiendo o quedándose unos días.

―No pudieron regresar ―Suspira pesadamente―. Tienen que ayudar en unos asuntos de las tierras que mis abuelos dejaron antes de su fallecimiento ―comienza a caminar.

La sigo caminando a su lado. Los abuelos de Celeste fallecieron cuando aun éramos muy niñas así que no recuerdo mucho de ellos, solo el incidente del ganso, y ella tampoco.

KalopsiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora