𝓕𝓲𝓿𝓮.

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Seungmin: 20
Yeji: 18

Mientras más pasaba el tiempo, Yeji sentía que menos encajaba en aquel lugar al que había sido enviada, pero eso realmente no le afectaba, tenía a su madre y a Seungmin, eso le bastaba.

Las peleas de sus padres nunca se detuvieron, los golpes si, y eso la tenía tranquila, su padre cambio con ella, ya no le gritaba, ni la trataba mal, tampoco era muy cercano pero eso para Yeji era suficiente, también el hecho de que su trabajo lo mantenía lejos por largas temporadas.
Cuando su padre estaba en casa, eran discusiones fuertes con su madre, pero Seungmin siempre estuvo ahí para tranquilizarla.

Aún que su ángel seguía igual con el aspecto serio e indiferente, ella sabía que ambos se habían hecho más apegados el uno al otro, a veces, ya ni hacía falta pedirle un abrazo a Seungmin, el simplemente se acercaba y la rodeaba, muchas veces se quedaron dormidos hasta el día siguiente abrazados.

Sería mentir, si no dijera que Yeji notaba los cambios físicos en Seungmin, aúnque se mantenía delgado, su espalda era algo ancha, sus mirada aún más penetrante, sus rostro era más maduro pero aún mantenía la finura en él, el cabello era más oscuro y la voz más profunda. Yeji podía ahora ver la similitud con los angeles que le pintaban en los libros y juraría que Seungmin no encaja con ellos, no veía esa pulcritud, inocencia y luz que tanto describían a un ángel de la guarda.

Seungmin era arisco, terco, sarcástico, a veces malhumorado, hacía cosas que, al parecer no eran buenas, robaba, hacía travesuras y se burlaba de la vida. Pero aún así, Yeji se sentía segura a su lado, aún que dudaba de si realmente era un ángel de la guarda, para ella era su ángel, único y especial, porque el también la hacía sentir así, única y especial.

Seungmin cada día se encandilaba y encaprichaba mas con Yeji, aquella niña de 5 años, que lo confundió con un ángel de la guarda, ahora era toda una mujer.
Sus facciones finas, su cuerpo curvo y delgado, su cabello, aún que lucía igual, ahora era más largo, sus ojos rasgados eran su punto más encantador.
Yeji imponía su presencia, una llena de elegancia que hacía suspirar a más de uno, y aún que se viera madura por fuera, seguía siendo una niña risueña, alegre, amable y cariñosa.

Y para que mentir, habían muchos pretendientes detrás de Yeji y una que otra chica también se encontraba enamorada de la pelinaranja. Pero Seungmin se encargaba de alejarlos a todos, porque así era el, egoísta, envidioso y posesivo.

Yeji lo sabía, sabía que Seungmin no dejaba que nadie se acercará a ella, pero no importaba, porque si en otro caso, las cosas fueran al revés, ella haría lo mismo. Porque no lo decían pero ambos sabían que se pertenecían y eso estaba bien para ellos. Por más raro e irreal que fuera, por más impropio e inmoral, se pertenecían.

Y aún que todo en la vida de Yeji era relativamente normal y en ciertos momentos, tranquilo, siempre existen las cosas malas, aquellas que te dañan, te quiebran y te duelen; y aún que el tiempo pase, se queda una cicatriz, una profunda que no se borra nunca, que fácilmente se abre y vuelve a doler. Pero aprendes a vivir con ello. Eso estaba apunto de pasarle a Yeji, aquella chica que se mantenía de pie por las únicas dos razones de su existencia estaba apunto de perder una de ellas. Y Seungmin lo sabía

*

El día era soleado, la primavera estaba en su auge más alto. Seungmin, cómo siempre, esperaba a Yeji en su habitación, sentado en la ventana, mirando las calles algo transitadas.
Había perdido la cuenta de sus suspiros hace una hora, estaba aburrido y ansiado por ver a la luz de su alegría entrar por esa puerta.
Hubiera seguido así, de no ser que algo, más bien, alguien, llamo su atención, alguien conocido.

No hizo falta seguirlo, se detuvo en el árbol que estaba frente a la casa de Yeji. Apresurado y con los nervios a flor de pie, se acercó a él, Christopher, un ángel de la muerte, aquel que se encargaba de llevarse las almas de los mortales. Seungmin lo sabía.

Mi Ángel de la guarda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora