Prólogo

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Bárbara no es la única con un club de fans en Mondstadt.

Fue algo que descubrió un día Kaeya y casi por accidente. O al menos eso se podría decir, pues, no era esa la información que exactamente buscaba cuando realizó una de sus tantas "investigaciones" disfrazadas de agradables copas compartidas con "amigos" de dudosa reputación en su taberna favorita.

Sin embargo, la información le cayó como un témpano de hielo en una de las tantas cavernas de Espinadragón.

–¡Así es! – exclamó el hombre que parecía que tan solo con una copa más se declararía como ebrio –¡El maestro Diluc tiene un club de fans! Y lo increíble de todo es que es casi tan grande como el de la señorita Bárbara.

Casi, casi, escupió el vino que bebía en la cara del hombre. Se contuvo a tiempo; qué desperdicio de buen vino sería aquello.

–¿Qué...? – preguntó, casi seriamente, para luego darse cuenta y reír como si le hubieran contado un chiste –Debes estar ebrio. El Maestro Diluc no tendría un club de fans que rivalice con nuestra Diaconisa. Deberías dejar de beber, ¿no se preocuparía tu esposa porque estás inventando cosas estando ebrio? ¡Qué vergüenza ser ella!

Las palabras de Kaeya sonaron como una burla, y quizás lo eran, pero el ligero ceño fruncido que apreció en su rostro delató su inquietud.

¿Era eso cierto? Y si lo era, ¡¿cómo no lo supo antes?!

–Capitán, no es el alcohol hablando; es verdad. ¡Créame! Pero es un secreto – e hizo un gesto de secreto con su dedo en sus labios, bastante desagradable viniendo de un hombre ebrio, para seguir hablando –¡Nadie debe de enterarse! Son "un grupo privado"– trató de convencer al capitán quien solo asintió con la cabeza, fingiendo que le creía mientras le servía una copa más al hombre, asegurándose que esta vez, la embriaguez si se lo llevara.

O al menos cambiara de tema, pues justo en ese instante, el involucrado mismo entró a través de la puerta trasera; al parecer ya era hora del turno de Diluc.

Su mirada fija que se posó sobre el pelirrojo debió ser notada por este, quien se giró a mirarlo, relumbrando. Kaeya solo le sonrió gatunamente, esto hizo que el ceño fruncido de Diluc se hiciera más pronunciado y desviara la mirada lejos de él.

Silenciosamente, Kaeya se rió.

Luego de unas copas más, conversaciones tanto superficiales como de investigación, y de molestar un poco al barman, Kaeya se retiró de la taberna.

Ya era pasada la medianoche, y Mondstadt, al ser la ciudad del vino y la poesía, seguía tan viva y animada como a mediodía. Kaeya devolvía los saludos, se detenía a conversar y asegurarse que no hubiera nada extraño en su ciudad, sin embargo, su mente estaba en otro lugar, sumergido en sus pensamientos.

De todo lo que recabó ese día, lo más sorprendente fue la existencia del supuesto club de fans de Diluc.

Realmente le había sorprendido enterarse de ello, no por el asombro de enterarse de que había alguien más a quien las personas de Mondstadt acosaban, sino porque nunca antes lo había escuchado. Y a él, que le encantaba saberlo todo para seguridad de la ciudad, le causó ruido no haber estado enterado de esta nueva "organización" antes.

Y más si tenía involucrado a Diluc en ella, mismo al cual no le había quitado su ojo de encima desde que volvió de su "extenso viaje de negocios" de cuatro años. Bufó.

Sin embargo, una voz en su cabeza le susurró incesantemente que no era relevante. ¿Qué más daba que otra persona tuviera fans? Hasta el mismo tenía unos cuantos por ahí, y de diferentes edades y géneros, eran inofensivos si respetaban el espacio de su admirado, ¿no?

O al menos eso le decía la parte racional de su cerebro... no así su parte sentimental.

Pero que el dueño de tan inesperado club de fans no fuera nadie más y nadie menos que Diluc, ha sido lo más inesperado de todo. Ahora, no sería sorprendente para nadie que el famoso Rey sin corona de Mondstadt, de todas las personas, tuviera un verdadero club de fans; el hombre era guapo, con rasgos bastante atrayentes, rico, fuerte, misterioso y sin mencionar que estaba totalmente soltero. Todo un buen partido para cualquier doncella o jovencito por ahí.

Si tan solo su personalidad fuera más accesible... se rió ante la idea de un Diluc fácil de tratar.

Aun así, su risa no duró demasiado, pues rápidamente fue reemplazado por un inexplicable sabor amargo en su boca al saber que ese club de fans era una posibilidad cierta... Aquel que una vez llamó hermano merecía todo el reconocimiento y atención, eso estaba de acuerdo, pero no pudo evitar la mirada peligrosa que salió de su ojo ni que enterraba sus uñas en su palma hasta casi romper su piel...

No quería a nadie del supuesto club de fans cerca de Diluc. Por muy inofensivos que fueran.

Y no, no eran celos. Por supuestos que no lo eran; era solo una precaución.

Porque su instinto le decía que las palabras del hombre borracho eran ciertas, pero que solo el club era la punta del iceberg; ahí había algo más, estaba seguro.

Y lo descubriría.

Continuará

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NOTAS FINALES:

Y este sería el prologo de la historia, vamos por el primer capítulo. 

Perdón por cualquier error. 


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