Capítulo 2

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Contra su buen juicio, no le reportó el caso detrás del incendio a Jean, si bien fue interrogado por la mujer sobre la casa incendiada y la víctima, siendo obligado a gastar un día completo entre informes.

Resulta que cuando se dieron cuenta del cadáver carbonizado dentro de la casa nadie lo asoció a un asesinato y solo a que el pobre hombre murió debido al humo y el fuego, mientras que Kaeya, quien justo pasaba por ahí en ese instante, intentó rescatarlo, pero nada pudo hacer antes las incontrolables llamas.

Nadie cuestionó su reporte. Bueno, solo un poco.

–Kaeya... – le habló Jean esa vez cuando casi al atardecer le fue a entregar su reporte final – ¿Estás seguro...?

Esa pregunta se la había hecho miles de veces antes, y siempre en las mismas situaciones de peligro; ¿Estás seguro que no necesitas que te ayude, que no es peligroso? era lo que Jean le quería preguntar... Oh, cómo conocía a su Gran Maestra, quien supo de inmediato que ocultaba cosas. Sin embargo, no tenía pruebas suficientes y concisas, existiendo la posibilidad que nada de ellas pueda encontrar, llevando su investigación a chocar directamente contra una muralla si no era cuidadoso. Y esto por supuesto que solo haría preocupar más a la estresada mujer por el bienestar de su ex superior. Además, que Lisa no se lo perdonaría.

–Estoy seguro – le respondió, sonriéndole altivamente y saludándola despreocupadamente con su mano –. Y sé que, si algo pasa, nuestra querida Gran Maestra Intendente vendrá a salvar mi trasero, ¿cierto, Jean?

La mencionada solo bufó resignada, sabiendo que nada que dijera, le convencería de decirle todo –...que el viento te guíe en esta misión, Capitán Kaeya.

Luego de eso, se retiró velozmente de la sede de los caballeros para cumplir con el primer paso de su plan; Diluc.

Lo había pensado demasiado, le dio muchas vueltas, y la única opción que se le ocurrió fue recurrir a la fuente misma del problema.

O en este caso, a la víctima misma.

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La tarde ya estaba llegando a su fin, y con ella traía las primeras estrellas brillando en el cielo, pronto los diferentes bares y tabernas de la ciudad abrirán y se llenarían con sus habituales comensales junto a aquellos extranjeros curiosos de conocer y saborear las bondades del vino de Mondstadt.

Cuando se acercó a la entrada del Obsequio del Ángel, pudo divisar por el rabillo de su ojo como ya varios comensales esperaban afuera de la taberna esperando pacientemente que esta se abriera. Eso solo significaba que era Diluc quien estaría esa noche detrás de la barra, pues si fuera Charlie, todos los clientes ya estarían adentro aun antes de la hora de apertura del local.

Kaeya sonrió ante esto, ya que, como siempre, el pelirrojo era muy apegado a las reglas. Lástima que a él poco le interesaban. Así que sin importarle el letrero de "cerrado'', abrió la puerta del local dejándose entrar.

Lo primero que recibió a Kaeya fue la espalda de Diluc junto a su inconfundible voz.

–Está cerrado, vuelva en media hora – y no le dijo más, quizás esperando que su mensaje fuera recibido y acatado, sin embargo, Kaeya no pretendía obedecer, por supuesto que no. El pelirrojo seguía dándole la espalda, ordenaba las botellas del estante detrás de la barra, sin percatarse que sus palabras cayeron en oídos sordos.

Esto dio tiempo a Kaeya de observar a Diluc y analizarlo de pies a cabeza; lo que notó hizo que su ceño se arrugara un poco.

El pelirrojo se veía totalmente tenso y sus movimientos eran nerviosos, no los típicos que mostraba con sus habilidades de experto cantinero. Si bien no mostraba su rostro a Kaeya, no fue necesario para notar cómo su ceño estaba fruncido. Algo pasó, e intrigó más al capitán.

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