Capítulo 11

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Encontrar al Viajero no fue necesario; fue este quien los encontró primero.

Aether se veía contento cuando los vio, su rostro jovial se volvió a iluminar con una sonrisa.

–¡Paimon se alegra mucho! Estaba tan preocupada cuando noté que nos habíamos separado en la batalla – lloriqueó la niña flotante acercándose a ambos hombres hasta llegar donde ellos, ignorante de la incomodidad entre los dos –¡Woah! ¡Están mojados! ¿Se enfrentaron a un mago del abismo hydro o algo?

–Más bien pareciera que ambos cayeron al agua – apuntó el Viajero.

–Pues mi queridísimo Aether, has adivinado sin problema – Kaeya le dio la razón al chico y pasando su brazo a través de los hombros de Diluc, agregó –¡El maestro Diluc y yo tuvimos una caída forzosa sobre un hermoso estanque lleno de luciérnagas! ¿Cierto, maestro?

–Hum.

El pelirrojo no agregó nada más, de hecho, tampoco hizo ademán de quitar el brazo del capitán sobre sus hombros. Sus ojos miraban hacia un lado, evitando a cualquiera de los presentes.

Increíblemente no fue a la curiosa Paimon a quien le llamó más la atención esta reacción sino al Viajero, quien para sorpresa y nerviosismo de Kaeya, fue el primero en preguntar.

–¿Está todo bien, Maestro Diluc? Te ves incómodo...

–No hay nada de qué preocuparse – aseguró el pelirrojo mirando a su amigo con una suave mirada que se posaba en su rostro –, supongo que no esperé caer directo a una trampa del enemigo en nuestra expedición. ¿Lograste descubrir algo?

Como cabía esperar de Diluc, cambió el ritmo de la conversación con naturalidad, atrayendo la atención del Viajero que les aseguró que no vio nada fuera de lugar, solo que, y al igual que ellos, fueron atacados de la nada.

Todos suspiraron, cansados y frustrados, era aún de noche, por lo que replegarse y analizar qué era lo que había salido mal era lo más lógico de hacer en su situación. Y así lo hicieron. Lejos de ahí, y escondidos por la espesura de un bosque, armaron un improvisado campamento. Se aseguraron de no ser emboscados mientras descansaban, dejando cualquier conversación sobre sus próximos movimientos para la mañana siguiente. Además, no podían investigar adecuadamente cuando la oscuridad de la noche no les permitía ver nada. Sin embargo todos querían hablar de algo que les despertaba curiosidad; aquello que encontró Kaeya.

Bueno, menos Kaeya mismo, quien apretaba en su bolsillo arrugando el mapa, tenía la horrible intención de arrugarlo lo suficiente hasta hacerlo ilegible. Pero no podía, no quería destruir alguna posible pista que ayude tanto al Viajero a encontrar a su hermana, y menos algo que aseguraría el bienestar de Diluc.

Con aquellos pensamientos inquietos, se durmió.

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Diluc no podía conciliar el sueño. No es que no quisiera, era que no podía; alguien se tenía que quedar de vigía en la noche y cuidar de los demás, y él tomaría ese papel. No sería la primera noche que pasaba soportando el cansancio sin dormir. En varias ocasiones tuvo que hacerlo durante esos años que pasó recorriendo Teyvat solo y buscando respuestas.

Se podría decir que estaba acostumbrado.

Salió de sus pensamientos cuando un ruido fuerte sonó cerca, solo para percatarse que la compañera flotante de Aether estaba roncando tan fuerte que no sabía cómo el Viajero, que estaba a su lado, no despertaba. Bufó con gracia al notar esto.

Distraído con el fuerte ronquido de Paimon, y gracias a la tranquilidad del bosque, miró la pequeña fogata improvisada que hicieron. No debieron hacer una en primer lugar cuando estaban tan cerca de enemigos que probablemente lo buscaban, pero Paimon insistió alegando que Kaeya y él deben sentir frío por haber caído al agua, y nada que le dijeran le hizo cambiar de opinión. Lo más probable es que era ella la que tenía frío, por lo que terminaron dándole en el gusto y encendieron una pequeña fogata que no daba tanto calor ni iluminaba demasiado.

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