XI

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-Rosaria, hoy has estado muy pensativa, ¿te encuentras bien? -preguntó algo ebrio el hombre de pelo azul en aquella taberna que era su lugar de encuentro a diario.

-Sin duda, desde que llevaste a Paimon a la iglesia has estado muy callada ¿pasó algo con el viajero? –mencionó el pelirrojo con malhumor al oír la voz del peli-azul que sin dudar le resultaba molesta.

-¿Eh? No, todo está bien –mencionó dando un largo trago a su cerveza– de todas maneras el mismo dijo que no quería irse de ahí –murmuró.

-Es extraño, hace días que el caballero honorario no viene a darme el informe del día, tampoco a venido a pedirme compañía en sus exploraciones, me siento tan soloo~ –Kaeya era un miembro frecuente en el equipo de Aether, cosa que Diluc agradecía, pues desde que Kaeya se iba de aventuras con el viajero había dejado de tomar tan seguido.

-Cierra el hocico, si te sintieras solo ya hubieras ido a buscarlo –mencionó Diluc golpeando a Kaeya con su botella vacía de cerveza en la cabeza, generando una pequeña risa en Rosaria.

-Mírame, tengo el descaro de estar aquí bebiendo y riéndome cuando el probablemente esté pasándola terrible –mencionó Rosaria apoyándose en su silla mirando hacia el techo y tapándose la cara con una mano– Su mirada... El se quedó ahí por que sabía que yo moriría si decidía irse ¿verdad? –mencionó mirando su botella de vino vacía.

-¿A que te refieres? –preguntó Diluc dejando de lado la botella de vino que traía en las manos – ¿Aether está en peligro? –su tono había cambiado drásticamente, estaba hablando encerio.

-No tengo ni puta idea –mencionó Rosaria riendo –a lo mejor la está pasando genial con él.

-¿Con quién? –preguntó Diluc acomodando sus guantes dispuesto a salir a buscar a él joven de ojos claros.

-Si te digo iras a buscarlo y entonces me meteré en problemas –mencionó la pelirroja mientras se acomodaba en la mesa y se quedaba profundamente dormida.

Con un chasquido que hacía notar la molestia en Diluc tomó a Kaeya obligándolo a pararse, y le mencionó que de los dos el más cercano a Aether era el, así que debía apurarse y buscarlo también.

-¿Quieres que vaya contigo? Eso es muy tiernooo~ –el joven de tez morena claramente estaba borracho, por lo que no le sería nada útil así que lanzandolo de vuelta a la silla se marcho del sitio, si bien estaba la posibilidad de que Aether estuviera bien no quería arriesgarse, así que camino hacia la iglesia, no tenía idea ni donde podía estar pero sabía que la compañera de este podía tener al menos una idea.

Por otro lado; en aquella sala sólo se escuchaba el eco de los gemidos de dolor de Aether, provocados por Albedo, quien de manera entusiasta hacía cortes en el pecho pálido del menor, lamiendo y chupando la sangre que salía de sus heridas.

-Podría volverme adicto a esto Aether, ¡tu sabor es realmente increíble! –decía de manera alegre mientras veía a Aether quien se revolcaba de dolor en aquella cama que por la sangre que goteaba se comenzaba a manchar de un tono carmesí –¿ah? Pareces querer decir algo, veamos que es –dijo para retirar aquella correa que ya estaba húmeda y mordeisqueada como método de bajar el dolor que estaba teniendo.

-Eres un... Hijo de perra –mencionaba con la respiración cortada y lágrimas en los ojos, sus dientes ya se habían tornado rojos por la sangre que empezaba a salir de estos por lo fuerte que estaba mordiendo aquella correa.

-¿No te la estas pasando bien? Bueno, mmm... –mencionó haciendo una pausa sentándose arriba de él cuerpo tendido de Aether –¿te la pasarías mejor si pasara mi atención a tus partes bajas?

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