XVI

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Diluc se apresuró para llegar frente a frente a Albedo, y acto seguido Kaeya tomó a Aether siendo seguido por Paimon mientras ahora si Aether lloraba, Kaeya lo llevó a un rincón del cuarto y comenzó a generar hielo para ponerlo en su mano como manera de aliviarle el dolor.

-Perdoname Paimon -mencionó el rubio mirándola a los ojos mientras Kaeya lo curaba de la mano.

-No no no, n-no te disculpes Aether, tu por favor solo aguanta un poco más ¿si?

En cuestión de fuerza, Diluc superaba por mucho a Albedo, quien preocupado por una eminente derrota silbo lo más fuerte que pudo, atrayendo de inmediato a los Fatui de Liyue, quienes llegaron y rápidamente se abalanzaron contra Diluc quien maldiciendo no tuvo más opción que desviar su atención y fuerzas a estos.

-¡Kaeya maldita sea ya largate junto a Aether! -gritaba el pelirrojo molesto mientras grandes llamaradas de fuego envolvían el lugar.

-Kaeya, por favor, no quiero que mueran aquí, déjenme, e-es mejor a que ustedes se lastimen -decía el viajero tratando de sentarse en el piso del lugar

-No te esfuerces, tenemos que irnos ahora, Aether solo déjanos ayudarte ¿si? -Decía dulcemente el joven de cabellos azules mientras ayudaba a Aether a ponerse de pie para empezar a marcharse.

-Kaeya... De verdad lo agradezco -dijo el menor entre lágrimas, lo que más quería era ya irse de ahí, y ahora era posible, así que esforzándose para ponerse de pie apoyado en Kaeya se levantó.

-¡Cuidado! -grito Paimon mientras que varios Fatui se acercaba a ellos, atacando directamente a Aether, generandole una gran herida en su pierna derecha.

-¡Joder! -grito el peli azul al ver la cantidad de sangre que salía de la pierna del rubio- Paimon ayúdale un momento por favor, debo matar a ciertas personas.

Paimon de inmediato trato de hacer lo posible para sanar la pierna del menor, usando la misma tela del pantalón para tratar de parar el sangrado.

-Desgraciados... Claramente les dije que a ti no te lastimaran -hablo una voz conocida posicionándose frente a Aether.

-N-No... Solo dejame irme -mencionó el menor tomando la mano de Paimon con fuerza, no quería volver a ir con Albedo, prefería morir ahí mismo antes que eso.

Paimon se puso frente a Aether para tratar de protegerlo, siendo obviamente quitada con facilidad por el alquimista.

-¡Kaeya! Maldita sea haz algo -mencionó Diluc mientras trataba de acercarse a Albedo, pero los Fatui parecían nunca acabarse, mientras más mataba más aparecían.

-¡Aether toma! -grito Kaeya mientras lanzaba una espada al mencionado, rasgando ligeramente la piel de Albedo quien no tuvo más opción que retroceder un poco.

Con la espada en mano, una pierna que cada vez soltaba más sangre, y su mano rota Aether se encontraba sentado en el suelo, viendo cómo Diluc se quedaba sin fuerzas y Kaeya hacia lo posible por cubrirlo, sabía que todo aquello había sido su culpa, él sabía que ellos estaban arriesgando su vida por el y eso lo destrozaba, ¿como podía ser tan inútil como para no poder defenderse? ¿Cómo esque ellos estaban dispuestos a morir ahí con tal de que el se salvase?

Mirando a Paimon tratando de pararse, Aether solo atinó a ponerse de pie y ponerse en una muy mala pose de pelea, una pésima postura que provocó risas en Albedo.

-¿Quieres atacarme así? Con un simple movimiento te tumbaria Aether, si vas a pelear contra mi, hazlo encerio -dijo mientras se acercaba a él sin siquiera un arma en sus manos.

-A-Aléjese señor Albedo, si tengo que matarlo lo haré -mencionaba de manera temerosa, no quería matar a nadie realmente, no tenía las agallas, pero quería decirlo para que Albedo retrocediera aunque sea un poco.

-Aether, cielo mío, ni siquiera pudiste acabar unos slimes sin dudar en el trayecto, sentías pena por unos seres vivos que nisiquiera tienen la dicha del habla, ¿Y planeas matarme? Adelante, no me moveré, dejaré que me mates.

Mientras decía aquello Albedo se acercaba a paso seguro al rubio quien seguía temblando con la espada en manos, hasta que quedó frente a él, y cumpliendo su palabra no dio un paso más, apretando en su pecho la espada que Aether tenía en sus manos, y entonces se agachó de tal manera que el pico de la espada quedó en la marca de su cuello, y se quedó viendo a Aether, esperando a que este se atreviera a matarlo.

-¡Aether por Dios que estas esperando! ¡Matalo! ¿Qué no te hizo la vida imposible estas semanas? ¡Hazlo! -Grito Diluc mientras que Kaeya sabía que no era sencillo matar a alguien, lo sabía muy bien, así que si bien Aether tenía marcas de abuso por aquellas semanas que estuvo con él, sabía que Aether era un joven que tomaba rápidamente cariño a las personas. Siendo el mejor ejemplo el mismo, pues aunque le mintió múltiples veces y uso a su conveniencia cuando recién lo conoció, el joven llegó un día a su oficina y sonriendo le preguntó si lo quería acompañar a sus viajes, mencionandole que no lo obligaría a aceptar, pero que de verdad le daría gusto que viniera con él.

-Dejalo Diluc. Aether, haz lo que creas mejor -mencionó sonriendo al recordar aquello y sin dejar de pelear, lo que Aether hiciera, fuese lo que fuese Kaeya lo aceptaría.

Aether entonces lo miró, y miró a su espada, vio como Albedo se veía tan vulnerable ahí mismo, listo para que morir, por lo que suspiro cansado, y cerrando sus ojos dejo a un lado su espada, sorprendiendo a los cuatro presentes, le había perdonado la vida. No era capaz de matar a un ser humano, menos siendo alguien con quien ya había convivido antes, lo odiaba, detestaba recordar con tanta exactitud cada toque, beso, mordida o golpe que Albedo le había dado, odiaba el hecho de que había usado su cuerpo como experimento y por eso mismo le había destrozado sus partes bajas, odiaba todo de Albedo, su mirada, sus caricias, la manera tan atenta en que lo atendía cuando no se dedicaba a hacerle la vida miserable.

Pero aún así le había perdonado la vida, le perdono sus acciones y palabras, lo había perdonado completamente.

¿La razón? Muy simple, Aether nunca le guardo rencor. Nunca lo quiso y nunca disfruto las acciones que este le obligaba a hacer, pero aunque su mente lo trataba de convencer de que lo odiaba, él, muy en el fondo, sabía que no era así. Nunca lo amaría, nunca lo miraría con cariño y nunca esperaría estar con él otra vez, pero aún así nunca le guardaría rencor.

Pero si había alguien a quien no había perdonado todavía, era a sí mismo.

-Kaeya, Paimon, Diluc e incluso usted señor Albedo, gracias -mencionó y mirando a Kaeya le dijo:

"Sigue buscando a mi hermana, en este mundo tan lleno de misterios, pídele perdón de mi parte, por no poder volverla a saludar"

Y acto seguido encajo aquella espada en su pecho, cayendo al suelo al instante. ¿Se había muerto? ¿Qué estaba pensando en aquel momento? ¿Por qué lo hizo?

Eran preguntas que bombardearon la mente de todos al escuchar el cuerpo de Aether caer al piso.

MátameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora