Resumen: Las cuatro estaciones en un sofá-cama compartido.
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- ¡Bueno! – exclama Beca, la boca torcida en una mueca contrariada –. ¿Cómo hacemos esto?
Chloe, con las manos en las caderas, gira el rostro para secarse las gotas de sudor que le caen por las sienes en la tela de los hombros de su camiseta. Observa el diminuto apartamento con ojo crítico.
- Alguien tendrá que compartir el sofá-cama – sentencia Amy la Gorda, despreocupada. Inmediatamente alza una mano al aire y grita –. ¡Yo no!
- ¡Ey! ¡Eso no es justo! – protesta Beca con el ceño fruncido.
Amy camina hasta la morena y posa sus dos manos en sus hombros con tanta fuerza que se hunden un poco bajo el peso. La mira fijamente con una seriedad que resulta algo escalofriante viniendo de la australiana.
- Beca, Beca, Beca... – chasquea la lengua y menea la cabeza de lado a lado –. ¿Acaso quieres compartir cama conmigo?
El ceño de Beca se profundiza y algo cruza como un flash por su mirada: la sombra de un recuerdo especialmente traumático del que no consigue deshacerse, a juzgar por la forma en que se estremece con algo de repelús.
- No – responde rápidamente, y solo al escuchar la firmeza con la que ha pronunciado la palabra parece darse cuenta de lo insensible que puede resultar –. No te ofendas – añade, enseñando los dientes con incomodidad.
Amy niega con la cabeza y le hace un gesto con las manos para tranquilizarla.
- ¿Y tú, Chloe?
La pelirroja no se niega de manera inmediata, a pesar de que es su reacción instintiva.
Nunca ha compartido cama con Amy la Gorda, pero las historias de horror que le contaba Beca en confianza durante los cuatro años que compartió la buhardilla de la casa de las Bellas con la australiana fueron suficientes para quitarle las ganas por completo.
- Prefiero compartir con Beca – responde, sincera.
Amy alza las manos en el aire.
- Pues ya está, ¡solucionado!
Se deja caer con una enorme sonrisa satisfecha en la cama individual que han encajado en el pequeño saliente que actuaría como habitación si no fuera porque necesitan dos sueldos para poder permitirse esta ridícula caja de zapatos en Brooklyn.
Y luego está Amy que... Es Amy.
- Yo dormiré aquí – anuncia la australiana, acariciando la funda que cubre el colchón desnudo para que no se llene de polvo –. Y vosotras... – sus ojos verdes saltan al destartalado sofá-cama que tiene justo delante y su sonrisa adquiere un matiz algo pícaro –. ¡Disfrutad compartiendo cama!
Beca le lanza a Chloe una mirada dudosa, pero la pelirroja se limita a encogerse de hombros y sonreír.
i. verano
- Me estoy muriendoooooo...
Chloe pone los ojos en blanco y resopla una risa ante el exagerado quejido de su mejor amiga.
- ¿Cómo puede ser que no corra ni una pizca de aire? – gruñe Beca derrochando frustración e incredulidad.
Se incorpora como Drácula de su ataúd para lanzar una mirada fulminante a las ventanas abiertas de par en par contra las que está empujado el respaldo de su sofá-cama, ahora convertido en cabecero.