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Cuando llegué al bar, encontré a Lou fumando un cigarrillo junto a la puerta de entrada.

—Muero por un cigarrillo —le digo.

Ella sonríe y me ofrece uno.

Lo enciendo y doy una calada.

—Les he dicho a las chicas que lleguen después de las diez. Así nos dará tiempo a pasar por una tienda. Quiero que compres algo de ropa.

Me giro hacia ella extrañada.

—¿Qué tiene de malo mi ropa?

—¡Nada! —dice en seguida—. Simplemente quisiera quitarte el aspecto de chica vampiro sólo por una noche. Mañana puedes volver a Transilvania.

Me río sin remedio.

—Quiero que hoy estés radiante —continúa.

—Radiante... —repito— No me siento radiante.

Exhala.

—¿Es por la pesadilla de hoy?

—Puede ser.

—¿La pesadilla tiene nombre?

De nuevo viene a mi mente esa pesadilla. Esa puta pesadilla que me había desestabilizada

—El mismo de siempre...

Ella se queda en silencio.

—¿Ves? —dice señalándome con la mano que sostiene el cigarrillo—. Tenemos que deshacernos por hoy de esta Elena triste y apagada.

Me río.

—No hay nada que ayude más al ánimo de una mujer, que comprar ropa —dice—. ¡Vamos a buscar a Lucy!

La seguí hasta el callejón de la esquina y entonces la vi. Era color verde o, al menos, lo fue algún día. La pintura estaba bastante desgastada y tenía algunas partes oxidadas.

—Te presento formalmente a Lucy —dice, señalando con ambos brazos la antigua camioneta.

Sonrío.

—Mucho gusto, Lucy —digo entonces.

Ella sonríe complacida.

Nos subimos a Lucy con destino a Regent Street.

—¿Vas a contarme la historia de Lucy?

Ella resopla sin apartar la vista de la vía.

—Era la camioneta de Jason. En este bebé hicimos la gira de la banda por Inglaterra. Tardé años en volver a subirme a ella. Demasiados recuerdos —se aclara la garganta intentando no quebrarse—. Jason y yo compramos esta camioneta con lo que ganamos en sus primeros conciertos. Teníamos a Lucy como proyecto restaurarla —continúa con tono nostálgico.

Sonríe.

—¿Lo extrañas?

—Siempre —repone inmediatamente.

—¿Cómo vives de esa forma?

En ese momento necesitaba el consejo de alguien como Lou. Alguien que había perdido a su único amor y había conseguido la forma de continuar. Yo, aparentemente, me estaba volviendo loca soñando con una mujer que estaba más que lejos de mi alcance y aún no sabía si existía forma alguna de continuar sin que me doliera ese hecho.

Ella toma aire y sonríe.

—No sé cómo habrá sido lo tuyo con Amelia. No sé qué tan intenso fue para ustedes, pero si lo que sentiste con ella, es tan grande como lo que yo sentí con Jason, no tengo buenas noticias entonces —hace una pausa—. Jamás me he acostumbrado al mundo sin él. No me acostumbro a despertar sabiendo que ya no volveré a verle. Tampoco me acostumbro a mirar al asiento del copiloto de Lucy y no verlo tocando la guitarra mientras conduzco. No se va jamás el pinchazo en el pecho, pero aprendes a vivir con él. Y aprendes a ser feliz a pesar de ello.

El diario de Elena   (Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora