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Le hice el amor de una manera apasionada. El deseo me desbordaba. Había utilizado otro cuerpo para satisfacerme. Con sus gemidos suaves, su voz y sus caricias, Leah me había llenado de placer. Un placer carnal y desinhibido por completo de la sensatez.

En mitad de la noche, envuelta entre las sábanas de algodón suave de Leah, pensé en Amelia. Tenía a una mujer hermosa desnuda a mi lado y, aun así, pensé de nuevo en ella. Desgraciadamente, a veces la comparación es un proceso involuntario. Cerré mis ojos y mi mente viajó tiempo atrás. La noche antes de su boda estuvimos en mi habitación, allí donde incontables noches deseaba tenerla. Mi corazón se aceleró nuevamente al recordar nuestra primera y única vez. Lamentaba entender que lo que sentía ahora, no era nada en comparación con lo que sentí en aquel momento. Yo no podía dejar de pensar ni un día en ella. Ni en otro continente; ni en otro país, ni en el cuerpo de Lou, ni en el de Leah. Mi mente siempre volvía a ella.

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Me desperté con la luz del sol penetrando las cortinas color vino de la habitación de Leah. Miré a mi costado y ella ya no estaba allí. Me incorporé e intenté, desde la cama, localizar mi ropa. En la cómoda de enfrente, junto al espejo, había una pila pequeña de ropa doblada.

Me levanto desnuda y me acerco. Efectivamente era mi ropa y sobre la pila había una nota.

'No quise despertarte.

He tenido que irme a la oficina. Te dejé desayuno sobre la encimera.

PD: La pasé muy bien. Te dejo mi número. Llámame si quieres repetirlo.

Leah'

Sonreí, me apresuré a vestirme y salí de allí. 

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Llegué a casa de Chris sobre la dos de la tarde. Era sábado y sabía que Chris estaría en casa con Julie. Al entrar los encontré en el comedor almorzando. Julie me dedicó una sonrisa cálida, pero Chris tenía un gesto de desaprobación en su rostro. Tenía años sin ver esa mirada y sabía que me esperaba un sermón.

-No me has avisado que no llegarías –dice Chris-. Estuve esperando un mensaje al menos para saber que estabas bien.

-Hola, Chris... -hago una pausa y paso mis dedos entre mi cabello-. Era muy tarde para escribir, pensé que estarías dormido.

-¿Elena, tienes hambre? –interviene Julie tratando de evitar una discusión-. He hecho Canelones, Chris me ha dicho que te gustan.

-Elena, no llegas a casa en dos días, te estás hinchando a tabaco cada día y además no tienes la madurez para entender la preocupación que me has causado –dice Chris interrumpiendo la invitación de Julie.

-No te preocupes, Chris, no estoy usando drogas ni estoy embarazada –digo en tono de burla-. Además esta conversación de hermano mayor a hermana menor rebelde, creo que ha expirado –digo con ironía.

-No, no ha expirado porque, en primer lugar, te recuerdo que sigo siendo tu hermano mayor; en segundo lugar te estás comportando como una hermana menor rebelde completamente desconsiderada e irresponsable y en tercer lugar, te guste o no, vivimos como una familia y hay reglas mínimas de convivencia que esperaba que cumplieras –me espeta levantándose de la mesa bruscamente.

-¿Reglas? –repito incrédula-. Chris, aunque mi mayor meta en el mundo sea cumplir tus reglas de convivencia, creo que por ahora no va a ser posible. Sobre todo porque consideras que hincharme a tabaco y salir un par de noches es desconsiderado e irresponsable –digo con altanería-. Así que lo siento, pero me debo ir.

El diario de Elena   (Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora