Kozume Kenma no era bueno para expresar sus sentimientos.
El colocador del Nekoma no era un chico conocido precisamente por su simpatía y amabilidad. De hecho, cualquiera que no lo conociera -e incluso algunos que sí lo conocían- diría que Kenma era un tanto odioso y arisco.
Afortunadamente, no era algo que a él le molestara. Después de todo, no era mentira. Kenma había sido un chico introvertido desde que nació, no le gustaba salir de su casa y lo incomodaba de sobremanera tener que relacionarse con los demás. Su madre incluso llegó a llevarlo un par de veces a sesiones de terapia, preocupada de que su hijo tuviera alguna especie de ansiedad social. La cual, efectivamente, tenía.
Sin embargo, después de unos pocos meses, Kenma logró liberarse de las sesiones de terapia cuando la terapeuta le recomendó a la señora Kozume que lo mejor sería darle a Kenma su espacio. Argumentando que sólo era un niño y que a medida de que creciera su personalidad iría cambiando, y que lo más seguro sería que aprendería a desenvolverse mejor cuando fuera mayor.
Cosa que no pasó, evidentemente.
Bueno, tal vez un poco.
Pasó los primeros años de su vida encerrado en la comodidad de su habitación, rodeado de mantas, mangas y videojuegos. El pequeño pelinegro sólo salía cuando su madre le pedía que la acompañara a algún lugar, o cuando se veía obligado a asistir a una de esas molestas reuniones familiares.
Su corta vida había transcurrido tranquilamente, a pesar de no tener relación con ninguno de sus compañeros de la escuela, que su mayor entretenimiento fuera su consola PSP y que sus mejores amigos fueran Mario y Luigi. Y eso, para Kenma, estaba más que bien.
Estaba, porque cuando cumplió 7 años una pequeña familia se mudó a su vecindario.
Los Kuroo eran una familia de cuatro integrantes; donde el menor de todos era otro pequeño pelinegro apenas un año mayor que Kenma.
Kuroo Tetsurō era un niño de 8 años bastante raro, si se lo preguntaban a Kenma. Era un poco más alto que él, tenía un peinado muy extraño y, para sorpresa de los Kozume, era el doble de tímido e introvertido que el pequeño Kenma.
Su convivencia al principio había sido complicada. Le habían encargado a un niño tímido e introvertido entablar una amistad con otro niño aún más tímido e introvertido que él. Un verdadero problema. Pero, para fortuna de los Kuroo -y de los Kozume-, Kenma se había esforzado por simpatizar con Kuroo.
Y así, de un momento a otro, se habían vuelto buenos amigos. Se comprendían y respetaban el uno al otro, Kuroo jugaba los videojuegos de Kenma y Kenma salía a practicar voleibol con Kuroo. Mientras uno lo había ayudado a abrirse en su nueva vida, el otro lo ayudaba a sobrellevar las relaciones sociales en general.
Kenma y Kuroo eran mejores amigos desde que tenían 7 y 8 años, respectivamente. Y ahora, 10 años después, seguían siendo mejores amigos.
Kuroo había sido el primer amigo de Kenma, y aunque el menor no quisiera admitirlo, sabía que su vida sin la llegada de Kuroo habría sido tremendamente solitaria. Y Kenma, por su parte, lo había acogido cuando era apenas un pequeño de ocho años con mucho miedo de lo que su nueva vida pudiera depararle. Y eso era algo que Kuroo le gradecería siempre.
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14 días en letras | KuroKen - Haikyuu
Fiksi PenggemarHistoria corta. Donde los chicos del Nekoma deciden irse dos semanas de campamento para celebrar el cumpleaños de Kuroo. Y donde Kenma escribe notas mientras aprovecha un viaje al que definitivamente no quería ir para saber si vale o no la pena conf...