Me excita la manera en que me niegas la maternidad,
Y como procuras habitar hasta la punta de mi dedo meñique.
Pero
¿En qué me he convertido, Dios?
¿En qué me has convertido, Señor?
En la mujer que vive por la pena del ser dejada,
En la amante que se queda satisfecha con solo complacer a su hombre,
En la difunta enterrada a pata pelá,
En la viuda de ojos negros y melena al viento,
En la menstruante que se alivia del no traer caos a tu vida, Creador.Me pregunto qué irá a ser de las migajas de mi cuerpo
Que quedarán tras tu partida,
Quién lamerá de su dedo para que me adhiera al índice
Y me llevará con delicadeza a su boca.
Pienso en la mujer del precipicio
Porque, si te soy honesta,
Ella jamás se hubiera quedado en Curicó.
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