CAPÍTULO 28. Destroza

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Lynette.

Joder le deseaba tanto, necesitaba sentirlo, que me tocará de la manera que sólo él sabe hacerlo. Deje todos los malditos miedos de lado, todo lo que atormentaba mi cabeza. Esto éramos y siempre hemos sido esto, por más que quiera negarlo. Lo necesito cómo hombre, ya mañana será otro día, mañana se sabrán las consecuencias.

—¿Te he dicho que eres hermosa? —Pregunta en mi oído en voz baja.

Asiento con la cabeza.

Mi silueta resaltaba en el espejo de su habitación, dejaba húmedos besos en mis hombros conforme bajaba mi vestido. Con anterioridad ya había bajado el cierre, así que dos simples movimientos fueron suficientes para que mi vestido cayera al suelo. Me hizo temblar al verme tan expuesta frente a él, no llevaba un sostén, sólo una diminuta tanga blanca y mis tacones. Di un paso hacia delante quitando el vestido del camino. Sus ojos viajaron sin ningún descaro por toda mi piel, cómo me encantaba ver el efecto que yo tenía sobre Damián.

—Una foto dura más. —Giro sobre mis tacones quedando frente a él—. Estira la mano —ordenó y él obedece.

Vaciló con la orilla de mi tanga, hasta que la bajó y se la extiendo en la mano, pudo apreciar mi propia humedad.

—Si así está la tanga, me imagino cómo está tu centro —su voz sonaba aún más gruesa de lo común—. A la cama y abre las malditas piernas para mí.

Camino por un lado de él, hasta llegar a su cama, retiró las sábanas, quito mis tacones y me acuesto; pongo los talones sobre la cama y abro mis piernas dejándome totalmente expuesta a su merced. Sin siquiera esperarlo, dirijo mi mano a mis pechos dando pequeños masajes, estimulo mis pezones y los jalo con mis dedos.  Damián termina de desnudarse, sólo le faltaba el pantalón y el bóxer para quedar cómo un Dios, se acerca a mí con una sonrisa de oreja a oreja, sus ojos no se despegan de mi húmeda y palpitante intimidad.

Sus dedos pasan por mi raja acariciándola tan delicadamente que me hace temblar, sus dedos del medio y el anular pasan por toda mi piel, delineándola, preparándola. Llegan al inicio abriendo paso entre mis pliegues, los lleva hasta abajo para volver a subir y abrirlos de nuevo, mi sexo estaba palpitando, su mirada no se despegaba de ahí. Abrí un poco más mis piernas permitiéndole que toque mi punto más nervioso, ese que me vuelve loca al ser masajeado con sus hábiles dedos. Cómo si leyera mi mente lo hace, movimientos circulares lentos los cuales intercala con caricias en mis labios menores para después subir y volver a estimular. Este chico sí que sabe lo que hace. Conforme juega conmigo incrementa la brusquedad y los movimientos de sus caricias, su palma estaba empapada por mis jugos. A Damián no parecía importarle en lo absoluto, estaba demasiado entretenido estimulando.

Un dedo causó cosquilleo en mi interior, dos dedos me arqueaba la espalda y tres dedos me hacían ver la gloria. Se escuchaba cómo su palma chocaba con mi piel, ya habían encontrado mi punto. Estaba jadeante, temblorosa, necesitada. Su dedo gordo entró también a la jugada, estimulaba mi clítoris bastante rápido, lo movía en círculos, de un lado a otro, lo presionaba, me trataba de la forma que él quería.

—Esto te va a gustar —dice contento. 
Se para de su lugar sin dejar de estimularme, saca sus dedos y los pone en lugar del dedo gordo, los movía tan rápido que mi cuerpo se contrae.

Levantó un poco la cabeza para ver su travesura para dejarla caer después. Jadeo tan alto que puedo incluso notar como crece su ego y su excitación.

Lubrico con mi humedad, con su mano izquierda separo mis pliegues y con la derecha estimulaba lo más rápido que podía, la excitación es tanta que lleve mis rodillas a mi pecho abriéndome más, esto es tan exquisito. La fuerza se me va de repente, volteo mis ojos hacia arriba disfrutando del momento hasta que una presión excesiva aparece en mi zona. No quiero que pare, pero esto es desconocido.

—No lo presiones, suéltate —ordena desesperado.

—Siento que orinare… —admito con pena. Agarró su brazo con fuerza.

—Déjalo salir —vuelve a ordenar y aumenta su ritmo,
Aprieto los ojos, me agarra en su brazo, presionó los dedos de mis pies, relajo mis músculos internos, se hacía cada vez más fuerte esa sensación, me siento palpitar.

—¡Si, si…! —Gritó con desesperación—. ¡Oh mi Dios! —Muerdo mi labio y explotó.

Damián rápido quita su mano de mí y un chorro en gran proporción sale de mi interior, sentía una llave de agua. Salió ese chorro prolongado, después uno más pequeño. Empape la cama de Damián, estaba demasiado mojada, esto transminaría el colchón pero a él pareció no importarle.

—En cuatro —demanda nuevamente. Él sabe que eso me vuelve loca—. Olvida mi maldita cama, quiero que tu interior me presione hasta que me venga. 

Obedezco temblorosa y me pongo en cuatro. Él se pone detrás de mí dejando de lado que la cama está húmeda, coloca su miembro en mi entrada y se introduce de una sola entocada, este acto me ha dejado con mejor lubricación. Entierro mi cara en la almohada, me toma por mi cadera y comienza ese vaivén frenético. Su dureza masajeando mi interior, dentro, fuera, dentro, fuera; estaba tan sensible que podía sentir su vello púbico en mi piel con cada movimiento. Lleve mis manos a las sábanas de la cama y las jale, mis gritos de placer eran ahogados en la almohada de algodón, mientras que los de él eran descaradamente ruidosos.

—Estas tan divina. —Azota mi trasero—. Estas tan caliente —gruñe.

—Vamos —tomo aire y lo incito—. Hazlo rudo.

Su rudeza es tanta que sabía que el día de mañana tendría un gran dolor en la entrepierna. Sus dedos se aferraron a mi cintura, podía sentir sus uñas incrustándose en mi piel. Está demás explicar los ruidos que hacíamos, pasaron de ser lentos a ser totalmente agresivos y llenos de profanidades. Las embestidas no están en sincronía por la mera locura. Él se quería venir y yo quería venirme, pero queríamos seguir jugando, sentirnos así de extasiados. Las gotas de sudor resbalaban por mi frente, mi garganta ya estaba reseca, sentía los espasmos llegar nuevamente. Unos cuantos movimientos más y él tembló detrás de mí, yo caí totalmente en mi almohada, ambos nos habíamos venido cómo nunca, sin aire, sin aliento, sólo dos corazones acelerados.

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Moretti © #1 Enemigos #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora