Lynette.
Los ojos los sentía pesados, sin siquiera ver la luz ya me sentía mareada y con unas náuseas excesivas, mi pulso estaba demasiado rápido, mis manos sudaban. Estaba recostada en algo muy cómodo, el ambiente estaba templado, así que no había razón alguna por la cual tener tantos síntomas.
—No abras los ojos de golpe —esa voz la reconocía muy bien. Pensé que no estaría—. Déjame bajar las persianas para que no te ciegue el brillo.
Una sonrisa quiso salir, pero sólo logré formular una mueca.
—Está demasiado pálida.
Otra voz... mi madre.
—Es normal, son síntomas visibles de un desmayo —explica él esta vez—. Abre tus ojos poco a poco, así te acostumbras a la poca luz.
Hago lo que él me pide, pestañeo un par de veces antes de abrir mis ojos en la totalidad. La poca luz que percibía no era tan deslumbrante, pero esos pequeños rayos me causaban un dolor de cabeza bastante fuerte. Giré mi cabeza y pude ver, aunque un poco borroso, una bolsa colgando de un tubo y esta estaba conectada a mi brazo.
—Es suero —subo mi mirada para ver a mi madre—. Tu pulso estaba débil.
—Tenías síntomas de deshidratación y al parecer estás demasiado débil por falta de alimentos —interviene Damián en un tono molesto—. Puse algunas vitaminas también para fortalecerte un poco más.
—¿Desde cuándo no comes bien, Lynette? —Su mirada es tan dura que sólo pude hacer una mueca—. No evadas mi pregunta
—No creo que sea el momento, Amy. —Toma mi brazo checando mi pulso—. Las preguntas para después, necesito que primero se recupere.
—Tienes razón, Damián —se disculpa mi madre—. Son los nervios.
—Vaya con nana —ordena—, que prepare algo para cenar. De preferencia algo que contenga mucha verdura, en unas horas más podrá digerir alimento.
—Me parece muy bien. —Se para mi madre de su lugar y sale del cuarto blanco.
Ni siquiera me había percatado de que estábamos en el lugar de trabajo de Damián.
—Sabes, no soy doctor —habla de nuevo con ese tono molesto—. No conozco todo ese ramo, estoy hecho para ayudar.
—Lo siento, me cuidaré yo sola. —Mi voz parecía quebrarse.
—Tampoco te estoy echando. —Toma un medidor de presión y lo pone en mi mano izquierda—. Sólo no quiero que te pase algo y yo no saber cómo remediarlo.
Deja mi mano sobre mi pecho para esperar a que la maquinita haga su trabajo.
—Cuando se acabe el suero iré a mi cuarto, no tienes porqué preocuparte. —Tomó una gran bocanada de aire mientras cierro los ojos. El dolor de cabeza seguía ahí pero no quería ponerle atención.
—No sabes cuánto odio cuando te pones en ese maldito modo —habla entre dientes y sin mirarme camina hasta su escritorio dejándose caer. Su mano tomó una pluma y comenzó a escribir.
—Y no sabes cuánto odio que te enojes conmigo sin ningún fundamento —aprieto mis ojos. De nuevo esa sensación de vacío.
—No estoy enojado contigo —suelta la pluma—. Sólo estoy preocupado, no comes bien, te matas en el trabajo, pasas horas entrenando. ¿Qué más?
—Tampoco esperes a que tenga una vida normal. ¿Crees que esto me permite vivir cómo quiero?, ¿crees que esto me hace feliz? —Una lágrima resbala por mi mejilla—. No necesitas ver el fondo para tocarlo. Lo tengo todo y no tengo nada. No hay día que no me arrepienta de las decisiones que he tomado, a cada segundo se me recuerda quien soy y de dónde vengo. Todo lo que siento es que tengo que pagar una deuda a un hombre que me lo dio todo pero en realidad me siento encerrada en una maldita caja. Quiero gritar, llorar, correr, pero me siento detenida en este mundo.
—¿Y que no me preocupe? —Camina hacia mi—. Tú misma te estás dando la respuesta, esto te está consumiendo poco a poco.
—¿Pero de qué sirve saberlo? Nada va a cambiar en lo absoluto. —Seco mis mejillas—. Todo seguirá igual, es mi precio para pagar.
—Eres joven, las cosas pueden cambiar —suelta un suspiro.
—No conoces este mundo, Damián —río con tristeza—. Me quejo de todo pues es lo único que puedo hacer.
—No te quiero aquí —la voz de mi madre sonó tan alto que me dejó paralizada—. En un mes habrá una cena benéfica en Roma, el dinero será destinado para los niños que no pueden estudiar por escasos recursos, te vas a ir por dos meses allá.
—Señora yo... —Trato de pararme, pero la mano de Damián me detiene, aún tenía conectado el suero y tenía que quitarme la máquina que toma la presión.
—Deja de decirme señora, soy vieja, pero detesto ese sobrenombre. —Cierra la puerta—. Soy tu madre, quieras o no. Eres una Moretti, eres mi hija, yo te cargué en mis brazos, yo te cuide cuando estabas enferma y vele tus sueños en las noches de pesadillas —alza la voz—. Yo eduque a una mujer fuerte y admirable, no voy a permitir que se me doble, que se me quiebre, tu padre y yo jamás quisimos eso.
—No puedo dejar el trabajo sólo así, hay cosas que yo debo hacer. —Miro a Damián esperando un apoyo, pero no dice nada.
—Si puedes, harás lo que yo diga. Yo me encargo de tus negocios, los conozco tan bien cómo tu —demanda con autoridad
—Mamá... —Estaba a punto de decir no, pero la voz de Damián me interrumpe.
—Amy tiene razón, tu salud está primero que todo y ese viaje puede ayudarte a descargar tu cabeza. —Mis ojos se abren aún más y él sólo sostiene mi mano quitando la cánula.
—Bien, se dijo —se acerca a mi—. Yo te digo que se tendrá que hacer, ahora dame un abrazo berrinche. —Con cuidado de no mover a Damián abrazo fuertemente a mi madre, a veces es todo lo que se necesita.
—Ya está todo listo. —Interviene Damián al separarme de mi madre—. Necesito que te fijes un horario de trabajo, comida y entrenamiento, le diré a nana que procure hacer comidas más balanceadas, especialmente estos días.
—Que buen enfermero, parece doctor —ríe mi madre y me da un beso en la frente—. Tengo que hacer una llamada, permítanme.
Sale de nuevo mi madre dejándome en la soledad de la habitación junto al castaño, caminaba de un lado a otro guardando sus cosas. Es extremadamente ordenado, casi raya lo absurdo.
—¿Puedo preguntar algo? —Se detiene en su escritorio y saca una cajita blanca.
—Adelante —lo aliento.
—¿Te has estado cuidando? —Pregunta algo apenado—. No es del todo tu responsabilidad, sólo quiero descartar una duda.
—No he dejado de tomar la pastilla, tengo un recordatorio sobre eso. —Bajo mis pies de la camilla y me dirijo a él—. ¿Qué pasa?
—Ten. —Extiende a mí la caja, es una prueba de embarazo—. Llevo días viéndote los mismos síntomas y la compre, sólo es para salir de dudas.
—Está bien —la tomo—. Creí que sólo es por no comer bien.
—Ese es mi diagnóstico. —Acaricia mi mejilla—. Nunca está demás ser precavidos. Hazlo mañana en cuanto te levantes para que sea más eficaz, avísame para estar ahí contigo, ¿entendido?
—Entendido —sonrió ampliamente y lo abrazó por igual.
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Moretti © #1 Enemigos #PGP2024
RomanceDISPONIBLE EN AMAZON Lynette, una mujer de belleza cautivadora y astucia sin igual, lidera despiadadamente la mafia italiana en un mundo dominado por hombres. Su vida gira en torno al poder, la traición y la supervivencia, donde el amor parece un lu...