9. Dos corazones que se revelan

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Estoy enamorado de vos.

Te amo como nunca amé a nadie en mi vida.

Por más que Sasuke luchara por eliminar esas palabras de su cabeza, éstas le hacían eco. Podía correr todo lo que quisiera, incluso al otro extremo del mundo, pero no podía escaparse de las palabras que ese rubio había volcado en aquella habitación.

Pero había algo más de lo que no podía escaparse: sus propios sentimientos.

Ya no podía negar todo lo que Naruto le hacía sentir con solo dedicarle una mirada, una sonrisa, o un simple gesto. Era agobiante el deseo de entregarse a él, y, a su vez, era agobiante tener este deseo.

¿Por qué? se preguntaba Sasuke. ¿Por qué de todas las personas en el mundo, a él le había tenido que tocar coincidir con Naruto? A él, que cada día que pasaba se dejaba carcomer por el odio hasta pudrirse. A él, que ansiaba un suelo teñido de la sangre de quienes le habían hecho daño.

A él le había tocado enamorarse, y no de cualquiera:

Le había tocado enamorarse del mismísimo Naruto Uzumaki. Él, que cumplía mejor el papel del sol que el sol mismo. Él, que regalaba aquellas eternas y radiantes sonrisas tan hipnotizantes, pese a todo el dolor con el que había cargado.

Y es que ya no se podía mentir. Ni a él mismo, ni a nadie. Su corazón volvió a florecer y a latir sólo por aquel rayito de luz que logró alcanzarlo en medio de una casi eterna oscuridad. 

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La cabeza de Sakura daba vueltas sin parar. 

¿No son irónicas las vueltas del destino?

Ella, que solía rechazar, denigrar, y maltratar a Naruto, solo por la atención de Sasuke; ahora lloraba porque Sasuke le había robado a su preciado Naruto.

¿Y si se hubiera fijado antes en él? ¿Y si hubiera observado su fuerza de voluntad, en vez de reírse de sus fracasos? ¿Y si...?

No, nada habría cambiado. Desde pequeña había sido consciente de la forma en la que se miraban ambos. Quizás antes no se había dado cuenta, porque los dos eran chicos, y porque se escondían bajo un manto de falso odio que ellos mismos se creían. 

Ni Sasuke ni Naruto se habrían fijado en ella jamás. No porque ella no fuera suficiente, sino que porque para ambos no existía nadie más que ellos cuando estaban juntos. Quizás estaban destinados a terminar juntos.

Sí, quizás. Pero a veces el destino se equivoca; a veces el destino lastima y abre una grieta en tu corazón, a veces el destino es injusto. ¿Por qué no intentar cambiarlo? De todas formas, jamás sabría lo que pudo ser, a menos que lo intente. El destino había hecho esperar a Naruto cinco años, cinco años en los que de a poco iba deteriorándose por dentro. Quizás ella podría hacerlo más feliz que ese asqueroso destino, ¿no?

Sus piernas volvieron a moverse solas entre las penumbras y las pocas luces que iluminaban los caminos de Konoha, en dirección a casa de Naruto. 

La luz prendida que podía verse desde la ventana indicaba que el rubio aún seguía despierto, así que dos golpes tímidos bastaron para que éste abriera la puerta.

- ¿Sakura-chan? - dijo Naruto con algo de sorpresa en sus ojos. - ¿Qué pasó? Se te está haciendo costumbre visitarme por las noches. 

Su amiga hizo caso omiso a aquel comentario y se dio paso al departamento, con la cabeza gacha y unos nervios que no la dejaban respirar con normalidad.

- Naruto, tenemos que hablar de algo. 

Naruto cerró la puerta detrás suyo y se dirigió al sofá, donde la invitó a sentarse también.

- ¿Qué pasó? - su cara de sorpresa había cambiado a una de preocupación. - ¿Qué es esa cara?

- Yo...

- ¿Te le declaraste a Kakashi? - la interrumpió. - ¿Te rechazó? ¡Lo voy a matar!

El rubio se levantó en dirección a la puerta, pero Sakura lo tomó del brazo y lo obligó a volver a tomar asiento.

- Voy a decirlo sin rodeos, Naruto. - tomó aire un par de segundos, mientras el Uzumaki la veía expectante. - La persona que me gusta no es Kakashi.

- Lo sabía. No tenés que esconderme las cosas, Sakura-chan. - la nombrada empalideció ante la idea de que su amigo ya supiera de antemano lo que escondía. - Es Lee, ¿no?

Suspiró con alivio pero luego frunció el ceño, ¿qué le había hecho pensar eso?

Sacudió la cabeza, eso no importaba ahora. Lo único que importaba era sacarse lo que había estado guardando durante estos dos últimos años, en los que había sido feliz con la sola compañía del rubio. Pero ya no le bastaba con eso, necesitaba algo más, necesitaba tenerlo para ella sola.

- Naruto.

- Entonces ¿Kiba? ¡¿Shikamaru?! - siguió lanzando opciones. - ¡Ya sé! ¿Es Ino?

- Naruto. - insistió la pelirrosa.

- ¡Me rindo! Dame una pista.

- ¡Naruto! - gritó Sakura, lo que provocó que el Uzumaki saltara algo exaltado y cerrara la boca. - Ese es el nombre de la persona que me gusta.

- ¿Naruto? - colocó una mano en su sien derecha, intentando hacer memoria. - Qué raro, creo que no conozco a otro Naruto. ¿Lo conociste en alguna misión?

- No, imbécil. - se frustró, esto era más difícil de lo que parecía. - Sos vos. El que me gusta sos vos. 

- ¿Qué? si esto es una broma...

- No. - cortó ella. - Me encantaría que fuera una broma, pero la verdad es que siento como si estuviese probando un nuevo tipo de ramen cada vez que estoy junto a vos. - Sakura le sonrió sin mostrar los dientes, recordando lo que le había dicho la noche anterior.

- Sakura-chan...

- Ya sé, Naruto. Ya sé que amas a Sasuke. - bajó la mirada, pero no sacó la sonrisa de su rostro. - Siempre lo supe, no te preocupes. 

- Perdón. - fue lo único que se le ocurrió decir, porque no sabía cómo sentirse al respecto, ni cómo reaccionar, lo único que sabía era que, después de todo, sí la había lastimado. Y no por Sasuke, sino por él. 

- No pidas perdón. - negó con la cabeza y tomó sus manos, acercándose de a poco a él. - No quiero que nuestra amistad se arruine por esto que siento, así que podemos olvidarlo, ¿está bien? - Naruto asintió, aún algo aturdido. - Pero antes, por favor, dejame hacer esto.

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Sasuke caminaba a paso firme sobre la tierra que antes había sido su hogar. Alguna que otra sonrisa se le escapaba cuando recordaba ciertas situaciones vividas. Por alguna razón, se sentía reconfortado en el lugar el cual, según se había convencido, iba a destruir.

Quizás ese sentimiento que lo abrazaba era el hecho de ser consciente de que a unos pocos pasos de allí, se encontraría con su amado. 

Porque había decidido contestarle, porque no quería esperar hasta el día siguiente, y porque se moría por devorar esos labios que tanto lo incitaban a pecar.

Por fin había llegado el momento. 

Estaba frente a la puerta, con el corazón en la boca y las manos sudorosas, repitiéndose a sí mismo una y otra vez lo que le diría, procurando no pegarle una patada al rubio por ponerlo en una situación tan cursi como esta, y fantaseando con lo que vendría luego de su confesión. 

O eso creyó. 

Hasta que, por curiosidad, decidió echar un vistazo a través de la ventana del departamento. 

Y ya saben lo que dicen: la curiosidad mató al gato.

Eclipse [ Sasunaru ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora