I: Bienvenido a Lowertown.

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Advierto aquí también que esta fanfic trata temas delicados de forma muy explícita, si te afecta o no te gusta, no empieces a leer.

- ¡Y no se hable más de este asunto, Draco!- Gritó Lucius Malfoy tratando de zanjar la discusión, pero Draco no estaba dispuesto a darse por vencido

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- ¡Y no se hable más de este asunto, Draco!- Gritó Lucius Malfoy tratando de zanjar la discusión, pero Draco no estaba dispuesto a darse por vencido.

- ¡No podéis hacerme eso!- Gritó aún más fuerte.- ¡Encontraré la forma de escaparme!

- ¡Eres menor de edad! ¡Aquí mandamos nosotros! Y no te vamos a permitir continuar por el camino del pecado. Somos tus padres, nuestro deber es llevarte por el camino correcto. En un futuro nos agradecerás lo que hemos hecho.

Draco soltó una carcajada irónica cargada de rabia y de un infinito odio hacia sus dos progenitores. Si hubiera podido en ese momento les habría matado a ambos si supiera que no iba a terminar en un centro de menores.

Sabía que no tenía opción, sus padres tenían razón; era menor de edad, y eso le enfadaba y frustraba tanto que su único deseo consistia en causar muchos problemas al lugar donde le iban a llevar, avergonzar a sus progenitores delante de sus amigos y del hijo de estos.

Draco ya se imaginaba al chico. Por lo que le habían contado sus padres tenía un año menos que él, tenía catorce años en ese momento pero por lo visto cumpliría quince próximamente, y su mayor aspiración en la vida consistía en algún día ser cura. Le entraban ganas de vomitar solamente con eso. Sus padres alababan siempre el comportamiento de este chico ejemplar, el hijo perfecto y el que siempre habían deseado ellos, así lo denominaban. Draco tenía ganas de decirles que le adoptaran a él y que le dejasen en paz.

El niño sería feo a más no poder, estaría gordo, rozando la obesidad, y olería muy mal porque seguramente rezar no le daría tiempo para asearse como era debido. Tendría el pelo grasoso y posiblemente habría una colonia entera de piojos habitando ahí. Sería insoportable un pesado, con una personalidad con la que Draco tendría que aguantarse mucho para no lanzarse encima y pegarle una buena paliza. Le olería el aliento a perro muerto y su mirada daría escalofríos. Draco estaba dispuesto a joderle mucho la vida a ese chaval y a sus padres hasta que le echaran.

Lucius y Narcissa habían planeado que pasara allí un año completo, incluyendo las jornadas escolares, acudiendo a ese colegio de raritos de aquel pueblo perdido de la mano de dios. Lowertown. Le querían arruinar la vida totalmente, ¿y todo por qué? Porque Draco Malfoy era homosexual y no deseaba vivir la vida planeada por sus padres.

A Draco le gustaban los hombres, mucho, ya de por sí una abominación para ambos. Además de todo había incumplido esa normal principal de mantenerse casto hasta el matrimonio y perdiera la virginidad con una rarita religiosa que diera repelús. Draco había hecho todo lo contrario, el sexo era esencial en su vida, amaba follarse a cuanto hombre tuviera delante, daba igual si era heterosexual o no, y algunas veces se los llevaba a su casa solo para escandalizar a sus padres haciendo el mayor ruido posible. Draco no estaba dispuesto a renunciar al placer del sexo, tampoco a las inhibiciones que suponía el acohol o las drogas, a las fiestas descontroladas donde el mundo entero se borraba y solo existía el momento, y lo iba a tener que hacer. Sus padres ya le habían recalcado que ese pueblo era muy distinto a Londres capital, que las cosas funcionaban diferente.

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