XXVI: El después.

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10 años después.

- Por favor, haz las cosas bien.- Fueron las últimas palabras de Henry, el psiquiatra que le había estado tratando desde que entró en aquel hospital psiquiátrico con diecisiete años.

Draco sonrió agradecido, asintiendo con la cabeza. Le dio un fuerte abrazo junto a algunos enfermeros más que habían ido a despedirle.

Porque sí, al fin iba a salir de aquel lugar y sobre todo, Draco al fin se sentía bien, como una persona normal. Habían sido diez largos años de terapias diarias, medicación y mucha dureza, pero al fin había logrado sanar su mente y a Draco ya le resultaba imposible que alguna vez hubiese sido el adolescente que alguna vez fue, tan repulsivo, psicópata y detestable.

Todos los fines de semanas durante un largo tiempo, tendría que ir al psiquiátrico para demostrar que no se había marchado del país y para acudir aún a su terapia que aunque ya todo estaba bien, no podían ni querían arriesgarse, el propio Draco el primero.

Si hablara con su yo del pasado, este jamás creería en quien se había convertido, o muchísimo peor, le odiaría con todas sus fuerzas. Solo con saber eso se sentía en paz consigo mismo, porque entonces significaba que a pesar se todo lo que había costado —diez años que eran muchos meses, semanas, dias y horas— había logrado convertir el monstruo en el que era en una persona normal y decente, que sentía paz consigo mismo, que no se odiaba ni odiaba al mundo a su alrededor, que había hecho las paces con su pasado y sus traumas a base de lágrimas y gritos, que no tenía ni el más mínimo instinto de hacer daño al prójimo y podía tener relaciones interpersonales normales y corrientes. Incluso los últimos años lo habían juntado con el resto de los pacientes y se había hecho su grupo de amigos donde ni había intentado liderarles, ni lastimarles, simplemente amigos. Se sentía bien haber tenido relaciones sociales con otras personales normales, sin estar completamente a la defensiva, sin necesidad de dominarles ante el miedo de que le quisieran dominar a él, sin estar a la defensiva porque no confiaba en ellos.

Miró a Camila, una enfermera que le miraba orgullosa, con sus ojos cargados de lágrimas y de cariño. Esa mujer había sido una madre para él a pesar de lo mal que iniciaron y Draco se encargó de darle el abrazo más largo de todos.

- Gracias por todo.- Le dijo apretándola entre sus brazos.- Aunque tampoco te vas a librar de mí.

Ella le sonrió y le acarició su cabello rubio.

- Estoy tan orgullosa de ti, Draco. Te has convertido en un hombre.

- Todo gracias a ti, a vosotros.

Se despidió de nuevo de todos, incluso alguno de sus amigos fueron a verle y entre lágrimas le pidieron que no se olvidara de ellos, y que en cuanto salieran, irían a buscarle. Draco aceptó emocionado, deseando que ese día llegara pronto y ver a sus amigos fuera.

Tomó el taxi que le llevaría a su nuevo hogar, un apartamento compartido con una chica en el centro de Londres. Camila y Henry le habían ayudado a buscarlo, y la chica no tuvo ningún problema en saber de donde venía Draco. Este solo sabía que era italiana y que parecía simpática por lo que le había dicho Henry, pero aún así estaba nervioso, no solo porque al fin y al cabo la chica terminara teniendo prejuicios contra él teniendo en cuenta de donde venía, sino en hacer él las cosas mal fuera del lugar seguro que había sido ese hospital psiquiátrico durante tantos años, donde había estado controlado.

Aún todavía tenía su medicación pero ya no era por los problemas de ira o los ataques psicóticos sino por depresión, porque a pesar de todo, aún le costaba perdonarse a sí mismo todo lo que había sucedido. Los asesinatos cometidos, su forma de actuar con los demás, todo lo que le hizo a aquel chico, Harry, del que agarró una obsesión asquerosamente enfermiza. Además que aún le costaba recordar a sus padres y todas las cosas horribles que le habían hecho en aquel centro de terapias de inversión, que gracias a Dios no existía más. Draco dudaba que alguna vez fuera a superarlo del todo y que siempre tendría que estar con su medicación, pero al menos estaba aprendiendo a vivir con ello y ya no lo pagaba consigo mismo ni con los demás. Su medicación le ayudaba a sobrellevar las cosas cuando no podía, y además aún tendría sus consultas con Henry. Ir al psiquiátrico no solo era para que aseguraran que Draco no se iba a escapar. Meras formalidades legales, pues si realmente lo pensaran, no le habrían dejado ir.

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