XXI: Remordimientos.

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Se suponía que Harry iba a entregarse a la policia hacia ya unas cuantas semanas. Volver a su hogar, bueno, ir a nuevo hogar; con personas y vidas normales, a su pueblo de mierda, con todos los recuerdos y personas a los que no quería enfrentarse ni volver a ver, pero al fin y al cabo la cosa era tener una vida normal donde no tuviera que esconderse y sobre todo ver de nuevo a Draco. Se suponía.

Había sucedido un percance que impidió llegar a esa situación, un percance bastante alto de ojos grises, pelo castaño y rostro sacado de una pasarela de modelaje llamado Cedric Diggory. Y Harry se veía incapaz de alejarse en ese momento de su bello percance.

Todo había comenzado con ese beso, donde después vinieron miradas, palabras y sentimientos, todo acompañado de gestos cariñosos, muchos besos y una eterna dulzura entre ambos. Porque eso era Cedric, dulzura, o al menos eso era con él, cuando se quedaban horas abrazados y besándose, donde Cedric simplemente le regalaba mucho cariño, cuando le hablaba o le decía cosas bonitas, cuando veían películas juntos y Cedric le miraba alegando que Harry eran mejores vistas. Todo estaba siendo tan perfecto que le costaba que fuera real. Esa paciencia infinita, ese cariño y respeto, le daban ganas de llorar porque jamás nadie le había tratado así. Draco era bueno al inicio, pero lo estropeaba todo con su mal carácter y su poca paciencia con cosas que no era capaz de evitar.

No eran novios, o al menos no lo habían declarado así, pero se sentía como algo muy real, algo que Harry no quería abandonar nunca. Prefería quedarse allí donde Cedric le besaba, le respetaba y le trataba tan bien a volver a ser un saco de boxeo en Lowertown, aunque eso supusiera volver a ver a Draco. De alguna forma, se sentía capaz de enfrentarse a su ex novio por el que continuaba sintiendo tanto si tenía a Cedric a su lado.

Ese día iba igual que los otros, Cedric estaba con su ordenador y tecnología haciendo lo que sea que le correspondiera y Harry estaba apoyado sobre su hombro mientras leía. Estaba leyendo ahora mismo uno nuevo que le había comprado Cedric la última vez que salió a comprar; El retrato de Dorian Gray se llamaba, ers un libro de terror que encontraba algo perturbador por la forma que el protagonista mantenía su juventud pero le estaba gustando mucho y estaba bastante enganchado.

- ¿Qué te apetece merendar?- Habló Cedric de repente. Harry se encogió de hombros.

- No me apetece merendar mucho.

El mayor dejó su ordenador sobre la mesa y rodeó su brazo por el hombro del menor.

- Algo suave nada más.- Le pidió mientras rozaba su nariz contra su mejilla, acompañó todo esto con un dulce beso.- Has comido muy poquito.- Le miró. Harry se dejó mimar.

- Estoy comiendo mucho últimamente.

- Como el doble que tu.- Cedric rodeó su otro brazo por su cuerpo girándose más haciendo que Harry quedara completamente abrazado a su cuerpo. Se sentía tan bien, casi tan a salvo como siempre se había sentido en los brazos de Draco.

- Pero a ti no te pasa nada.

- ¿Y a ti supuestamente sí?- Harry asintió y se escondió en su cuello, ese tema siempre le hacía sentir tan mal, y además era cierto que se estaba sintiendo peor con su cuerpo y con la comida y todo de nuevo se estaba haciendo más difícil.

- Sí.- Murmuró contra su cuello.

- Harry, a ver.- Cedric intentó apartarle para mirarle a los ojos pese a la negativa del azabache.- Harry. Mírame un segundo por favor.- Haciéndole caso se apartó levemente, lo suficiente para mirarle a los ojos.- ¿Y por qué a ti te va a engordar y a mi no?

Se encogió de hombros.

- Mi cuerpo.

- ¿Tu cuerpo? ¿Qué es tu cuerpo? ¿Alienigena?- Harry no pudo evitar sonreír ante eso.- Nuestros cuerpos funcionan igual, Harry, como los de un cuerpo humano. La única diferencia es que tu cabecita te juega malas pasadas y la mía no.

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