XIX: Separados.

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Después de todo lo sucedido, y tras una larga conversación que mantuvieron todos sobre la situación de Draco y de Harry, se marcharon con la intención de continuar con esa guerra que había comenzado por ese chico que dormía plácidamente en su habitación después de la pastilla para dormir que le había puesto Neville en su té.

Cedric se quedó en el sofá pensativo, sintiendo una profunda amargura al tener en mente el tiempo que iba a tener que pasar a solas con el menor, alguien a quien no soportaba en absoluto y la última persona en la que pensaría para convivir a solas. En su opinión, era un victimista y un niño pequeño que no comprendía como había terminado hechizando a Draco, la única razón debía ser su físico perfecto, y que debía follar como pocos. Solo eso podría tener a Draco tan obnubilado con una misma persona que era insoportable.

Bien era cierto, y eso no podía negarlo, que sentía bastante lástima por él, no solo por la vida de mierda que había tenido —que no era el único con una vida difícil—, si no por todo lo que estaba sucediendo con Draco.

Cedric tenía claro que no era ninguna extrañeza que el rubio hubiera terminado siendo así con su pareja, era esperable debido a su carácter aunque todos dijeran que no. Draco nunca había querido a nadie, desde luego que ese saco de huesos no iba a ser la primera persona. Sin embargo y a pesar de haberlo sabido, la idea de que fuera así no le agradaba en absoluto, sobre todo porque había visto de primera mano con Pansy lo que eso le suponía a la persona afectada, por eso también a todos les llegó mucho más todo el tema. Pero también sabía que si en algún momento había que ponerse en el lado de alguno, él se pondría sin ninguna duda al lado de Draco, de su mejor amigo, del chico del que estaba profundamente enamorado desde que empezaron a tener algo.

Para almorzar, se tomó simplemente un bocadillo, no tenía ganas de prepararse algo de comida y ya que Harry continuaba dormido y a pesar de las instrucciones de Ron de despertarle para comer decidió quedarse tranquilo y mantenerlo en los cómodos brazos de Morfeo, más por él mismo que por Harry, que no le apetecía en absoluto aguantarle.

Aunque para su desgracia, el azabache terminó despertando unas horas después, con el pelo revuelto, los ojos hinchados y sus lentes quitadas mientras se frotaba los ojos. Cedric le miró fijamente acercarse, tratando de buscar qué demonios había encontrado Draco tan atractivo en aquel chico desaliñado.

- Al fin despertaste, bella durmiente.- Le espetó en cuando se colocó las gafas.

- Me habéis dormido, ¿verdad?

- Era imposible tranquilizarte y te estabas poniendo insoportable.

Harry le lanzó una mirada fulminante.

- Quiero ver a Draco.

- Ya empezamos, que no se puede niñato, a ver si te enteras.

- Me da igual, dime donde está, quiero verle.

Cedric apagó la televisión y giró todo su cuerpo para encarar al desesperante quinceañero con las hormonas alborotadas que se encontraba delante suya. No aguantaba a los adolescentes, a pesar de estar todavia en sus dieciocho.

- ¿Arriesgamos todos nuestros culos trayéndote aqui conmigo y preparandote todo entre todos nosotros para que ahora lo mandes todos al carajo? Puede que a ti la vida de mis amigos te importe una mierda pero a mi si me importa, así que te quedas aquí quietecido, que a mí tampoco es que me apetezca permanecer en un mismo apartamento contigo.

- Solo quiero hablar con él. Déjame tu teléfono.

- No.

- ¡Por favor!

- No.

- Solo saber que estamos bien, lo necesito.

Realmente dependiente de Draco, sí señor, el rubio había hecho un trabajo excelente si de anular a su novio se había tratado su misión desde un inicio.

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