Capítulo 2. Heredero.

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Yoongi había pasado toda la noche dormitando en aquella incómoda silla al lado de la cama donde reposaba la criatura. En realidad, había pasado cada una de las noches que había pasado inconsciente desde que lo habían traído de los caminos y los páramos alejados de Eria. Aquella noche, ese joven de gesto contraído por el dolor,  solo se había despertado una vez, agonizante y asustado, pero se había vuelto a desmayar sin siquiera darle tiempo a Yoongi de explicarle nada. Solo se había separado de él para atender algunos de sus quehaceres como soberano de Eria pero luego había vuelto a vigilar su sueño y su inconsciencia.

El rey había pasado horas allí, vigilando su respiración inconstante. A veces cabeceaba cansado pero volvía a despertarse ansioso por si aquella criatura dejaba de respirar y él no podía ayudarle.

La mañana del cuarto día desde que habían llegado al castillo, los sorprendió con un viento infernal golpeando los finos cristales de la alcoba. Yoongi había cedido al sueño y descansaba apoyado contra el colchón cerca de la mano inerte del hada.

Como si de un tirón de vida se tratase, aquella mágica criatura abrió los ojos desorientado. Miró a su alrededor y contempló una habitación demasiado oscura, con las paredes de piedra y tapices en las paredes. Se incorporó ligeramente y su hombro se resintió con ardor mientras dejaba salir un silbido de dolor.

Yoongi abrió los ojos por el quejido y el mágico ser sintió su aura hacer el ambiente más pesado cuando lo miró a los ojos. Era la primera vez que veía unos ojos tan hermosos y el joven gimoteó asustado al ver a aquel humano allí mirándolo fijamente.

Como por inercia se alejó y se hizo un ovillo con las suaves sábanas contra una esquina de la enorme cama alejándose lo máximo posible del rey. Este levantó las manos en son de paz.

-Tranquilo-dijo en un tono conciliador levantándose para alejarse un poco de la cama. El chico lo miró desconfiado de arriba abajo mientras él se mantenía muy serio mirando aquellos ojos azules oscuros. -No tengas miedo, de verdad, no voy a hacerte daño, aquí estás a salvo-reiteró el joven humano. Aquel muchacho lo miraba temeroso y Yoongi lo comprendía muy bien. Después de lo que habría visto y lo que habría sufrido ante los horribles carroñeros, lo más normal es que estuviese asustado.

-Te hemos curado las heridas, llevas tres días luchando por tu vida en esta cama y ahora estás fuera de peligro-insistió el joven rey. Y Jimin lo miró a aquellos ojos cambiantes de tonos azules que lo miraban con profundidad y por un momento sucumbió ante ellos y no tuvo miedo. Dejó caer un poco la sábana que lo cubría y se aventuró a acercarse un poco y acomodarse en el centro del colchón.

El joven contempló de nuevo todo a su alrededor y al final terminó por posar los ojos en los azules cambiantes del hermoso chico que seguía a una distancia prudente para no asustarlo. De pronto reparó en algo y se llevó la mano al pecho donde solo pudo tocar su propia piel sin encontrar lo que buscaba.

-¿Dónde está? ¿dónde está mi medallón?-se atrevió a preguntar. Yoongi boqueó como un pez fuera del agua cuando escuchó su voz y una calma extraña le sobrevino, calmando a su vez el feroz viento que había levantado con sus poderes.

-Tranquilo, lo guardamos con lo poco que llevabas encima, está aquí, te lo doy ¿vale?-respondió carraspeando para que no le temblase la voz.

El joven asintió despacio y Yoongi se volvió despacio hacia la cómoda al lado de la puerta sin terminar de darle la espalda a aquel ser que lo miraba como si quisiese decirle muchas cosas.

-¿Habéis intentado robarme?-preguntó la criatura desde la cama mientras Yoongi agarraba la larga cadena que habían quitado de su cuello para curarlo el día que lo habían llevado a palacio. El rey abrió los ojos extrañado por la pregunta y contempló con un ligero rubor como el musculado torso del joven había quedado al descubierto a excepción del vendaje que cubría su hombro.

ERIA/YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora